Lady Gaga & Bradley Cooper – A Star is Born (2018)
En una era de remakes, secuelas y spin offs ineludibles, es fácil encasillar el amor de Hollywood por transformar las mismas historias, arquetipos y convenciones de género. El estancamiento artístico que rodea los éxitos de taquilla de Hollywood puede parecer un fenómeno moderno, pero la industria cinematográfica se ha basado en reciclado de fórmulas y actualizaciones modernas de los clásicos desde su concepción. La moda, sin embargo, no es nueva. Entre 1931 y 1941, la novela «El Halcón Maltés» se adaptó en tres ocasiones totalmente distintas y, sin embargo, todos recordamos solamente el film emblemático de John Huston. Por su parte, «Jane Eyre» se traspuso a un número récord de ocho películas mudas entre 1910 y 1936, y «King Kong» soportó media docena de invenciones en el siglo XX, aunque la inmortalización de Jessica Lange en manos de la criatura resulte indeleble al paso del tiempo.
Incluso en medio de esta larga saga de remakes en Hollywood, pocos se destacan como la película que hoy nos ocupa. El debut como director de Bradley Cooper es la última de cuatro apariciones totales de A Star Is Born que abarcan 80 años de cinematografía. Estrenados en 1937, 1954, 1976 y 2018, respectivamente, cada película cuenta la historia icónica de una estrella masculina hastiada de sí misma que anima a una artista femenina a seguir una carrera musical y cinematográfica. Bajo dicho vínculo, los dos artistas se enamoran, su éxito se dispara y los excesos que rodean a la vida de todo artista amenazan con poner en peligro el reconocimiento conseguido. En esta versión, Cooper es co-escritor, director y protagonista. El talentoso actor interpreta a Jackson Maine, un músico country en decadencia que se enamora de una joven y prometedora cantante interpretada por Lady Gaga, en el primer papel importante en la carrera cinematográfica de la estrella del pop, un personaje femenino con un devastador conflicto interno por resolver.
Quizás una de las razones que hacen que A Star is Born se mantenga imperecedera al paso del tiempo sea ese poder magnético para atraer a una audiencia y llevarlos a un viaje de sueño hollywoodense: romance, música y aventura. Claramente, después de cuatro adaptaciones a la gran pantalla y en el continuo despertar de nuestro interés, el film sigue obligando a los críticos y al público por igual a preguntarse: ¿Por qué seguimos volviendo a esta fábula? ¿Dónde radica su atractivo tan duradero?
Janet Gaynor & Fredric March – A Star is Born (1937)
A Star Is Born siempre ha contado con actrices o cantantes protagónicas, establecidas bajo el firmamento más estelar de la industria. Curiosamente, las actrices que interpretaron el rol a lo largo de los años experimentaron trayectorias profesionales similares a sus propias contrapartes ficticias. Otro condimento que alimenta esta confusión y provoca la reflexión acerca de los difusos límites entre la ficción y la realidad; no quedan dudas que el celuloide puede hacer verdad toda fantasía. Una instancia que nos invita a comprender mejor las celebridades que idealizamos, así como la naturaleza del estrellato en sí y su finitud.
El mito acerca del camino a la fama hollywoodense comenzó con la versión de 1937, con Janet Gaynor como la aspirante a actriz Esther Blodgett y Fredric March como la estrella de cine Norman Maine, quien ayuda a lanzar la carrera de ella. La primera versión fue producida por el todopoderoso de Hollywood David O. Selznick, se estrenó en 1937 y presentó a la mencionada Gaynor, uno de los rostros más reconocidos de la primera era dorada del cine americano.
La carrera y el estrellato de Gaynor se desvanecieron a mediados de la década de 1930, pero A Star Is Born revitalizó su carrera. La película era un gigante comercial, y su actuación le otorgó una segunda nominación al Premio de la Academia. Por su parte, Dorothy Parker fue una de las tres guionistas acreditadas en la película original. Allí, la prensa de Hollywood está uniformemente pintada como desdichada e insensible. En el afán por capturar la primicia, sortearán cualquier escollo en su camino para llegar a la estrella más codiciada.
Judy Garland & James Mason – A Star is Born (1954)
En la adaptación de 1954, la formidable Judy Garland protagoniza a la mentada actriz en ascenso y James Mason interpreta a su guía. Después de un período de agitación personal y abuso de sustancias, Garland fue vista como el perfecto reflejo del icónico personaje y A Star Is Born muestra su inigualable presencia en la pantalla. La historia encontró una nueva vida como musical aggiornándose a los tiempos que corrían: aunque el vestuario y los peinados cambian, la historia sigue siendo la misma. El protagonista masculino refuerza la carrera de su interés romántico y se eclipsa con la fama de su protegida. Su elevación es a la vez su humillación, y la crueldad de la fama es la culpable de esta fábula de ascenso meteórico y caída en desgracia.
