¡Adiós, 2021! Muchos no lo vamos a extrañar, ¿verdad? Sin embargo, el inicio de un nuevo año y el optimismo que viene con la promesa de 12 nuevos meses que -ojalá- estarán cargados de muy buen cine, invita a recordar lo mejor que hubo en materia de estrenos. Claro, no pude ni de cerca ver todo lo que me hubiera gustado, Red Rocket, The Lost Daugter, The Tragedy of Macbeth, The Worst Person in the World, Drive My Car, y una lista enorme de títulos me hicieron falta. Así pues, las películas aquí mencionadas -que no están en ningún orden- son las 10 que más me gustaron. También, mencioné unas pocas más que me parece valen la pena, al menos como recomendaciones porque siempre vale la pena celebrar lo que nos gusta.
La mejor aventura del año viene con David Lowery como anfitrión y un inmenso Dev Patel como guía principal. Esta adaptación del poema de Sir Gawain y el Caballero Verde es de esas películas que atrapan a los pocos minutos gracias a su imponente fotografía, su demoledora música y sus dedicación al introducirnos a un mundo que escena a escena se hace más misterioso y fascinante. Pero eso no es todo, pues Lowery además se luce haciendo el trabajo de desmitificar a la par que rinde justicia a las leyenda arturianas, poniendo a un hombre sumamente imperfecto en medio de una misión mortal donde Gawain avanza a la sombra de la grandeza de los míticos caballero medievales. Además, tiene una de las mejores secuencias finales del año, un brillante homenaje a The Last Temptation of Christ.
Si esto fuera un Top 10, esta estaría bien en lo alto. Nicolas Cage le da cara a uno de los dramas más meditativos del año, con el actor como un ex-chef en duelo al que lo único que le queda es su ahora desaparecida cerdita. La búsqueda es pausada, casi contemplativa, contrariando las expectativas que se tienen de los proyectos a los que Cage suele adentrarse. Su loco estilo se convierte en una profunda melancolía, el motor perfecto para que entregue una de las mejores actuaciones en su carrera; te quita el aliento cuando su personaje, un mítico cocinero de nombre Robin Feld, se encuentra -y demuele- a uno de sus viejos discípulos, y te rompe el corazón cuando su viaje está llegando a su fin.
Muchos esperaban una clásica historia de venganza como las que se han vuelto a popularizar tanto en los últimos años, pero Pig demuestra con fragilidad ser mucho más que eso gracias a su inolvidable reflexión sobre la pérdida.
Mads Mikkelsen y una tragicomedia de perturbados personajes que intentar darle sentido al injusto caos que es la vida, a veces eso es todo lo que necesitas. Cuando Anders Thomas Jensen se junta con el querido Mads, todo sale bien, y Riders of Justice es la prueba final de que ambos componen una de las duplas más emocionantes en el cine danés. Con un papel que lo confirma por milésima vez como un talento bastante versátil, el actor de Another Round se ve inmerso en una trama que maneja a la perfección sus tonos, pues hay un poco de todo aquí, desde las secuencias de acción donde hay una fuerza imparable en medio, hasta un humor bastante negro que observa indiferente la desgracia de sus desaliñados protagonistas, un grupo tan irreverente como especial que cuesta dejar al comenzar los créditos.
Con permiso de Villeneuve y sus incontable secuencias de naves transitando Arrakis, Steven Spielberg es quien firma el mayor despliegue técnico del año, una belleza visual que prueba que solo hacía falta el mejor director de Hollywood para justificar el regreso a las inmortales composiciones de Leonard Bernstein. El año fue uno especialmente importante para el género musical, y no hubo mejor forma de cerrarlo que con estas ambiciosas coreografías, que hacen una unión perfecta con el estilo del cineasta para contar una vez más la Shakesperiana historia del choque cultural devenido en tragedia de los Jets y los Sharks; puntos extra para una Ariana DeBose que está impresionante en el papel de Anita.
Para mí, lo mejor de Spielberg en muchísimos años.
