Glorificación de la violencia, un sentido homenaje al cine de antaño, perfecta musicalización de escenas, tomas largas y travellings, inolvidables conversaciones sostenidas alrededor de una mesa, un incipiente fetiche por los pies femeninos: esto es el mundo del adorado Quentin Tarantino. Por mucha grieta que se note entre la crítica especializada y el público corriente, él siempre fue garantía de calidad, aunando dos mundos en apariencia irreconciliables desde hace 27 años. No será uno de los directores más prolíficos de Hollywood, pero cada nuevo proyecto es motivo de celebración, por lo cual tomamos como excusa el estreno de su novena película Once Upon a Time in Hollywood para revisar los motivos del porqué el cine de Quentin es tan alabado mundialmente.
Reservoir Dogs (1992)
Tarantino entró a las vidas de todos de una manera muy particular, durante el Festival de Sundance de 1992. La película que había gestando desde su paso por un videoclub, tomó la forma de un neo-noir/robo peligroso y se convirtió en lo más hablado de dicho evento, lo que llevó a los estudios Miramax a adquirirla para su distribución comercial. Desde el minuto uno sabemos que estamos frente a una joya diferente cuando el grupo de protagonistas -todos trajeados y de armas tomar- desayuna en una cafetería y el tópico de discusión es sobre los temas subyacentes en «Like a Virgin», la canción de Madonna. Una conversación impensada para una película impensada, cuyo pensamiento lateral la hace grandiosa, Reservoir Dogs nos dio una primera probada al mundo Tarantino (violencia criminal, referencias culturales, profanidad y expletivos a flor de piel, narrativa no-lineal) y el mundo quedó con ganas de más. Un fascinante y magnético Harvey Keitel, un jovencísimo Tim Roth, un Steve Buscemi antológico y un guapo pero desequilibrado Michael Madsen componen a esta parva de criminales a sueldo en los minutos previos y posteriores a un asalto de diamantes que sale horrorosamente mal y los deja desamparados y malheridos -a aquellos que sobreviven al mismo, claro-. Nunca vemos el atraco en sí, sino sus consecuencias, y lo que en su momento fue un problema presupuestario para el director se ha vuelto una fortaleza única, que ayudó a redefinir el cine independiente tal cual se conocía en la época. Con un puñado de carbón, Tarantino le imprimió fuerza y lo convirtió en un pequeño diamante en bruto, que al día de hoy sigue vigente.
Pulp Fiction (1994)
Dos años después de cautivar a Sundance, Quentin regresó con una historia y un presupuesto más ambicioso. En lo que para muchos es el Santo Grial en la carrera del director, Pulp Fiction lleva la estructura no-lineal hasta nuevas alturas, con las historias cruzadas del mundo criminal de Los Ángeles donde todo lo que puede salir mal, saldrá mal. Con duplas y momentos para la posteridad entre los asesinos trajeados de John Travolta y Samuel L. Jackson, la noche de juerga entre Travolta y la diosa Mia Wallace de Uma Thurman, o el boxeador de Bruce Willis junto al rudo gángster de Ving Rhames, Pulp Fiction se convirtió en un fenómeno imposible de frenar, que elevó a la cima a Tarantino con una historia y un guión totalmente dementes, cuyas escenas todavía se hablan al día de hoy, 25 años después. No por nada la película ganó la Palma de Oro en el Festival de Cannes en 1994, se convirtió en todo un suceso taquillero que revitalizó la carrera de Travolta, a la vez que impulsó las de Jackson y Thurman, con sendas nominaciones al Oscar por sus actuaciones. Que el asalto a la cafetería, que el maletín con contenido casi mítico, que el bailecito de twist de Mia y Vincent, que la sobredosis de droga y el rescate con adrenalina, hemos hablado y teorizado sobre ellos al hartazgo, y nunca nos cansaremos. Pulp Fiction es una comedia negra sin igual. Y si Reservoir Dogs presentó al enfant terrible de Hollywood, con su segunda película nos demostró el potencial que tenía guardado, esperando a liberarlo con toda la furia.
