The Prom: un rimbombante musical que canta y baila a la inclusión

Una chica de Indiana no puede ir a su graduación porque quiere ir con su novia, y un grupo de actores de Broadway acude a su rescate.

Suele suceder que a finales de cada año, con la justa anticipación para la temporada de premios, algún musical deslumbrante se destaca entre la lista de estrenos. En este 2020, Netflix es el encargado de traernos una comedia llena de canciones, estrellas danzarinas y diálogos románticos y edulcorados hasta empalagar. Porque The Prom, una adaptación bastante fiel de la homónima obra teatral, no se priva de clichés, coreografías frenéticas y personajes exaltados. Pero cuando a su director y elenco les sobra talento, carisma y atrevimiento, el resultado es óptimo y pegadizo.

Su primera puesta en escena data del 2016 en Atlanta, para debutar dos años después en la competitiva Broadway donde fue aclamada por la crítica. Pero el salto a la pantalla grande de The Prom fue gracias a su director y activista gay Ryan Murphy (Glee, American Horror Story) cuando, al cerrar su millonario acuerdo con Netflix para producir contenido exclusivo para la plataforma, la adaptación de este musical se convirtió en una de las propuestas más interesantes del trato, especialmente al anunciar un elenco protagónico de renombre: Meryl Streep (Mamma Mía, The Devil wears Prada), Nicole Kidman (Moulin Rouge, Big Little Lies) y James Corden (Into the Woods, The Late Show) a la cabeza de una comedia musical enfocó las luces hacia el proyecto. Y con razón, porque brillan a pura gracia en una película que no se logra despegar del todo de una puesta teatral, a pesar de ser dinámica y moverse a un ritmo imparable.

Chad Beguelin y Bob Martin, guionistas de la versión fílmica y autores del original, cuentan una historia clásica y altruista con una temática actual: Emma Nolan, interpretada con frescura por la debutante Jo Ellen Pellman, es una joven lesbiana de 17 años que quiere presentar a su novia en el baile de egresados pero la Junta de Padres intenta prohibirlo. En su ayuda acudirá un grupo de actores cansados de fracasar en Broadway, que buscan repuntar sus carreras al apoyar la causa de esta adolescente que se enfrenta sola a una comunidad prejuiciosa e intolerante, representada en la fría Sra. Greene, una convincente Kerry Washington (Django Unchained, Little Fires Everywhere). La música que compuso Matthew Sklar con letras de Beguelin refuerza esa sensación de estar en el teatro: ritmos enardecidos, baladas hiperrománticas y confluencia de estilos eclécticos que hemos visto en los más clásicos musicales. Pero no es que suene a repetido, sino que más allá de la fábula todo lo artístico está a disposición de un fuerte homenaje al género.

Para esto sirve la irrupción de estos actores que revoluciona y complica la historia a medida que avanza, llena de lugares comunes pero con dulzura y mucho color. Como es costumbre en las producciones de Murphy, el arte, la paleta de colores y los vestuarios son impecables, modernos y encendidos. El humor es irónico pero también naif, todo es pomposo e intenso. La Dee-Dee Allen de Meryl y el Barry Glickman de Corden, estereotipos de artistas frívolos y egocéntricos, parecen sobreexcitados pero lo hacen con tanto desparpajo y entrega que cumplen y conmueven así como la corista Angie de Kidman logra lo que siempre hace Nicole: cautivar con su belleza. Completa el cuarteto un simpático Andrew Rannells (The Boys in the Band) encarnando al actor y camarero Trent Oliver. Además, el director de la escuela donde acaecen los sucesos interpretado por Keegan-Michael Key (Friends from College) consigue uno de los momentos de mayor identificación para los amantes de estas producciones.

Porque plagada de referencias y chistes, pero también de coreos y estilos que rememoran la comedia musical más tradicional, con una tenaz impronta bobfosseana, la película presenta una trama con contenido social para desplegar con excitación un homenaje a la comedia musical. Y funciona, porque el mensaje de aceptación y tolerancia si bien es un poco superficial también es firme y honesto, actual e incluso necesario. Y no pretende ser más de lo que es: una comedia musical con canciones alegres y motivadoras que alza su voz y su «zazz» para ofrecerse como vehículo de un ideal y un propósito. Así como sus personajes, el film abraza una causa para desenvolverse y brillar, lo que logra gracias a sus talentosos protagonistas. Tal vez no innova ni renueva el género, pero logra su cometido de transmitir emoción y optimismo.

 

 

 

 

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Javier Houriet

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