Cuando se habla sobre los destacados cineastas americanos que surgieron en la década de los ’90, poco se suele mencionar la impresionante trayectoria de James Mangold y su sólido crecimiento. Además de sostenerse siempre en un nivel que algunos de sus contemporáneos jamás llegaron a rozar, se permitió explorar diferentes géneros, estilos y temas, siempre siendo la calidad su máximo sello de identidad. Por eso, y con motivo del estreno de la impresionante Ford v Ferrari -una de las grandes películas del año-, merece la pena recordar con detenimiento sus 10 primeros trabajos, que van desde una desoladora ópera prima que se estrenó en el festival de Sundance, hasta un western crepuscular que sirvió como despedida para uno de los personajes más queridos de la pantalla grande.
Heavy (1995)
Presentar la que será la ópera prima de un director y guionista es, para muchos, el paso que decidirá el rumbo de sus carreras. Pero, si hay algo claro, es que debe ser personal. Y así fue el caso del debut de Mangold, quien se basó en un compañero de clase para esbozar a un protagonista que, a diferencia de los que poblaban las películas de los ’90, sufre por su propia apariencia, su mirada estólida y un andar inestable que lo hace deslizarse por las escenas, intentando pasar desapercibido. Pero cuando este hombre interpretado con delicadeza por Pruitt Tylor Vince conoce a Callie -una Liv Tyler que recién encaraba su segundo trabajo-, la nueva empleada de la desprolija taberna de su madre, intentará apaciguar sus inseguridades para estar ella.
Lo que sobre el papel se escucha como un cálido drama romántico -algo que el director ya haría en el futuro-, en realidad es un melancólico estudio de personaje, uno que siempre se siente aterrizado y por el que no queda mayor remedio que empatizar. Sus fantasías, sus miedos, sus sueños, el guion del cineasta se encarga de retratar a fuego lento a un personaje completamente verosímil, y cuando uno creería que alcanzó su punto más bajo, su historia da cierre con una nota esperanzadora, dando cuenta del grandioso control de Mangold sobre su narración.
Cop Land (1997)
Después de un drama tan modesto como franco, ¿cuál sería el siguiente paso lógico para Mangold? Un oscuro film policíaco con cuatro grandes al frente como lo son un comprometido Sylvester Stallone, Robert De Niro -que venía de trabajar con Martin Scorsese y Quentin Tarantino-, Ray Liotta y Harvey Keitel. El cambio de escala fue palpable, pero las intenciones se mantenían vigentes: impulsar una película con un personaje que no cuadrara con los estereotipos de la época. Y aunque el fichaje de Stallone pueda hacer pensar lo contrario, este se apasionó tanto por el proyecto que subió más de 20 kilos para su papel, además de cobrar una paga mucho menor a las que acostumbraba la estrella de First Blood. El resultado: uno de los mejores papeles del actor, además de un efectivo film de género que confirmaba a su director como un talento ecléctico.
Así pues, la historia del sheriff de un lugar aparentemente tranquilo que se ve inmerso en un sistema corrupto hasta la médula funcionó para establecer la pasión que Mangold siente hacia los westerns, ofreciendo una historia que bien podría ser una versión moderna de un cuento del Viejo Oeste. Lo demás habla por sí solo y, teniendo al inspirado cuarteto de aclamados actores, es inquietante que no se hable más sobre Cop Land.
Girl, Interrupted (1999)
Las inquietudes de Mangold por explorar temas relacionados a la salud mental se hacen visibles desde su primera película pero, a la fecha, ninguna se ha empapado tanto como la protagonizada -y producida- por Winona Ryder. Curiosamente, fue la actriz quien tuvo que llamar al cineasta para que se encargue de la dirección, y aunque este tenía dudas respecto a abocarse al proyecto, su presencia es la que termina por hacer potable la turbia crónica sobre el caso real de Susanna Klayne. Solamente bastó un agradable despliegue de buenas ideas en pantalla y un reparto totalmente femenino que llenó a la película del corazón que necesitaba.
Pero, además de siempre elegir la canción adecuada para potenciar sus obras -Mangold tiene un excelente gusto musical-, se le debe atribuir que es un impecable director de actores. Es complicado encontrar una actuación mala en sus películas, y aunque Ryder brille como la cándida protagonista, es Angelina Jolie quien entrega uno de sus papeles más memorables, encontrando el equilibrio entre la vulnerabilidad de su personaje y su frialdad. Meses después de su estreno, Jolie se encontraba levantando la estatuilla de oro, convirtiendo el nombre del cineasta en uno increíblemente solicitado.
