Quien ha hecho de su obra un opus de grandes universos que le pertenecen, excediendo el relato de ficción y adentrándose en los misterios que habitan las profundidades, nos convida de su última aventura: Avatar (2009), compendio de tal cosmovisión. Una artesana creación del género que lo devuelve al terreno de la ciencia ficción, luego de testimoniar su fascinación por historias documentales como lo demuestran algunos de sus ambiciosos proyectos previos: Ghosts of the Abbys (2002), Bismarck (2002), Aliens of the Deep (2005) y Sanctum (2011). Ejemplos válidos que engrandecen su figura autoral.
Es el nivel técnico por demás detallista que ha logrado James Cameron, algo que llama profundamente la atención. Rey de las superproducciones, acostumbrado a innovar como lo vimos hacerlo en Terminator (1984), Aliens (1986), The Abyss (1989), Terminator 2: Judgment Day (1990), True Lies (1994) y Titanic (1997), su talento siempre guarda un resto para causar bienvenida sorpresa. En Avatar, la meticulosa creación de un medio ambiente artificial y la potencia empleada en los efectos especiales -sin descuidar nunca la dignidad de la historia ni la conexión del espectador con los personajes- hacen tomar dimensión de esta valiosa herramienta, sabiendo que allí radica el secreto de su éxito, sin cargar sobre esta el pulso del relato.
A lo largo de su obra, cuyo espectro abarca cuatro décadas, la capacidad de conmoción del autor se observa presente en su más elaborada criatura estrenada en 2009, cuyo argumento de espesura filosófica despierta reflexiones que atañen al militarismo, al imperialismo y a la rebelión. Un mensaje moral tras la apariencia artificial.
Hace ya más de una década del estreno de su último trabajo como realizador, uno por el cual se enfrascó en el desarrollo de varias secuelas que han consumido su tiempo desde el 2013 en adelante, las que ha empezado a filmar, una atrás de la otra, para finalmente estrenar en 2021, 2023, 2025 y 2027. Durante los últimos años, Cameron ha insistido en que Avatar cambiaría la forma de ver y hacer cine. ¿Tendrá razón?
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