Fidelio: 20 años del estreno de Eyes Wide Shut

Un recorrido por lo que fue la última película de Stanley Kubrick.

Eyes Wide Shut, Fidelio, Tom Cruise, Stanley Kubrick, Nicole Kidman

La última obra del autor, especialmente de uno tan controversial en sus métodos e ideas como el inmortal Stanley Kubrick, siempre se verá salpicada de cierto espíritu fúnebre, pero Eyes Wide Shut ha trascendido de todos los convencionalismos de éstas y ha devenido en una experiencia tan intrigante como imprescindible. Es, al puro espíritu del director de los icónicos planos simétricos, de las arduas sesiones de rodaje y de la elegante misantropía que nubla sus 13 inolvidables películas, una despedida que no tuvo que ser tal. Por eso, a 20 años de haber conocido el retorcido lado oscuro de una sociedad inalcanzable y de acceder a ella con un expectante «Fidelio», es hora de explorar las inquietantes aristas del fruto de un director en plena madurez.

Es complicado no regresar a los opresivos temas que Kubrick maneja con cierto aire de temor, pues Eyes Wide Shut se ha prestado desde su concepción a numerosas lecturas e interpretaciones que van siendo más turbias una tras otra. Y es que lo que superficialmente luce como un drama con cierta naturaleza onírica es, también, un recorrido por el fondo de un pozo que, como bien indica el título, es difícil de ver con los ojos bien cerrados. No es raro que, por esta intriga que rodea a sus símbolos, incontables ríos de tinta se hayan dedicado a la película, y con justa razón. Sin embargo, superficialmente, se trata de una adaptación de la novela «Relato Soñado» -publicada originalmente en 1926-, la cual sigue a un médico burgués y su odisea por El Carnaval cuando su esposa le revela haber tenido fantasías sexuales con un militar. En esencia, el mismo viaje del Dr. Bill de Tom Cruise.

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¿Cuál es la primera acción que el Dr. Bill realiza en Eyes Wide Shut? Buscar su billetera, una que suele entrar en escena para demostrar el cómo su protagonista cambia la situación a su favor con el poder del dinero. Al ritmo del Vals No.2 de Dmitri Shostakovich, la película abre imbuyendo uno de sus temas centrales: el deseo, y lo hace demostrando el escultural cuerpo de una Nicole Kidman que pocas veces se ha visto mejor. El hogar del aparentemente feliz matrimonio de los Harford está inundado de los cálidos colores navideños; porque sí, si Die Hard puede ser considerada como una película de Navidad, ¿por qué no la de Kubrick? Pero el siempre talentoso cineasta utiliza esos elegantes dorados para contrastarlo con una realidad que yace afuera, un mundo zambullido en un misterioso azul marino.

La elección de Cruise para el papel del Dr. Bill -que sí, su nombre se podría considerar como un juego de palabras para dar a entender ‘Dolar Bill’-, fue directamente sugerida por los productores de la película. A Kubrick se le conocerá por muchas cosas, pero las estrellas de cine no abundan en su filmografía y eso era algo que el estudio quería impulsar, quizás en búsqueda de una mejor recepción en taquilla. En un principio, se buscó a una pareja real como Alec Baldwin y Kim Basinger, pero terminó decantando por la popular dupla que Cruise y Kidman conformaban en aquel entonces. Sin embargo, los métodos para filmar sus escenas fueron más que efectivos para esa separación ficticia que se buscaba crear en el matrimonio. A ambos les daba indicaciones por separado y no le permitió a Cruise saber sobre las íntimas escenas de su esposa con el oficial naval, las cuales se grabaron durante seis largos días.

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Pero sobre métodos de dirección, siempre relucirá ese perfeccionismo que el cineasta buscaba en cada cuadro, y sin duda logró llevar la paciencia de sus actores hasta sus límites. Eyes Wide Shut fue merecedora del récord Guiness por el periodo de grabación más extenso en la historia -al menos, en su momento-, pues, a diferencia de las seis semanas que figuraban en el contrato inicial de sus protagonistas, la película tuvo un desarrollo de 400 días sujetos a la volatilidad de Kubrick. Tanto fue el desgaste del talento que, Cruise, conocido por sus impresionantes pruebas de resistencia en gran cantidad de sus proyectos, se llegó a ver afectado por úlceras estomacales por los constantes cambios que el libreto sufría diariamente. El planteo de las escenas eran fútiles indicaciones que no tardaban en ir a direcciones inimaginables para el resto del equipo, que también pasó por la tradicional tortura de repetir sus escenas un incontable número de veces.

Sin embargo, cuando comienza la fúnebre «Masked Ball» de Jocelyn Pook, es cuando inicia aquella secuencia que cualquiera recordará para siempre, una tan surreal que su misma naturaleza la hace inconcebible. Es, después de todo, la magia de un director como Kubrick el que da vida a unas imágenes que serían insólitas sin su magistral visión. No es ningún secreto que la película también podría ser considerada como una suerte de denuncia a aquellas poderosas élites que, como la segunda mitad de la película muestra, cuentan con una omnipresencia que acaba con todo y todos. Y los decorados en escenarios recuerdan la presencia constante de estas -o al menos así lo afirman los más conspiranoicos-, ya sea la aparición permanente de estrellas cuidadosamente colocadas o aquellas figuras que recuerdan a otras ya plantadas en el colectivo popular. Como sea, el americano prestó verdadera atención y, contrario a lo que se llega a decir, sí que llegó a ver una versión muy similar a la que terminó en salas de cines, pues murió seis días después de la finalización de esta.

Es con Eyes Wide Shut que Kubrick se despidió como un grande del séptimo arte, no únicamente por un insano cuidado a sus obras que las catapultó como obras cumbre de su generación, sino por su talento para narrar historias con temas tan universales a la par que sutiles. Mucho se puede comentar sobre su última película y aún más sobre su impresionante carrera; pero a 20 de tenerle que despedir, su sello sigue más que vigente.