Jackie Brown (1997)
Para muchos, la más ignorada del currículum de Quentin, para otros su película más sublimada, madura y atrapante. Confieso que es la primera vez que la veo, y me dejó maravillado, sobre todo por sus actuaciones. De todas sus historias, es la única que el director no firmó sino que adaptó de una novela de Elmore Leonard, uno de los reyes del noir americano. Jackie Brown es un film de traiciones y personas a la deriva, con personajes fuertes, carismáticos y pensativos, todos enrevesados en un mismo objetivo: hacerse con un cuantioso botín de dinero. Un homenaje al cine de blaxploitation de los años ’70, con la líder de dicho movimiento como protagonista -una luminosa Pam Grier, quien también vio su carrera rescatada por QT-, Jackie Brown tiene un formidable elenco que tiene entre filas a Samuel L. Jackson, un apático Robert De Niro, el cordial Robert Forster -que también volvió al ruedo después de esta-, la picante Bridget Fonda y un apetecible Michael Keaton que derrocha facha post-Batman. Quizás se extienda demasiado, o de muchas vueltas sobre el mismo eje, pero Jackie Brown tiene una brutal mujer al frente de todo que ante la situación se empodera y le da vuelta y media a los criminales para los que trabaja. No será la Novia de su próximo proyecto, pero las mujeres recias nunca escasearon en el universo Tarantino.
Kill Bill, Vol. 1 (2003) y 2 (2004)
Con Kill Bill es donde mi amor personal por Tarantino se hizo corpóreo. Sí, la venganza de Beatrix Kiddo (una monumental Uma Thurman que lo dejó todo para el papel más importante de su carrera) quizás sea partes iguales pastiche y homenaje al cine de artes marciales oriental, al cine samurai, al grindhouse y al spaghetti western, pero la suma de sus partes es tan brillante como disfrutable al máximo. Nadie empieza una película con un hombre disparando a quemarropa a una embarazada -hoy en día ya no le calzaría el calificativo de polémico- pero es un disparo de largada (ejem) a una de las venganzas más agotadoras y gratificantes del cine moderno. Tras un coma prolongado y con el estómago vacío (ya alguien que me frene con estas bromas) la Novia teñida de sangre se recupera y comienza a tachar nombres de su lista, aquellos que alguna vez fueron colegas y la dejaron en este estado, hasta llegar a la cima de la misma: Bill (David Carradine). El variopinto escuadrón asesino está compuesto por Lucy Liu, Vivica A. Fox, Daryl Hannah y Michael Madsen, cada uno con su momento de gloria enfrentando a la sangrienta cruzada de la protagonista durante los dos volúmenes en los que fue estrenada Kill Bill, en 2003 y 2004 respectivamente. Luego de un cliffhanger para el infarto en el Volumen 1, y tras la carnicería visceral acaecida en dicho episodio, el Volumen 2 centró su atención en el final de la venganza, quizás no del modo que todos pensábamos, pero de la manera que necesitábamos. Ambas partes son un Ying y Yang, una oda al cine de acción que todavía resuena en la mente colectiva.
Death Proof (2007)
¿Puede divertir tanto la muerte ajena? ¿Puede una primera parte por demás misógina redimirse catárticamente con una segunda parte totalmente en control femenino? Puede, y así lo comprobó Quentin con Death Proof, la otra mitad de ese experimento fallido llamado Grindhouse en 2007, junto a la Planet Terror de Robert Rodriguez. Con una maquiavélica interpretación del villano Stuntman Mike de parte de Kurt Russell, este homenaje que hibrida el slasher, el cine de autos preparados de los ’70 y la peligrosa labor de los dobles de riesgo sigue a dos grupos diferentes de mujeres siendo acechadas por un salvaje que utiliza su auto a prueba de muerte para cometer atroces hechos de carnicería en cuatro ruedas. El primer grupo de chicas compuesto por Sydney Tamiia Poitier, Jordan Ladd, Vanessa Ferlito y Rose MCGowan son los corderos de sacrificio, mientras que Mike comete el error de subestimar al equipo en la segunda parte, donde las aguerridas Rosario Dawson, Tracie Thoms, Mary Elizabeth Winstead y la sensacional Zoë Bell (que se interpreta a si misma) contraatacan cuando se las ven negras. Death Proof es un goce a mil kilómetros por hora, con diálogos estrafalarios, una dirección estupenda y uno de los placeres menos comprendidos en la lista del director, uno totalmente culposo de quien les escribe, que no dudaría en verla una y otra vez.
