Hora de recordar clásicos de uno de los creadores de la ciencia ficción.
El 21 de septiembre 1866 nacía en Londres uno de los «padres» de la ciencia ficción: Herbert George Wells. Junto con Julio Verne es reconocido por sus novelas sobre temas muy adelantados a su época, con su gran imaginación se anticipó a la llegada de tanques, viajes espaciales, armas nucleares, televisión satelital y también la Internet. Desde finales del siglo XIX, su obra de formato fantástico se caracterizó por una perspicaz crítica a la lucha de clases, al imperialismo británico, al progreso de las máquinas al servicio del hombre y los límites éticos de la ciencia.
Partidario del pacifismo y del feminismo, este visionario fallece a la edad de 79 años y deja este mundo con un serio pesimismo sobre el incierto futuro de la humanidad, creyendo que la ambición y el odio la terminarían por destruir. Tan grande es su legado que, actualmente, entre la televisión y el cine se estiman más de 80 realizaciones basadas en sus escritos. Sin embargo, en la larga lista de adaptaciones se repiten mucho sus obras fundamentales, así como también muchas versiones parciales de las mismas.
En un nuevo aniversario del nacimiento de alguien a quien le debemos tanto, creador de fantasías imposibles e inspirador de futuros soñadores, les dejamos un recordatorio de sus más hermosos logros volcados al cine.
War of the worlds (2005)
Habiendo visto la versión galardonada con un premio de la Academia allá por 1953 de este clásico de H. G. Wells, debo admitir que nada tiene que envidiarle a esta película del 2005. En 1993, Steven Spielberg compró la única copia del guion original que utilizó Orson Welles en 1938 para crear pánico entre los radioyentes de la época, quienes quedaron realmente estupefactos ante su hoy tan conocida falsa invasión alienígena. Una década después, el director decide usarlo y relatar esta historia través de los ojos de una familia americana luchando por sobrevivir ante el ataque de trípodes extraterrestres de tamaño colosal.
Un film mucho más fiel al libro, ya sea por el diseño de las naves o la estructura de la historia, al que tanto director como guionistas quisieron plasmar la paranoia psicológica de la comunidad luego de los atentados del 11 de septiembre. Intento que se aborda desde la perspectiva civil en primera línea y no tanto desde el enfrentamiento militar o la toma de decisiones políticas. Una mejora necesaria para el nuevo público y suficientemente auténtica para su disfrute.
Sleeper (1973)
El Dormilón es una genial sátira de Woody Allen, que cuenta las aventuras de un almacenero que permanece congelado por error durante 200 años y es despertado en el futuro por radicales antigubernamentales, que lo buscan para derrocar a un malvado dictador mundial. Combinando perfectamente una serie de ingredientes de comedia y ciencia ficción, la obra alude a nuestros cambios de hábito a lo largo del tiempo y los diferentes estudios que los validan. El sexo, por ejemplo, se logra con la ayuda de una máquina de orgasmos dejando de lado la participación emocional, una situación que alude a la creciente distancia entre los humanos, los vínculos sociales y la dependencia tecnológica para sentir algo «real». Una adaptación libre a The Sleeper Wakes (1910) de Wells, que hace propio un atractivo contenido junto con humor físico y visual, homenajeando en varias oportunidades al cine mudo.
The Time Machine (1960)
Sí, puede que muchos hayan visto la versión del 2002 encabezada por Guy Pierce, curiosamente dirigida por Simon Wells -el bisnieto del escritor-, en la que todo apuntaba a un resultado explosivo. Pero para aquellos que busquen algo más que una simple historia con empalagosos efectos especiales les recomiendo la primera adaptación de esta obra en la pantalla grande. Si bien ambas son similares -a excepción de una innecesaria historia de amor-, la sorpresa de este tipo de aventuras en plena década del ’60 y el juicio de H. G. Wells hacia la evolución de la sociedad humana deja en nuestro paladar un sabor más concreto y duradero. Aquí, el egoísmo y la ceguera capitalista son el resultado de una creciente diferenciación entre trabajadores proletarios y burgueses pudientes, en un principio dominantes, para luego derivar en sustento de esa plebe subhumana y subterránea. Los nobles y señores se terminan convirtiendo en inocentes inútiles, presas de sus antiguos sirvientes y esclavos. El protagonista termina presenciando un mundo libre de enfermedades y de la necesidad de trabajar.
The Invisible Man (1933)
Un joven científico crea la monocaína, una droga que le permite la invisibilidad pero que también le termina provocando un trastorno megalómano. Su novia y sus compañeros de laboratorio se lanzan en su búsqueda sin saber que está causando el terror en los habitantes de una pequeña población. De la mano de James Whale (Frankenstein, La novia de Frankenstein), cineasta de terror predilecto en aquellos años, la producción contaba con la participación de Gloria Stuart -la Rose anciana de Titanic– y Claude Rains (Casablanca). En virtud de trucos y argucias consiguieron la proeza, adelantada a su tiempo, de convencer a los espectadores de la verosimilitud de la invisibilidad. El film es un clásico por derecho propio e incursionó en temas como la obligación del científico a actuar de forma ética más allá del poder que le otorgan sus descubrimientos.
The Island of Dr Moreau (1996)
La tercera versión cinematográfica de la obra de Wells presenta a un náufrago que arriba a una isla solitaria del océano Pacífico en la que un extraño doctor se dedica a experimentar con animales, con el objetivo de convertirlos en humanos y, de esta manera, mejorar la especie. La trama se complica cuando las monstruosidades se levantan contra su creador en venganza de su naturaleza cambiada. La cinta incorporó a estrellas del momento como Marlon Brando y Val Kilmer, entre otros, pero fue tan duro el golpe de la crítica que terminó siendo nominada a varios premios Razzie. Sin embargo, al igual que las otras dos, la película plasma cómo la barrera que separa al hombre del animal se hace a veces tan fina que no se sabe cuándo es traspasada: estos «humanimales» se comportaban con vandalismo, pacifismo o temor, solamente intentando sobrevivir. Wells quiso dejar claro con este mensaje su examen sobre uno de los pilares sobre el que estaba asentada la preponderante sociedad inglesa y que constituía la base de la hegemonía que la nación tenía: la ciencia. Algo que fue osado para aquellos tiempos, ya que ninguna nación deseaba escuchar que su mayor orgullo precisaba de cierta limitación.
Le voyage dans la Lune (1902)
Esta producción francesa de George Méliés se puede considerar como el primer clásico de la ciencia ficción en la gran pantalla y está basada tanto en «De la tierra a la luna» de Julio Verne como en «Los primeros hombres en la Luna» de H. G. Wells. Aprovechando su experiencia como mago, el director elaboró herramientas para lo que serían los primeros efectos especiales en el cine, hace más de 100 años. Méliés no se rindió ante un escaso presupuesto y sacó a luz todo un armamento de inventos y trucos caseros, como juegos de escala y sustitución de escenas, para dar rienda suelta a su imaginación sobre cómo sería en aquella época viajar a la Luna, dejando un producto maravilloso en una época en que el cine recién comenzaba a dar sus primeros pasos y no muchos apostaban a que perdure en el tiempo (como los hermanos Lumiere). Un homenaje al séptimo arte tanto por su esfuerzo y creatividad de producción, como por su fantástico contenido.
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