¿De qué va? A pesar de su avanzada edad, el actor Sandy Kominsky está decidido a continuar su trabajo. Junto con el agente Norman Newlander, Sandy trata de encontrar su propio camino en la escena de Hollywood.
Hay una canción que dice “quiero tener un millón de amigos…” pero, para qué tener tantos cuando lo que precisamos es solo uno. Uno tan insoportable y gruñón como amable y considerado; un amigo, la perfecta compañía para compartir tristezas y alegrías; un amigo, la familia que se escoge, esa persona a la que quieres tal y como es. El Método Kominsky cuenta con muchos atractivos, pero el más grande e interesante es la poderosa amistad entre el optimista y soñador Sandy, y el gruñón y pragmático Norman.
El Método Kominsky es una serie creada por Chuck Lorre, y protagonizada por dos actores legendarios: Michael Douglas y Alan Arkin, y a la altura de estos titanes de Hollywood, estarán Nancy Travis y Sarah Baker. La serie se estrenó en Netflix en 2018, siendo renovada para una segunda, y posteriormente para una tercera -y última- temporada. Cabe señalar que, para la última temporada, Arkin no pudo protagonizar la serie, debido a la salida del actor por medidas de prevención sanitaria a causa del COVID-19. Sin embargo, esto no hizo meya en la historia, destacando en el top 5 de las series más vistas en la plataforma a nivel global, cerrando, de este modo, con broche de oro la historia de estos entrañables amigos.
La serie sigue las andanzas de Sandy Kominsky, un actor que años atrás tuvo éxito durante un breve periodo de tiempo y que actualmente es un venerado profesor de interpretación de actores en Hollywood. A Sandy, lo acompaña un viejo, gruñón y hasta amargado productor de Hollywood, exitoso y millonario, cansado del trabajo, y de las convencionalidades de la industria del entretenimiento. Sandy y Norman están en el ocaso de sus vidas, y en 3 geniales temporadas, nos mostrarán con desenfado y cierto cinismo, las venturas y desventuras de la edad.
Recuerdo claramente cuando navegaba por el catálogo de Netflix y ver el anuncio de esta nueva serie, protagonizada por actores mayores, sin atraer mi atención. Sin embargo, cuando una de mis mejores amigas me exhortó a ver El Metodo Kominsky, diciéndome que seríamos iguales a los protagonistas al pasar la barrera de los 70 años, no pude resistirme. Tenía que verla.
El humor de la serie es de otro nivel, el juego de palabras y la personalidad de los personajes, son exquisitos, juntos complementan un guion sólido, contundente y, especialmente, atractivo para generaciones más jóvenes. Es natural que los jóvenes puedan sentir poco interés en historias contadas por actores y actrices mucho mayores, no importa lo legendarios que éstos sean. Pero nada que no pueda superarse con un buen guion, con diálogos desenfadados y modernos, y mucho carisma.
En la industria de entretenimiento, se ha empleado a actores y actrices mayores para contar, casi siempre, historias autobiográficas, o para que sean los abuelos y las abuelas de los protagonistas que preparan la cena, o algo así, o para contar las miserables historias del olvido y el desdén de la senectud. Y aunque ha habido alguna que otra sitcom protagonizada por personas mayores, digamos que no brillaban por su originalidad, ya que siempre estaban encasilladas en roles puritanos, adorables o de ejemplo moral. Netflix, cambia el paradigma con Grace and Frankie, una estupenda comedia de situación en el que dos mujeres septuagenarias, deciden vincularse y realizar los más excéntricos emprendimientos, luego de que sus respectivos esposos descubrieran ser gays y se enamoraran entre sí, tras 50 años de matrimonio; todo lo que no pensábamos de nuestros abuelos.
El Método Kominsky es una delicia, cada interacción entre sus protagonistas es hilarante, pero al mismo tiempo reflexivo. No pretende hacer caso omiso a las dificultades de la edad, pues temas como la soledad, la pérdida, los afectos interesados, el cansancio del alma, el resentimiento y la decepción personal, y hasta el remordimiento por acciones del pasado, se manifiestan claramente y sin disimulo; pero deja claro también, que todo esto son las consecuencias de una vida larga, y que por mucho que lo intentemos, es imposible vivir por tanto tiempo, sin “meter la pata”.
El humor es un protagonista más de la serie, un humor inteligente, mordaz, ácido como el jugo de un limón, y muy negro. Un humor que podría ser hiriente, pero que no busca serlo realmente. Es el sarcasmo que dará pie a la reflexión, el cinismo que invita a su audiencia a auto examinarse, y la ironía que facilita la comprensión de las complejidades de la senectud, por parte de una audiencia mucho más joven. Todas las personas llegaremos a la vejes, la pregunta es, ¿cómo queremos ser cuando lleguemos a dicha vejez? Yo, definitivamente seré como Norman.
Tengo que resaltar el estupendo trabajo que hacen los protagonistas y compañía. Pero me centraré en las leyendas Douglas y Arkin. La química entre ellos es innegable, son amigos, de verdad nos lo creemos como audiencia, la forma en que se miran, la manera en que se apoyan, la aceptación de las manías de uno frente al otro. El valor de los compromisos, la complicidad y la confianza; cuando están juntos, llenan por completo la pantalla, y como audiencia no puedes más que pensar en tu amigo o amiga más cercana y proyectarte en el tiempo. Los actores secundarios son soberbios también, lleno de caras conocidas que mantienen el nivel de sus protagonistas.
A nivel de producción todo está en su lugar, no es que la serie demande esfuerzos extraordinarios, pero si creo que es destacable la participación de actores invitados, sobre todo por la academia de teatro de Sandy. Las tramas secundarias, vinculadas a la vida de las hijas de Sandy y Norman, son bastante buenas y contribuyen con esta dicotomía generacional que transmite la serie.
Acápite aparte para la tercera y última temporada de El Método Kominsky, ya que, a pesar de no contar con la participación de Arkin, no baja su calidad. Aunque echamos de menos al gruñón Norman, lo tendremos presente en gran parte de la temporada, pues tras la pérdida de su gran amigo (no es spoiler, sale en el trailer), Sandy tendrá que quedar a cargo de sus asuntos, algo que romperá con el ritmo de su vida apacible. Hay que reconocer que los guionistas resolvieron la ausencia de Arkin, con astucia.
Finalmente, puedo decir que, aunque un poco estereotipado, El Método Kominsky pinta un retrato sorprendentemente conmovedor, lleno de humor y corazón, de la vida y la vejez, elevado por dos actuaciones de primera de actores legendarios. Y pese a la ironía, el cinismo y el sarcasmo que presenta el guion, también es una muestra de lealtad, empatía y optimismo, una lección de vida para recordar, con humor, que nunca es tarde para vivir, que nunca dejamos de vivir, y que nunca es tarde para ser mejores.
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