Algunas líneas sobre el éxito de Netflix made in Corea del Sur.
¿De qué va? Cientos de jugadores con problemas económicos aceptan una extraña invitación para competir en juegos infantiles. Dentro les esperan un premio tentador y desafíos letales.
¿Qué estamos dispuestos a hacer por dinero? ¿Seríamos capaces de matar? ¿O tal vez de morir? ¿Con cuánto conseguiríamos la felicidad? Y más importante, ¿el dinero nos da felicidad o solo es un medio para conseguirla? Preguntas que inevitablemente nos haremos durante y después de ver El Juego del Calamar… y lo peor de todo es que puede que nuestras respuestas sinceras lleguen a sorprendernos incluso a nosotros mismos.
El Juego del Calamar es una serie surcoreana estrenada en septiembre de 2021 en Netflix. El guion y la dirección corrió por cuenta de Hwang Dong-hyuk quien, antes de su estreno, reveló que esta historia le había tomado 10 años de planeación, algo que se nota por la complejidad de su trama y escenarios. El resultado es el primer drama coreano en alcanzar el número uno en el ranking de programas más vistos en la plataforma en varios países, entre ellos Estados Unidos.
El título hace referencia a un juego callejero muy popular en Corea. Regularmente lo juegan los niños y requiere de cierta habilidad y destreza. Los protagonistas de esta historia, Gi-hun y Sang-woo, lo jugaban juntos cuando eran pequeños. Por ello, la serie inicia con una remembranza de aquellos tiempos, explicando con detalle las reglas. Un juego bastante físico, que solo termina cuando se logra llegar a un ganador final. Su nombre obedece a que los jugadores deben dibujar diferentes formas geométricas en el suelo -círculo, cuadrado o triángulo- que, en su conjunto, parecen formar un calamar. Entonces, si un atacante que logra atravesar al defensor y entrar en la cabeza del calamar, se proclama como ganador del juego.
Dicho esto, la serie narra la historia de un grupo de personas en riesgo de exclusión, sin fortuna y aparentemente sin opciones, que arriesgan sus vidas en una misteriosa competición de supervivencia, basada en juegos infantiles, con un premio de 45600 millones de wones -la nada despreciable suma de 38500 millones de dólares-.
Con tan jugosa recompensa, un grupo de personas decide aceptar una misteriosa invitación para formar parte de un ciclo de seis competencias, solo seis, y el ganador o ganadora se lo llevará todo… pero para ello primero tendrá que sobrevivir. Entre los jugadores se encuentran Seong Gi-hun, un hombre que parece haberlo perdido todo después de ser despedido de su empleo; Sang-woo, uno que se mete en problemas en el trabajo luego de robarle a la compañía; Deok-soo, un peligroso mafioso y delincuente dispuesto a hacer lo que sea para conseguir el premio; Kang Sae-byeok, una joven desertora norcoreana que necesita dinero para volver a reunir a su familia; Han Mi-nyeo, una mujer a la que no le importa engañar, mentir, victimizarse y seducir a quien sea con tal de conseguir sus fines; y Abdul Ali, un joven inmigrante musulmán honesto, que solo necesita dinero para volver a casa.
Un variopinto abanico de personajes que solo tienen una cosa en común: todos son fracasados en el mundo exterior, están en la miseria, lo han perdido todo y confían en que el premio los sacará del hoyo para devolverles la felicidad. La pregunta es ¿a qué costo?
El Juego del Calamar es un battle royale en toda regla y, como tal, su principal atractivo radica en el morbo que es capaz de generar en la audiencia, frente a situaciones de violencia extrema. Pero no es solo eso. Esta no es una historia sádica del montón, es una trama que se construye con cimientos firmes, con sentido y lógica en las motivaciones que mueven a sus personajes. Si bien sabemos que la violencia está asegurada, como espectadores no vemos venir las múltiples rutas que la originan, trayendo abajo cualquier expectativa previa o prejuicio sobre los personajes y situaciones.
