Unas líneas sobre The Punisher

Después de ejecutar su venganza contra aquellos responsables de la muerte de su esposa e hijos, Frank Castle destapa una conspiración que va mucho más profundo que el bajomundo criminal de Nueva York.

Desde el momento de su estelar aparición en la segunda temporada de Daredevil, Frank Castle pedía a gritos un spin-off para ser desarrollado mejor como personaje y como justiciero. Marvel y Netflix tomaron nota, con lo que no tardaron mucho tiempo en crear un equipo técnico acorde a las necesidades del producto y ahora, un año y unos meses más tarde, tenemos frente a nosotros a The Punisher.

El estreno de la temporada completa representa, en líneas generales, lo mejor y lo peor que ofrece el gigante del streaming en su cruzada mesiánica de representar en la pantalla chica a cada héroe y antihéroe bajo el techo Marvel. Considerado un antagonista secundario dentro de la historia del Demonio de Hell’s Kitchen, los 13 episodios de la serie conducida por Steve Lightfoot (que viene de trabajar en la insoslayable Hannibal) le dan carta blanca al británico para explorar el angustiante drama personal de Castle y el porqué de su conversión en el Castigador que todos temen cruzarse. El gris de la existencia de Frank es un imán muy poderoso como para no ahondar en su historia, y su primera aventura en solitario expande lo que se pudo ver previamente en Daredevil. Pero la misma se toma su tiempo en progresar y casi la mitad de trece episodios se sienten ralentizados, un preparativo casi eterno hasta que la verdadera acción comienza.

Lightfoot y compañía tienen que presentar el tablero de juego con nuevos jugadores, con lo que cuesta bastante agarrarle el ritmo a ese reinicio. Además de la presencia estelar de Jon Bernthal como el antihéroe de turno y las esporádicas apariciones de la Karen Page de Deborah Ann Woll, para justificar el desprendimiento serial, hay tres personas claves a la narrativa. La primera es el Micro de Ebon Moss-Bachrach, un analista de la NSA que tuvo que fingir su muerte y abandonar a su familia tras descubrir información sensible de una operación secreta en Afganistán, que ahora busca acercarse a Castle para ayudarlo en la logística de su venganza. La segunda es la Dinah Madani de Amber Rose Revah, una temeraria agente de Seguridad Nacional que busca resolver la muerte de su compañero a como dé lugar. El tercero en este grupo es el Billy Russo de Ben Barnes, el mejor compañero de Frank durante su tour militar, que ahora encontró su fortuna al crear Anvil, una contratista militar privada. El eje de estos episodios se encuentra en ellos y sus historias personales, siempre con altibajos pero nunca mal delineados.

The Punisher intenta abrir conversaciones en muchos frentes y en su mayoría lo logra con un nivel de eficacia absoluto. A veces la estructura puede temblar, pero una vez que todas las líneas argumentales se entrechocan, es donde la serie se vuelve difícil de dejar. Ya sea la pérdida de la familia de Frank y Micro, una completamente desaparecida del mapa y la otra al alcance de la mano pero intocable, el estrés post-traumático de la guerra, las secuelas de la misma, la dificultad de reinsertarse en la sociedad, el no poder hacerlo, la búsqueda de la justicia a toda costa, la inequidad de un sistema judicial con falencias, la corrupción dentro de las altas esferas que deberían proteger al ciudadano, el debate de la legislación de armas -ahora más candente que nunca en Estados Unidos- y un largo etcétera por delante, todos temas son válidos y harán mella en el espectador de una u otra manera.

Es en la forma y el contenido donde a veces el ritmo falla. Los primeros episodios se vuelven demasiado contemplativos y hasta repetitivos, se sobrecarga a la platea con información a veces difícil de procesar, a la espera de que todas las piezas caigan en su lugar. Para el espectador promedio, es mucho pedir paciencia cuando las apariciones de Castle en Daredevil eran tempestivas como mínimo, pero la espera vale la pena ya que una vez que agarra su cadencia, no decae. Gran parte de que la espera sea amena es el descomunal trabajo que hace Bernthal como el personaje del título. Ya es prácticamente imposible ver a otro actor interpretándolo. Él se ha mimetizado de una manera tan orgánica, y a veces dolorosa, que se lleva por delante a la serie sin problemas. Su cruzada se vuelve la del público y la manera en la que transmite emociones, pese a tener una fachada cuasi impenetrable, habla mucho de un actor que hasta con el odioso Shane en The Walking Dead demostraba que estaba para más, momento que finalmente le llegó. Su amistad con Micro es uno de los pilares de la serie, y en general al elenco completo se lo siente muy conectado entre sí, incluso salvando obviedades de la historia que podrían haberse evitado o suavizado sin meter el dedo en la llaga. El detalle de Karen Page conecta con el resto demostrando la evolución del personaje, pero reduciéndola un poco a ser una damisela en peligro esperando el rescate de Frank. Hay un notable alejamiento del misticismo y superpoderío del resto de los shows de Marvel en Netflix, y en el apartado villanos se vislumbra una mejoría en cómo acercarse a ellos. Para no entrar en terreno cenagoso de spoilers, sus motivaciones pueden encontrarse un poco oscurecidas y hasta se tomen su tiempo en aparecer, pero eventualmente se hacen presentes y son más humanas de lo que uno podría esperar.

The Punisher suele confundir su discurso antiviolento al arrojar a sus personajes a un vórtice de cada vez más sangre, pero los horrores de la guerra tienen sus consecuencias y la serie los retrata de manera impecable. Hacían falta 13 horas para contar la historia de Frank Castle como debía ser, de una manera que tres intentos en la pantalla grande no pudieron, y con la fuerza interpretativa de Bernthal lo han logrado. Tiene sus méritos y sus falencias, pero es un producto que no decepciona a los que la aguardaron con muchas ganas.

 

 

 

 

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Lucas Rodríguez

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