El Rey de la Noche y su ejército han llegado a Invernalia y la Gran Guerra comienza.
El invierno llegó.
Tras dos episodios introductorios, uno algo decepcionante de reunión y otro excelente de comunión de cara a la muerte segura, Game of Thrones desató la segunda Batalla de Invernalia en el marco de The Long Night. Una guerra para la que se nos preparó desde el primer capítulo de la serie, el enfrentamiento definitivo entre las huestes de los vivos y los muertos. Nada nos podría haber preparado para esto. Filmado a lo largo de 55 noches, con varias semanas más dentro de un estudio, se decía que sería un combate épico, el más grande de la historia del cine y de la televisión. Y nada podía prepararnos para un devastador resultado: que se viera mal.
No se puede dejar de mencionar que la experiencia se vio particularmente dañada por un problema de compresión en la transmisión en vivo, lo que generó que todas las escenas oscuras se vieran pixeladas y que no se terminara de apreciar lo que se veía. Si vieron el episodio en vivo, saben que en la primera mitad fue difícil entender lo que sucedía. Indudablemente los criterios tuvieron que ver con una economía de recursos. Filmar de noche, el humo, la nieve, todo se pensó en función de plantear una gigantesca batalla contra los muertos vivos sin la inversión de una película de alto presupuesto, mientras que se hacía carne la idea del horror de la guerra. Pero el hecho de no poder apreciar en directo lo que originalmente se planeó, fue decepcionante. Esa confusión prevista por el realizador, la de un soldado que es atacado en forma incesante de todos los flancos, se convirtió en la del espectador. Se entendía en líneas generales lo que estaba pasando, pero el no poder apreciarlo en detalle generó frustración. Y todo eso cambia con un segundo visionado, en alta calidad.
Ahí sí se puede disfrutar mejor lo que craneó Miguel Sapochnik. Puede que esta Batalla de Invernalia no haya estado a la altura de la promesa. Se esperaba la mejor de la serie y no fue el caso. El mismo director entregó la Batalla de Casa Austera y la Batalla de los Bastardos, que creo fueron más satisfactorias al momento de la comparación. Pero The Long Night es una implacable batalla hecha episodio y en su narrativa es donde realmente brilló. El director fue, sobre todo, un maestro en el manejo de los tiempos. Y el criterio fue el de las olas. La preparación para el impacto inminente, el choque, el descontrol y la tensa calma antes de la próxima oleada y que todo empiece otra vez. En ese sentido priorizó, sobre todo, el terror. Así como hubo lugar para el intenso colisionar de un ejército contra otro, también hubo tiempo para el combate cuerpo a cuerpo, para un duelo de dragones o para explotar la vertiente del horror de los zombies. Arya brilló con su arma recientemente forjada. Danzó con ella como Syrio Forel le enseñó y como la perfeccionó Jaqen H’ghar. Atravesó cráneos de no vivos hasta que fue el momento de resguardarse en una biblioteca y allí Sapochnik propuso a todas luces un film de terror, llevando a su personaje a ocultarse de los muertos antes que salir a enfrentarlos. Algo de ese horror también se pudo disfrutar en la cripta, que probó ser un pésimo lugar para resguardarse. The Long Night fue mejor en lo que propuso como episodio, que en lo que propuso como batalla.
El Dios del Fuego entró en acción a través de Melisandre, una de las protagonistas de este capítulo. Encendió las arakhs de los Dothraki, después prendió fuego la trinchera cuando la tormenta de nieve no permitía que Daenerys y Jon vieran desde los cielos y también fue clave para iluminar a Arya y embarcarla en su misión final. The Long Night fue un episodio que exploró el concepto del destino, algo con lo que la serie juega desde el principio. Así como el personaje de Carice van Houten vio el suyo cumplido, también otros cayeron una vez que vieron realizado su propósito. Todo lo que has hecho te ha llevado hasta este momento, aquí y ahora. Jaime empujó a Bran desde una torre para que eventualmente llegara a ser el Cuervo de Tres Ojos. Theon traicionó a los suyos para sufrir lo indecible y finalmente darse cuenta de cuál era su verdadero lugar en el mundo, por qué valía la pena pelear y por lo que valía la pena morir. Toda su traición y sufrimiento lo hicieron el hombre que es, el que muere dando la vida por los Stark, como siempre debió haber sido. Jorah Mormont muere protegiendo a Khaleesi y solo se permite caer una vez que los muertos se derrumban. Beric Dondarrion fue revivido incontables veces por Thoros de Myr para llegar a este punto, en el que da su vida para proteger a Arya y que pueda escapar. Sandor Clegane descubrió su humanidad y se unió a la Hermandad sin Estandartes para encontrarse en esta situación, para ser el hombre que pelea por una niña y la carga en brazos para arrebatársela a la Muerte. Y que ella pueda decirle que hoy no.