Es impactante ver cómo puede cambiar radicalmente un personaje, con fundamento, con reflexión, con voluntad de cambio, con la única intención de no llegar aún más bajo, de no perder su humanidad, de ser por lo menos la sombra de lo que una vez fue antes de perderlo todo. Es el camino que recorre nuestro protagonista, Seong Gi-hun, quien al inicio se presenta con un tono cómico, cínico y caricaturesco; pero mientras el juego avanza, reflexionará profundamente sobre sí mismo, llegando a ser el espejo de la audiencia. Cargará nuestras frustraciones, emociones, asombros, dolores y resignaciones, quedando completamente transformado por la experiencia del juego. Dicho esto, El Juego del Calamar se propone valorar y dignificar a sus protagonistas, nunca se los trata como peones de un juego de ajedrez, en todo momento son piezas claves, necesarias e indispensables, con las que podemos empatizar y presenciar cada situación, cada momento del juego; esto consigue hacer que cada muerte cuente y nos duela como audiencia.
Asimismo, si bien la serie es realmente entretenida, esto no es ajeno al mensaje que nos quiere transmitir. Por ello, esta es una exposición de la condición humana. La historia gira en torno a temas tan escabrosos como la necesidad y la ambición, resaltando el contraste entre el comportamiento y el accionar de los más necesitados ante los excesos de aquellos a los que el dinero ya nos les produce ninguna emoción. Cabe decir que no se trata de demonizar al dinero, pues este es solo un objeto como cualquier otro que obedece a su portador; se trata de ver qué poder se ejerce con ese dinero, de qué somos capaces sabiendo que podemos comprarlo todo, incluso la voluntad y la vida de aquellos más necesitados o codiciosos. De este modo, dentro del juego veremos una diversidad de participantes cuya naturaleza es empujada hasta el límite desenmascarando su verdadero «yo»; dejando ver a personajes llenos de odio, avaricia, resentimiento, envidia, miedo, prejuicios, pero también, llenos de amor y empatía, aun si tienen que arriesgar sus vidas.
La serie consigue mantenernos expectantes pues no solo se trata del juego, hay un par de subtramas que cuecen en el interior, por supuesto, orientadas a demostrarnos que en la acción más salvaje y miserable como lo es el juego mismo es posible caer aún más bajo. Pero volvamos a la superficie. Cada juego se desarrolla de manera creativa, tanto que como audiencia estamos deseando saber cuál será el siguiente, aun cuando esto conlleve a la muerte de personajes a los que ya queremos. Somos de algún modo tan sádicos como los hacedores de esta competencia mortal. El golpe es brutal, es tremendo, tenemos suerte de que esto sea una ficción, porque lo es, ¿verdad?
Las actuaciones son geniales, habiendo episodios con escenas donde los personajes sobrepasan al juego en sí. Y si bien el ingenio al momento de filmar hace gala de una excelente puesta en escena, son los personajes involucrados los que le dan ese soplo de emoción y de conexión directa con los espectadores. Del mismo modo, visualmente es cautivadora: la fotografía aporta completamente a la historia y refuerza la narrativa; para las competencias notamos los decorados coloridos y luminosos como si de juegos de niños se tratara, haciendo contraste con la cada vez más oscura habitación en la que se ubican los participantes. Esto soporta la dualidad que mantiene la historia: te ofrezco la solución a todos tus problemas, en el entendido que estos se resuelven con dinero, para alcanzar un luminoso y colorido futuro; pero antes tendrás que entregar tu vida, dejarte a tí mismo hasta volverte monocromático y opaco.
Si bien la serie hace casi todo bien, hay algunos momentos en los que se puede sentir algo larga. También demandará paciencia de los espectadores acostumbrados a producciones occidentales. Además, creo que hay cierta exageración en la presentación de los personajes que financian este complejo de combate. Sin embargo, estos detalles no le quitan al Juego del Calamar su fuerza, su potencia visual y su mensaje reflexivo, llegando a tener diálogos profundos y hasta filosóficos. No se corta para decirnos lo que somos, y de lo que somos capaces los seres humanos, no importa el lugar en el que estemos.
En conclusión, El Juego del Calamar nos ofrece una escala para advertir hasta dónde somos capaces de llegar por dinero, cuál es la cifra correcta y, aunque nadie sabe realmente como reaccionará -a menos que se encuentre en la situación indicada-, no podemos negar que esta serie es una radiografía de la naturaleza humana, para bien o para mal.
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