Inglourious Basterds (2009)
El camino por el revisionismo histórico de Quentin comenzó con esta fabulosa épica bélica en donde las líneas de lo real y lo imaginario se trenzan con un elenco estelar. Con la apabullante introducción del coronel Landa del eximio Christoph Waltz y el protagónico del teniente Aldo Raine del carismático Brad Pitt, se abrió un nuevo capítulo en la filmografía del cineasta, donde la transgresión histórica se complementaría de perlas con la osadía violenta característica de QT. Mélanie Laurent, Michael Fassbender, Diane Kruger y Daniel Brühl, entre otros, forman parte de este ensamble casi imposible que confluye en esta venganza judía frente a la Alemania Nazi en un final coherente y rico en matices, donde se rasga la tela de lo posible para dar paso a lo que creíamos imposible. Cuando no reina el suspenso, se coquetea con el humor negro y lo bizarro, para dar paso a la acción pura y dura, para luego girar y confluir una vez mas en los mismos tópicos mencionados anteriormente. Es la Segunda Guerra Mundial bajo la lupa de Tarantino, una combinación que no sabíamos que necesitábamos hasta Inglourious Basterds.
Django Unchained (2012)
No es secreto alguno que el tío Quentin adora el spaghetti western, una de las grandes influencias en su filmografía, y con Django Unchained le da rienda suelta a sus fantasías del Oeste más salvajes en un film que rebosa hectolitros de sangre y carcajadas a partes iguales. En el marco de la época pre Guerra Civil americana, y durante dos horas y media que uno no quiere que terminen más, Tarantino narra una historia de esclavitud, venganza y redención utilizando como faro guía al Django de un excelente Jamie Foxx, acompañado de su nuevo mejor amigo y compañero de batallas, el estrambótico y correcto Dr. King Schultz -otra vez Christoph Waltz, cuyo papel le valió un nuevo Oscar como Actor de Reparto en una peli de Tarantino-. Como no podía ser de otra manera, la brutalidad -marca constante en todos los trabajos del director- se hace presente de una manera cruenta y despiadada, tan sólo desenfocándose cuando el espectador ya ha sufrido demasiado y necesita un descanso. Sorprende gratamente el ridículamente serio y lleno de aspavientos Monsieur Candie de Leonardo DiCaprio, eclipsado solamente por el taimado sirviente Stephen de un agradablemente irreconocible Samuel L. Jackson, a quien el papel le sienta de perlas. La ultraviolenta revisión histórica se ha convertido en la película más taquillera del director al momento, que presenta un brutal festín de sangre, violencia y risas como sólo Quentin Tarantino nos puede brindar. Y demostrando que, como los buenos vinos, mejora y afina sus artes con cada año que pasa.
The Hateful Eight (2015)
The Hateful Eight es la viva prueba de que Quentin Tarantino vive en su mundo particular, uno que se nutre de tantas referencias cinéfilas que su propia filmografía ya se entremezcla en este mundo, creando una metareferencialidad increíble. Un western como ningún otro, perverso, sangriento, que no responde a ninguna ley del género excepto las propias reglas del mundo de Quentin. Es obviamente un festín para el fanático acérrimo del director, con todas sus virtudes y falencias ahora bien visibles debido a la megalomanía de un director que le escapó y le sigue escapando a toda clasificación. Los selectos personajes le hacen honor al calificativo de odiosos presentado en el título. No hay personaje que se gane la simpatía total de la platea. Si hay testamento alguno de las capacidades de construir un guion bien formado que tiene Tarantino, eso es la de convertir bastardos en verdaderos shows de lucimiento para todos los involucrados. Los ocho personajes del título acerca a reincidentes en las obras de QT (Russell, Jackson, Madsen, Roth) mientras que los nuevos están liderados por Walton Goggins, Bruce Dern, Demián Bichir y la explosiva Jennifer Jason Leigh, completamente desatada, todos reunidos bajo un mismo techo y durante una feroz tormenta, que los pondrá los unos frente a los otros en una de las propuestas más teatrales que Quentin haya ingeniado. Con muchas pizcas similares a Diez Negritos de Agatha Christie pero con toda la impronta del director, The Hateful Eight quizás peque de excesiva y de ser un monumento onanista del propio Tarantino, pero no por ello deja de ser un festival imperdible para aquellos que saben que el buen Quentin siempre ofrece lo mejor de sí, y a veces se le va la mano.
Son ochos películas las que componen la filmografía numerada de Quentin Tarantino, muy diferentes entre sí, pero hermanadas por un mismo precepto: bajo el mismo techo sangriento, brutal y verborrágico, las reglas salen disparadas por la ventana desde el minuto que uno de sus personajes abre la boca. No es un cine para todos los gustos, pero aquellos que entren en el juego que propone QT saldrán maravillados por el amor profeso por el viejo Hollywood que tiene un director muy puntilloso y bravo. No podemos esperar a ver qué sale de su inminente Once Upon a Time in Hollywood con todo este maravilloso prontuario.