Kate & Leopold (2001)
Quién diría que Hugh Jackman, el entonces protagonista de una comedia romántica con tintes de fantasía, más tarde volvería a cruzar caminos con Mangold para un proyecto totalmente distinto. Pero mientras que el actor recién había entregado su primera aparición como Wolverine, el director lo fichó para ser un duque de nombre extenso que, para efectos prácticos, es llamado Leopold. Por otra parte está Meg Ryan como Kate y, aunque ambos personajes tienen bastantes cosas en común, hay algo que los separa considerablemente: viven a dos siglos de diferencia. Pero cuando una rasgadura en el tejido del tiempo los reúne -así es-, comenzarán una relación que solo se puede describir como curiosa, aunque ciertamente encantadora.
El libreto es el primero que Mangold escribió con alguien más, siendo el guionista Steven Rogers quien utilizó su experiencia en el género para componer una película que jamás sale de los arquetipos, pero que los aprovecha tan bien como a su dupla protagonista para entregar un inocente entretenimiento. Quien sale mejor parado es Jackman que, pese a verse sometido a una importante cantidad de los repetitivos chistes del «pez fuera del agua», aprovecha su arrollador encanto para hacer efectivos a la mayoría de ellos.
Identity (2003)
Intentar copiar el estilo de Agatha Christie es un error en el que un sinnúmero de autores han caído, entregando decenas de ejemplos de por qué es complicado hacer un whodunit en condiciones. Y los primeros minutos de Identity, que están cargados de agresivos cortes e historias individuales que lentamente van convergiendo, hace a cualquiera temer que se trata de un previsible ejercicio de suspenso. Pero, cuando se cree que por fin las opciones del culpable se reducen -y que uno tiene la hipótesis correcta-, el libreto escrito por Michael Cooney da un giro que hace del resto de sus 90 minutos un delirio tan entretenido como tenso, convirtiendo a sus 10 «sospechosos» en víctimas de un impredecible juego cargado de originalidad, uno que sale airoso gracias a su efectivo reparto.
Poco más se puede detallar sin que se arruine la experiencia, una que merece ser vivida desde su ágil planteamiento, hasta un final tan desconcertante como memorable.
Walk the Line (2005)
Ya fue imposible no mencionarla en el recuento de las 10 grandes actuaciones del genial Joaquin Phoenix, pero el mismo hilo temático causó que no se hiciera mención de sus otras dos virtudes: el incomparable conocimiento de Mangold sobre la vida y obra de Johnny Cash, y la inspirada Reese Witherspoon, cuya June Carter sería mencionada en otra lista sobre sus mejores trabajos. Como el mencionado «whodunit», las películas biográficas tienden a caer dentro de ciertos arquetipos que las vuelve rutinarias, pero en el caso de Walk the Line su grandiosa dirección es el bello envoltorio para dos personajes principales que comparten una química capaz de cargar con cualquier proyecto.
Las guitarras siempre suenan en las películas de Mangold, y ninguna se escucha con mayor fuerza que la de Cash, cuya vida y relación con Carter son material suficiente para una película cargada de emoción. Mucho se habla sobre los siempre expresivos rostros de Phoenix y Witherspoon, pero su incomparable trabajo con las voces y el canto es lo que hace al proyecto digno de los galardones.
3:10 to Yuma (2007)
No hay otra forma de verlo: 2007 fue el último gran año para el western, que se hacía ver más vivo que nunca con las fantásticas The Assasination of Jesse James by the Coward Robert Ford y No Country For Old Men. Y Mangold, que tanto adora al género, logró aportar su granito de arena con 3:10 to Yuma, la cual perdió sus no pocas posibilidades para competir por un galardón gracias al estreno de las antes mencionadas. Por lo demás, quedó como una sólida remake de la película homónima de 1957, una que hacía gala de un reparto en estado de gracia, especialmente el equipo conformado por Ben Foster, Peter Fonda, Rusell Crowe y Christian Bale, marcando su primera colaboración con la ahora estrella de Ford v Ferrari.