Sorprendentemente, a la única versión del film de Garland que el público puede ver hoy, le falta una gran cantidad de material de archivo. El recorte original de tres horas de la película estrenada en cines no estuvo a la altura de las expectativas de taquilla del estudio, y un editor recortó 30 minutos para hacer una versión más corta que las salas de cine pudieran reproducir más veces en un mismo día. Todo sea por el bien de la industria.
En las dos primeras películas observamos un hilo conductor en común; el protagonista masculino está quebrado por el nuevo negocio corrupto y desalmado que prefigura el paradigma de la cinematografía, al mismo tiempo que se ve acosado por sus fantasmas disfrazados en alcohol: la adicción fue peor remedio que la enfermedad. La primera A Star Is Born surgió de una época en la que la ciudad de Los Ángeles se veía repleta de recién llegados, aspirantes al estrellato atraídos por la naciente industria cinematográfica. La parábola quería desalentar a las jóvenes vulnerables de buscar fama y fortuna a cualquier precio. Pensemos, en términos más sórdidos, en la conocida novela de James Ellroy, acerca de la famosa historia de La Dalia Negra. El epítome de un joven estrellato culminado de la forma más truculenta posible.
Barbra Streisand & Kris Kristofferson – A Star is Born (1976)
La película versionada en 1976 trató de reinventar la imagen de la protagonista Barbra Streisand. La estrella musical anhelaba demostrar que su destreza en la actuación podía extenderse a películas con más contenido, como lo probaría su luego exitosa carrera (inclusive detrás de las cámaras). La reversión se estrenó en tiempos de rock ‘n roll y excesos, donde el cine terminó imitando, nuevamente, a la realidad. La fama real de Streisand supera a su protagonista y el film funciona a la perfección explotando el appeal de un personaje como el de Kris Kristofferson.
Tanto la versión de Garland como la de Streisand fueron diseñadas como vitrinas para sus principales damas. Sucede que la extensión de la fama y el estrellato fuera de la pantalla ha jugado un papel crucial en cada película y la última entrada al «canon» no es una excepción. La elección de Lady Gaga como protagonista encaja en la historia, poniendo en el centro de la escena al renombrado ícono pop contemporáneo. Además de cautivadora, la operación de «marketing para el estrellato» llevada a cabo en todas las remakes confirma la teoría de que la serie también se enfrenta a una historia por excelencia made in Hollywood. Es que, desde el punto de vista de la concepción de género y narrativamente, la película lo tiene todo: es una historia de amor, una tragedia y un cuento moral. Simplemente hay una narrativa clásica de la que se puede extraer algún significado, equilibrado matiz entre los diversos temas y géneros que la película atraviesa.
Otras películas se habían ocupado de tales aspirantes antes, sobre todo en el drama de George Cukor de 1932 What Price Hollywood?, con una historia tan similar que el director rechazó la oportunidad de dirigir la versión de 1937, porque encontró a las películas muy parecidas. Sin embargo, ese gran realizador que tuvo la era dorada de Hollywood no pudo mantenerse alejado para siempre; finalmente fue tentado a dirigir la versión de 1954 junto a Frank Pierson. Este aspecto acerca del duro precio a pagar, es una mirada que ha permanecido fresca y fiel en su retrato a lo largo de las diversas adaptaciones. Incluso cuando el derrotero del estrellato nos expone a los peligros de la fama, la historia mantiene su atractivo y desenfado con una encantadora aventura de amor, que se entrelaza naturalmente.
Constance Bennett & Neil Hamilton – What Price Hollywood? (1932)
Convertidas en un ícono cinematográfico de profusa historia e innegable legado, las sucesivas entregas de este fenómeno presentan una representación del amor como facilitador del talento. El protagonista masculino pone su confianza ilimitada en las habilidades de la estrella de turno, y desinteresadamente le dedica a su incipiente carrera un rol de exclusivo mentor. De esta forma, la creencia del hombre en el talento de la estrella la hace estar más segura de sí misma, lo que se traduce en una historia de amor de apoyo y mutuo descubrimiento. La clásica historia que Hollywood no se cansa de replicar: eternos buscadores de la fórmula del éxito y perdedores recompensados, donde vemos el ascenso de la mujer yuxtapuesto con la caída del hombre.
Como producto cultural representativo del star system, A Star is Born nos da el placer de presenciar el ascenso a la fama de una estrella, mientras ilumina el trágico arco de su partenaire, transitando la adicción, el fracaso y la autodestrucción. Las tres películas antecesoras celebran el glamour y el estrellato, pero no se trata de un envase vacío: nos advierten de sus peligros y el hedonismo narcisista del que todo artista es víctima.
La película de Cooper nos demuestra cómo un punto de vista moderno puede renovar incluso la historia más familiar, haciendo pertinente una nueva adaptación que se adapta a las modas, costumbres y hábitos del siglo XXI. A Star is Born es la prueba de la perdurabilidad de algunas historias: lo verdaderamente atemporal radica en el sentido auténtico que brindan al examinar aspectos intrínsecos de la condición humana, sin importar en qué tiempo se desarrollen.