Crítica de Zootopia

Cuando la optimista oficial Judy Hopps llega a la ciudad de Zootopia, descubre que ser el primer conejo en la Policía no es fácil. Determinada a probarse a sí misma, se arroja a la oportunidad de resolver un caso importante, aún cuando eso significa aliarse con Nick Wilde, un zorro de rápido hablar, para descifrar el misterio.

En los últimos años, mientras a Pixar se le criticaba la dependencia de secuelas y la pérdida de la originalidad que la había caracterizado, el pariente Disney Animation tomaba vigor para convertirse en uno de los estudios más importantes del ramo. Tangled, Wreck-It Ralph, Frozen y Big Hero 6 dan cuenta de una seguidilla notable de grandes producciones animadas, capaces de arrasar en la taquilla y también ganarse el visto bueno de la crítica, el público y de aquellos que otorgan los premios importantes. Con Zootopia, afortunadamente, continúa esta danza de películas destacadas, que viene a consolidar un cuerpo de trabajo formidable para la compañía dentro de este lustro.

Si se la piensa como una película de animales que hablan y actúan como humanos, hay que decir que es menos novedosa que las arriba mencionadas. Sin embargo, esta viene a demostrar que la fórmula de mamíferos parlantes estaba lejos de estar agotada. Byron Howard (Tangled, Bolt) y Rich Moore (Wreck-It Ralph) ofrecen un noir cargado de acción y de intriga permanente, con una dupla improbable que debe resolver un caso difícil con más vueltas de tuerca de las que se esperaban. Zootopia es, por sobre todo, inteligente. La historia está pensada a siete cabezas y su guión fue escrito por dos –Jared Bush (Big Hero 6) y Phil Johnston (Cedar Rapids)-, sin embargo no se siente convulsionada ni sufre del problema habitual de tener muchas manos en la misma olla.

El film propone un misterio lo suficientemente enrevesado como para mantener firme la atención del público, a la vez que ofrece dosis constantes de humor. El antropomorfismo de la ciudad es en ocasiones un chiste en sí mismo –mejor ejemplo que Flash en el Departamento de Tránsito, imposible-, pero la propuesta tiene el mérito de no depender exclusivamente de esa comedia tan directa. Por el contrario, la selva urbana de Zootopia está naturalizada como para que aquello funcione como un mero contexto cómico en el que se desarrolla la acción. Y el cuidado a todos los detalles en la metrópolis del título valoriza aún más lo que transcurre en ella.

Con el trasfondo cívico en el bolsillo, se puede dar paso a lo que es el corazón de esta película, la relación entre Judy Hopps y Nick Wilde. Enemigos por naturaleza, coneja y zorro deben trabajar juntos porque no les queda otra, algo que –si algo nos enseñó el cine- sin duda progresará con el tiempo en una amistad. Sin embargo, no es una pareja despareja como de costumbre, dado que en esta oportunidad se trata de un depredador y su presa. A pesar de los años de evolución que han llevado a la convivencia pacífica en Zootopia, la desconfianza en el otro, el prejuicio, el temor a lo distinto es algo que persiste. La película aborda el tópico de la falta de integración y la discriminación en una forma más evidente de lo que se esperaría y con cierto trazo grueso, pero logra su punto y se propone como una apuesta sorpresivamente relevante, sobre todo para los tiempos que corren. Después de todo no hay que olvidar que es una producción con el sello Disney, cuestionada a lo largo de toda su historia por el uso de estereotipos racistas en muchos de sus personajes.

Cargada de corazón y un humor notable, con un complejo enigma que lleva a sus detectives a recorrer la urbe cual si se tratase de un clásico del cine negro, con pistas que se dosifican desde el primer minuto, con una factura técnica de primera y un inusitado nivel de conciencia social, Zootopia es otra gran película animada de un estudio que sigue demostrando estar en condiciones de competir bien arriba. Es una lástima que no se pueda disfrutar de las voces de Ginnifer Goodwin, Jason Bateman, Idris Elba, J.K. Simmons y demás figuras perfectamente convocadas para los papeles en cuestión, pero no por ello la experiencia deja de ser sumamente placentera.

 

 

 

 

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Migue Fernández

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