El final de How I Met Your Mother (spoilers)

Ni los finales de Spartacus o Breaking Bad me movilizaron tanto como el cierre de esta comedia, por lo que tenía que expresar lo que pienso de alguna forma, con muchos spoilers.

¿Cómo conocí a How I Met Your Mother? Cerca de cinco años atrás, un sábado a la tarde que tenía día de estudio y haciendo zapping de casualidad pasé por FOX. La serie habló siempre del destino y, no por nada, el episodio en cuestión era The Best Burger in New York, el segundo capítulo de la cuarta temporada y uno de los más memorables en el programa. Quizás de haber sido otro, me hubiera causado indiferencia. No obstante el ver a Alyson Hannigan -favorita no solo por American Pie, sino también por Buffy– junto a Neil Patrick Harris (a quien tenía de Harold and Kumar, no de Doogie Howser) y a uno de mis favoritos de la comedia como es Jason Segel hacer una búsqueda apasionada de la mejor hamburguesa que este había probado en su vida, fue un combo demasiado irresistible como para no buscar de inmediato el nombre del show y empezar a seguirlo. Curiosamente cuando me vi todos los episodios que había disponibles, me había salteado inconscientemente ese, el que me había convocado, pero no me quiero ir por las ramas, así que me voy a enfocar en el final. Desde luego que habrá spoilers desde acá hasta el cierre.

El final de How I Met Your Mother me emocionó por partes, me hizo reír en otras, pero en líneas generales me decepcionó y mucho, sobre todo en los últimos minutos. No fue una desilusión esperada, al estilo Lost, que preparó a su público durante dos temporadas para una conclusión que no estaría a la altura. El cierre a una de las mejores sitcoms del último tiempo es aún peor, en mi cabeza, por lo sencillo que era hacerlo bien. Craig Thomas y Carter Bays decidieron cómo terminaría la serie años atrás -de hecho el final fue filmado años atrás-, ya desde el episodio piloto. Pero mucha agua corrió bajo el puente, hubo muchas cachetadas e intervenciones como para que el final que se consideró apropiado hace una década, sea hoy el acorde.

¿Recuerdan a Victoria? Hablo de la pastelera interpretada por Ashley Williams que hubiera sido la chica perfecta de Ted. Ella era la elección de Bays y Thomas para ser la madre, en caso de que la serie fuera cancelada tras una temporada. Un plan así en mente, genera la impresión de que los creadores fueron personas capaces de acomodarse a las circunstancias o eventos que el futuro les deparase. La misma resultó un éxito y no solo no fue cancelada, sino que duró más de la cuenta. Con cuatro primeras temporadas excelentes, con episodios memorables entre la quinta y la séptima, con una octava para el olvido y con una novena que, de cierta forma, recuperó algo de la magia que se había perdido, el programa tuvo un recorrido muchas veces forzado -siempre que se llegaba a un punto muerto se volvía a Ted y Robin- pero siempre avanzó con un sentido claro. Ya esta última tanda de episodios parecía de más, con 24 capítulos que abarcarían solamente un fin de semana, el de la boda entre Barney y Robin. Y esto es lo que lleva a que el final de la serie sea tan decepcionante.

Bays y Thomas no pudieron evolucionar, en la forma en que la serie y los personajes lo hicieron. Barney Stinson, el eterno playboy, siempre fue lo mejor que el show tuvo para ofrecer, pero la madurez alcanzada en las últimas temporadas lo elevaron a un punto cada vez más grande, más que legendario. El hecho de demostrar en reiteradas oportunidades un cambio, acompañado de un amor incondicional por Robin Scherbatsky, llevó a olvidar que alguna vez debió haber pasado lo de Robin y Ted, especialmente cuando este último es el peor de la serie. Además, los showrunners se ocuparon de presentarnos a Cristin Milioti, la madre, de una forma tan cuidada y encantadora que no había forma de pensar que el destino de Ted Evelyn Mosby no era otro más que ella, lo mejor que le podría haber pasado al romántico incurable.

«Y así chicos, es como conocí a su tía Robin». Esa línea, uno de los clásicos de la televisión, es el fundamento de este cierre. El final de How I Met Your Mother tiene cierta valentía. No todo en la vida es color de rosas, no todo es perfecto y difícilmente salga todo como uno espera. Pesimismo puro para una serie que día a día hablaba del destino. A fin de cuentas, como dicen los hijos, las historias de Ted eran acerca de cómo siempre estuvo enamorado de Robin. Y con «la madre» muerta desde hace un tiempo socialmente aceptable, es hora de ir a buscar a esa chica, para la cual consiguió el relicario, para la cual robó la trompeta azul. No es como que todos están muertos, pero hay algo de insatisfactorio en saber que Barney Stinson vuelva a ser el cazador de mujeres emocionado por entrar en sus años de Clooney, sobre todo con el crecimiento que había mostrado. Hay algo de frustrante en que finalmente, tras nueve temporadas, se sepa cómo Ted conoció a «la madre» -en una secuencia perfecta cargada de emotividad-, para enterarnos minutos después que ella está muerta y Ted debió pasar años solo criando a sus hijos.

Seguramente se trata de un final que divida las aguas pero difícilmente arruine lo que fue una gran serie, cargada de momentos y personajes legendarios, siempre atenta a volver atrás hacia cosas que los fanáticos recordaban y mantenerlas activas a lo largo de las temporadas. Habrá quienes estarán conformes, porque siempre esperaron que Ted y Robin terminaran juntos, aún a pesar de los constantes desencuentros a lo largo del tiempo. El final de How I Met Your Mother es una extensión del de Friends a través de los años, si uno de los matrimonios previos de Ross hubiera funcionado y si Rachel hubiera terminado con Joey. No es el cierre que esperaba y, de cierta forma, me siento algo traicionado. Porque llegué a convencerme de que «La Madre» era aquella con la que Ted terminaría su vida o que Barney Stinson y Robin Scherbatsky eran ideales uno para el otro y solo ella podría retirarlo del juego. Lo creí, como todos, porque para eso nos prepararon desde el comienzo de la serie y nosotros avanzamos junto a ella.

Pero los realizadores tenían un final planificado desde el primer minuto y no hubo absolutamente nada que modificara esa decisión. Como si los unitarios de la televisión argentina, que empiezan de una forma y el éxito los convierte en programas de emisión diaria, pudieran hacer borrón y cuenta nueva en los últimos segundos y hacernos creer que todavía funciona lo que se pensó originalmente. Y la serie y sus personajes cambiaron tanto junto a nosotros que ese cierre que originalmente pudo haber sido perfecto, hoy es una de las mayores desilusiones que la pantalla chica me dio.

Migue Fernández

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