No obstante, el desarrollo de la película no fue sencillo, y aunque los planes para arrancar la producción comenzaron desde 2003 -con Tom Cruise y Eric Bana ligados-, no fue hasta tres años después que avanzaron, ahora con los solicitados Bale -este viniendo del éxito de Batman Begins– y Crowe. Y el rodaje no fue menos volátil, pues el primer día de filmación ocurrió un lamentable accidente que mandó a un jinete al hospital, mientras que su caballo se tuvo fue sacrificado en el mismo set. En consecuencia, la American Humane Assosiation comenzó una investigación, pero fue finalmente dejada a un lado al determinarse que el equino no respondió correctamente a su entrenamiento.
Knight and Day (2010)
Basta un director como Mangold para sacar un proyecto del temido «infierno de desarrollo», un estado donde la entonces titulada Wichita casi fue protagonizada por Adam Sandler. Pero, finalmente, se resolvió en fichar a una dupla que resultó ser totalmente ganadora: Tom Cruise como un ex soldado que pocas cosas hace mal, y Cameron Diaz como una restauradora de autos que se ve atrapada en una aventura sin igual. Su argumento, aunque innegablemente sencillo, es un efectivo motor para una película que se mueve a toda velocidad, que va con pericia entre sus escenas de humor y las de acción, estas perfectamente ejecutadas con pericia por el cineasta. Knight and Day es sumamente entretenida, pero estuvo lejos de convencer a la crítica y, pese a sus dos estrellas, a la taquilla.
Cruise puede llegar a ser un excepcional vehículo de humor, y su relación con la también carismática actriz es tan solvente como divertida. Puede que Mangold se haya alejado totalmente de la sobriedad de sus anteriores dos obras pero, incluso encarando un tanque en estado puro, sabe entregar algo que se destaca por méritos proprios.
The Wolverine (2013)
Mangold comprendió que, para hacer una película que supere el desempeño de la infame X-Men Origins: Wolverine, el paso correcto sería dotar a su protagonista de vulnerabilidad, una que terminó de explorar con plenitud en su siguiente película. Poco se habla sobre su sobresaliente diseño de producción y algunas inspiradas set pieces, como la pelea encima de un tren que va a toda velocidad, que la hacen un viaje que se disfruta con atención. Pero, en el fondo, el estilo del cineasta lucha contra una película que debe aceptar su naturaleza de film de superhéroes, uno que arranca como un atrapante drama y que, para el tercer acto, deriva en un sencillo festival de CGI que se aleja del hasta entonces emocionante recorrido a Japón. Sin embargo, su primera escena, aquella que sitúa Logan a las cercanías del ataque nuclear a Nagasaki, es un perfecto prólogo para una historia que supera a la mayoría de sus compañeras de franquicia.
Además, Jackman entrega una actuación totalmente comprometida, que aunque carece de los rasgos de vejez que tanto luce en Logan, su conflicto es siempre palpable gracias a su inmensa presencia en pantalla. Y al final, con buenos resultados en crítica y taquilla, parecía obvio que el camino a tomar sería uno con mayores libertades, aquel que por fin reuniría varios de los temas palpables en la carrera del cineasta para darle un último adiós al mítico héroe.
Logan (2017)
La violencia siempre será inherente a Wolverine, un alma en desgracia cuya mayor virtud es su mayor maldición: envejecer a un ritmo que no ha hecho más que ver como sus seres queridos van y vienen. Por eso, el último viaje de Logan para sentar las bases del futuro es tan cautivador como emocionante, dándole una relación de padre e hija con Laura (Dafne Keen) y, a su manera, una muy similar pero aplicado al por momentos paternal Charles Xavier de un enorme Patrick Stewart. Su acción es cruda y, cuando queda claro que las apuestas son muy altas, las repercusiones llegan con el mismo dolor de su protagonista, que se va con una trágica señal de victoria, encontrando lo que su larga vida jamás le dio. Poco se puede decir de Logan que no se haya comentado ya, pues solo se puede reconocer que sus incuestionables triunfos ensombrecen sus fallas.
Impulsarse con la clasificación restringida fue lo adecuado, y empaparse del espíritu de los sombríos westerns -y un poco de Old Man Logan– fue clave para darle un tono más adulto al film, que demolió a las audiencias y cumplió las intenciones de Jackman con el personaje. Hay que saber irse en el momento adecuado, y pocos personajes han tenido una despedida tan digna como la del querido Logan, quien se fue al ritmo de la inquieta guitarra de Johnny Cash.
Y para ustedes, ¿cuál es su película favorita de James Mangold?