Jane Campion está de regreso y con un western atípico que es todo un logro. No hay mayor placer que el ver cómo un personaje se va desenvolviendo en pantalla, desde las primeras impresiones hasta sus más profundas revelaciones, y eso es exactamente lo que sucede con el Phil Burbank de un inmejorable Benedict Cumberbatch, un hombre que añora un amor secreto que ya se fue y que vive bajo la imagen del cowboy rudo y áspero. Pero todo es más de lo que aparenta y la perfecta fotografía -cargada con algunas de las mejores imágenes del año, todas llenas de doloroso significado- de Ari Wegner nos muestra lenta y sutilmente los secretos de la casa Burbank, hasta llegar a un trágico e impactante final donde todas las tensiones llegan a su punto máximo y se resuelven con el mismo silencio que se plantearon.
No es ningún secreto que Ridley Scott es un grandísimo director, siempre intentando aprovechar lo máximo de los libretos con los que trabaja, aunque no todos estén a su altura. Lo que sucede cuando se cruza con un grandísimo guion es una de las mejores películas del año y el que bien podría ser su mejor trabajo desde la efectiva The Martian. Fue de las primeras que pude ver en pantalla grande este año -y en una sala sorprendentemente llena- y ver el combate final fue una experiencia electrizante, pues Scott sabe como pocos el cómo filmar una escena cargada de tensión y que viene tras más de dos horas de drama perfectamente creado, con tres perspectivas -y solo una de ellas verdad- que construyen una narrativa atrapante y de alta relevancia para los tiempos que corren.
Jodie Comer entrega una actuación que merece todos los premios y el resto del elenco, Matt Damon, Adam Driver y Ben Affleck, están mejor que nunca con sus sutiles cambios conforme a la versión de la verdad en pantalla.
Era obvio que la película más divertida del año iba a venir del equipo detrás de Spider-Man: Into the Spider-Verse, ahora con la dupla de Phil Lord y Christopher Miller colaborando con el director Michael Rianda (Gravity Falls) en su maravilla animada más reciente. Decir que el estilo de animación es excelente sería decir lo obvio pues no se espera otra cosa de estos nombres, pero donde realmente destaca es en el enorme corazón y cuidado que le tiene a sus protagonistas, una familia desconectada que, cuando la tecnología se revela contra la humanidad, deberá estar unida. Destaca ese gran personaje que es Kate Mitchell, quien además es la excusa perfecta para que el relato -el cual viene contado con un dinamismo espectacular- desborde estilo y cinefília en todo momento. Por favor, más proyectos de estas personas.
¿Una de mis actuaciones favoritas del año? Kristen Stewart como Lady Di. La actriz lleva años demostrando el enorme talento que es, pero este es quizás el vehículo más efectivo que ha tenido en toda su carrera para confirmarlo. Esto porque la cámara de Pablo Larraín está perdidamente enamorada de su protagonista, quien es sometida a un fin de semana con la Familia Real. Lo que sigue es un sombrío -aunque muy elegante- choque entre la princesa y la corona, y todos sabemos quién tiende a salir ganando. Tiene un ritmo lento pero eso es porque la película prefiere construir con delicadeza a esa enorme jaula que es la Casa de Windsor para después adentrarse en la psicología de Diana, su ansiedad y silencioso sufrimiento.
En agradable blanco y negro es que se presenta la que quizás sea la película más cálida de la lista. Joaquin Phoenix como Johnny, un periodista radiofónico que viaja a lo largo de Estados Unidos para entrevistar a jóvenes sobre el futuro, es su papel más cautivador y emocionante desde Her. Estamos acostumbrados a ver a Phoenix bajo cierta capa de volatilidad, pero en la nueva obra de Mike Mills se permite ser vulnerable -y muy humano- para fungir como el acompañante perfecto de Woody Norman, quien interpreta a su joven sobrino a quien Johnny tiene que cuidar cuando la salud de su padre se complica. Es todo un viaje, uno que funciona gracias a la magia de esa relación entre tío y sobrino, con los dos actores en un nivel muy especial y una carga muy reflexiva sobre la infancia y su relación con el pasado y el futuro.
¡A mí me gustó mucho! La -muy loca- primera hora puede llegar a ser pesada, después de todo los temas musicales que más adelante serán tan importantes recién se están planteando, pero lo que resta es un muy potente musical que aprovecha de manera maravillosa las composiciones de Sparks. Adam Driver vuelve a sorprender en un papel más demandante de lo que aparenta, Marion Cotillard está excelente y su espectacular voz regala alguna de las mejores canciones de la película –We Love Each Other So Much y Girl From the Middle of Nowhere, dentro del contexto, qué bien funcionan- y la MVP Baby Annette es justo la tierna figura que un proyecto tan excéntrico necesita. Mención aparte para Simon Helberg, que con solo una escena -la del conductor de orquesta y la cámara giratoria- se roba la película.
