Ambientada en Hawkins, en los años '80, es una crónica de la búsqueda de un niño que se desvanece totalmente bajo circunstancias altamente sospechosas. Su madre abre una investigación sobre lo ocurrido con autoridades locales, que devela una serie de misterios que involucran experimentos secretos del Gobierno, aterradoras fuerzas sobrenaturales y a una niña muy extraña.
Después de algunas horas en las que las redes sociales se revolucionaron por el estreno de Stranger Things, parece difícil traer algo que aportar a la mesa. Steven Spielberg, Stephen King o The Goonies son nombres que de inmediato se vincularon al proyecto, que también en cierta medida tiene rastros de John Carpenter, John Hughes y Guillermo Del Toro. No es ningún hallazgo el señalarlo, dado que el programa supone un profundo y sincero homenaje a la década de los ’80 y al tipo de cine que esta trajo consigo. Pero más allá de prestar sus respetos a una época de oro, la nueva serie de Netflix tiene la capacidad de ser buena en sus propios méritos. Un grupo de chicos que con sus bicicletas salen en la noche a resolver un caso de tintes sobrenaturales exuda con gusto la cultura de hace 30 años, pero no pasaría de lo anecdótico si no se empaquetara en la forma de un show realmente adictivo, con la duración justa como para ser devorado en una tarde de frío o saboreado a lo largo de una semana.
La desaparición de Will Byers es el disparador de algunas líneas argumentales que buscan lo mismo, pero cada una desde un ángulo diferente. Winona Ryder es la cara visible del elenco como la madre del chico, quien descubre la posibilidad de comunicarse con él a través de un plano alternativo. A medida que los episodios progresen y su estado mental parezca deteriorarse, el personaje perderá terreno en relación a otros héroes con algo más de empuje. Por un lado los tres amigos del niño, el decidido Mike (Finn Wolfhard), el adorable Dustin (Gaten Matarazzo) y el temperamental Lucas (Caleb McLaughlin), cada uno con su personalidad bien demarcada. Más valientes que lo que los abusivos de la escuela son capaces de ser, en plena búsqueda de su compañero de aventuras es que cruzan camino con Once (Millie Bobby Brown), una niña que sabe más de lo que es capaz de decir y que tiene bastante claro qué es lo que sucede. En paralelo, el Dr. Martin Brenner es el otro que sabe perfectamente lo que ocurrió, solo que él está del lado de los villanos y busca atrapar a la niña que se escapó de sus instalaciones. Es un buen proyecto para un Matthew Modine (Full Metal Jacket) que hace tiempo no tiene posibilidad de lucirse.
Posteriormente se sumarán a la acción Jonathan Byers (Charlie Heaton) y Nancy Wheeler (Natalia Dyer), los hermanos de Will y Mike, aunque primero deberán afrontar la faceta Hughes de la serie, de romances de secundaria, desencuentros amorosos y adolescentes confundidos. Quien se lleva uno de los grandes premios es David Harbour en la piel del oficial Jim Hopper. Depresivo, por razones que se irán conociendo, es un policía de ciudad que se mudó hace algunos años a un pueblo chico en el que nada pasa, supuestamente. De escéptico a creyente pleno en tan solo algunos episodios, Hop se vuelve uno de los grandes personajes de la serie y un inmediato favorito de la audiencia. Y es una gran oportunidad de sobresalir, que él aprovecha con creces. Es, después de todo, un rol central para un actor de reparto acostumbrado a papeles sin demasiado vuelo. Aquí se gana al público de inmediato, en la forma de un policía que tiene algo más en juego que la mera resolución del caso que llegó a la comisaría.
Stranger Things se destaca al abordar las relaciones personales de sus protagonistas y la psicología de cada uno, afectados en forma diferente por la desaparición del niño. El vínculo de amistad de los tres valientes perdedores, la llegada de Once que lo trastoca, el incipiente romance de Nancy con Steve (Joe Keery) o la renovada razón de Hopper para levantarse por las mañanas. De igual modo, la relación materna de Joyce con su desaparecido hijo o la de este con su hermano Jonathan, cuyo lazo se explora con algunos vistazos al pasado reciente. El costado menos interesante vendría a ser por el lado de la conspiración gubernamental detrás de las cosas extrañas. Al igual que pasaba con Super 8, el film era mejor cuando se enfocaba en el grupo de amigos antes que en el monstruo. Aquí, sin embargo, se le dedica el tiempo justo como para atar todos los cabos e intentar que el misterio en cuestión tenga su explicación lógica.
Ayuda el hecho de contar con tan solo 8 episodios, que mantienen al espectador atrapado, absorto en el enigma y en la vida del grupo. Hay una gran labor de los hermanos Matt y Ross Duffer, que vienen de trabajar en Wayward Pines, que además de ser los creadores de la serie tuvieron a su cargo la dirección de seis episodios, los cuales conducen con buen pulso. Los otros dos recayeron en manos de Shawn Levy (Real Steel, Night at the Museum), quien consigue una de las labores más satisfactorias de su carrera. Con guiones sólidos, una banda sonora excelente y la atmósfera ideal, se termina de consolidar una de las grandes series de este 2016, al estilo de una carta de amor a una de las mejores décadas del cine.
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