Desde el primer episodio de la serie que ella demostró estar hecha para ser una guerrera, antes que una dama. Su crecimiento como personaje es uno de los arcos más satisfactorios. Sea con las clases de Syrio Forel, con las lecciones de estrategia de Tywin Lannister, con la mirada del mundo de Sandor Clegane o con el perfeccionamiento de sus habilidades a las órdenes del Dios de la Muerte, Arya Stark sin saberlo se preparó para este momento. Se convirtió en una feroz asesina silenciosa para ajusticiar a aquellos que le hicieron daño a su familia. En el proceso, obtuvo la experiencia suficiente como para sorprender al Rey de la Noche desprevenido, mirarlo a la cara y derrotarlo. No había dudas de que el ejército de los muertos iba a caer. Game of Thrones ya no nos sorprende para mal, ahora se premia el fanatismo en vez de castigarlo. Pero sin dudas fue una deliciosa subversión de expectativas el hecho de que fuera ella y no Jon quien salvara a la humanidad.
Para el detalle fino, The Long Night no se cargó a ningún personaje central como se hubiera esperado. Estábamos listos para decirle adiós a varios. Como mostró el adelanto para el capítulo que viene, ni Rhaegar ni Ghost se cuentan entre los caídos, en lo que a mi entender es un problema de la falta de claridad con la que se manejaron las secuencias de acción, queriendo tocar un poco a cada personaje y restándole fuerza al todo. Había muchas camisetas rojas para caer, pareciera que todos los soldados del ejército que no se cuentan entre los principales mordieron el polvo. Murió Edd sin demasiada gloria, más que ser otro de los que salvó a Samwell Tarly de correr esa suerte. Murieron los Dothraki como parte de un buen golpe de efecto, con las espadas prendidas fuego que se apagaron a la distancia y sin mucho que hacer contra la horda de muertos. Murió el Rey de la Noche, con lo que la Gran Guerra llegó a un glorioso final. Murieron Beric, Theon, Jorah y Melisandre, todos una vez que cumplieron su propósito en la Tierra. Y murió Lyanna Mormont, en lo que fue la forma más grande de irse para uno de los personajes más rudos de la serie. Si Tormund mató a un gigante con tan solo 10 años, sin duda ella puede hacerlo también. Y mientras este gigante del inframundo le rompía todos los huesos, ella clavó su espada de vidriagón en el ojo. Valiente hasta el último suspiro, como debe ser.
Es importante el segundo visionado en alta calidad, para terminar de apreciar mejor algunas cosas que se perdieron en el primero y para disfrutarlo sin la frustración inicial. Pero la oscuridad sigue presente y la fotografía pudo haber sido mejor, hay ejemplos superiores de cómo rodar un combate de noche incluso en la propia serie. Se podría haber disfrutado con mayor claridad, transmitir la intensidad de la batalla al hacerla más íntima y asfixiante, como se hizo con la Batalla de los Bastardos o la de Casa Austera. Se prefirió apilar zombies a la World War Z, la edición fugaz y cierta confusión intencional. Cuando se optó por mejorar la iluminación y dar mayor claridad a la acción, sobre todo en su segunda parte, brilló con su banda sonora y se permitió realmente ser épica. Ser un final a la serie, más allá de que queden tres episodios más. Difícil volver al juego de poder después de esto.
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