Malignant: ¡James Wan desatado! El malayo tenía que desintoxicarse tras su paso por el horror que atrae masas y los blockbusters taquilleros, y lo hace con un desquicio diabólico que estoy seguro de que Sam Raimi adoró ver en la sala de su casa. Gloriosamente divertida con un giro extraordinariamente loco, la película es un recorrido por la mente de su director, que junta su placer por el género -desde el slasher hasta un poco de giallo- con su destreza detrás de cámara, culminando en un cierre que es un placer ver una y otra vez.
Benedetta: Qué grande es Paul Verhoeven. A sus 83 años, la mente detrás de algunas películas favoritas mías como Total Recall y Robocop sigue dándolo todo, ahora metiéndose de lleno en una historia que le calza a la perfección: un romance lésbico entre dos monjas de un convento del siglo XVII. Tan sarcástico y salvaje como siempre -y siempre superando las expectativas del “no se va a atrever a hacer esto”-, Verhoeven se mete de lleno en las dinámicas de poder de la Iglesia y da importantes golpes a una institución cuestionable.
No Sudden Move: Para mí, la mejor película que Steven Soderbergh ha realizado desde esa enormemente entretenida heist-movie que es Logan’s Lucky. Casi todo funciona en un afilado noir que está lleno de grandes actuaciones -esa dupla que forman Don Cheadle y Benicio del Toro, lo mejor del mundo- y una cuidadosa dirección que encuentra un balance ideal entre la tensión y el humor, culminando con una acertada crítica que viene junto a una excelente aparición sorpresa. Ojalá más historias sobre Curt Goynes, el personaje de Cheadle.
Dune: Puede que haya sido una píldora difícil de tragar para los recién llegados al mundo de Frank Hebert, pero los que ya estamos familiarizados con la tragedia de la casa Atreides disfrutamos la adaptación que siempre quisimos ver, una que además concluye prometiendo el mundo para su secuela. Era imposible que Denis Villeneuve pudiera plasmar en pantalla todo lo que hace a Dune grande -y sus personajes sufren mucho por ello-, pero lo compensa con un espectáculo visual y sonoro que entrega algunas de las mejores secuencias del año. Damn the spice!
Wrath of Man: El Guy Ritchie que necesitamos que se presente más. Tras su decepcionante paso por la maquinaria de Disney, el británico por fin puede hacer el cine que él quiere: regresó a sus comedias de acción con The Gentleman y ahora, sorprendió con un thriller que le apuesta todo a la intensidad y obscuridad de un Jason Statham que pocas veces ha estado mejor en su papel de tipo rudo. Destaca ese maravilloso tercer acto con esa impecable edición y musicalización.
The Card Counter: Una suerte de secuela espiritual para First Reformed donde la religión y el cambio climático son cambiados por el póquer y los crímenes de guerra, lo demás sigue siendo muy similar. Un Oscar Isaac que vuelve a probar que es de los mejores en el Hollywood moderno se mete en el papel de William Tell, un hombre que lidia todo el tiempo con una escalofriante carga, y quién mejor que Paul Schrader para contar su turbia historia. No llega al nivel de la protagonizada por Ethan Hawke, pero es igual de contundente.
Bad Trip: El año fue tan extraño que Eric Andre le ganó a Spielberg llegando primero al terreno de las secuencias musicales sobre María. No es tan fácil sacar adelante una película apoyada enteramente en el recurso de las bromas con cámara oculta y que se mantenga constantemente novedosa, pero Bad Trip sabe aprovechar lo mejor de sus protagonistas y, más importante, de las víctimas del caótico humor de Andre.
Spider-Man: No Way Home / The Suicide Squad: ¿Fatiga del cine de superhéroes? Puede ser que sí, pero no gracias a estas películas. La primera es un juego de nostalgia lleno de empatía al que es imposible resistirse, y la otra renovó y le dio potencia a un concepto que no funcionó en el primer intento. Infinitamente entretenidas y con una presentación más que digna –James Gunn no decepciona en la silla del director; Jon Watts al menos se esfuerza más que en las entregas pasadas-, ambas serán un punto de referencia tanto para el MCU como el DCEU.
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