Antes de que Charles Xavier y Erik Lensherr se convirtieran en Profesor X y Magneto eran simplemente dos jóvenes descubriendo sus poderes. Antes de que fueran enemigos acérrimos, eran amigos cercanos.
Una saga en franco declive como la de X-Men necesitaba de un cambio favorable para demostrar que aún seguía con vida. Los antecedentes más cercanos no eran los mejores, The Last Stand (2006) fue la peor película de la trilogía original, y Origins: Wolverine (2009) sólo será recordada por el escándalo de la filtración de una copia sin terminar en Internet. Centrarse en el pasado no era suficiente, lo que hacía falta era acertar con un director capaz de llenar el puesto que Bryan Singer había dejado en el 2003 y que tanto a Brett Ratner como a Gavin Hood les quedó enorme. El elegido entonces fue Matthew Vaughn, quien sorprendió en el 2010 con Kick-Ass, un filme capaz de combinar muy buenos niveles de humor con algunas de las escenas de mayor brutalidad vistas en una película de superhéroes. Y el resultado, sin duda superó las expectativas.
En los orígenes de la historia, Charles y Erik fueron amigos, dos aliados que decidieron crear una institución capaz de ayudar a otros mutantes como ellos. Décadas antes del enfrentamiento que refleja la trilogía previa, ellos trabajaron juntos contra un enemigo común y buscaron evitar el comienzo de una tercera guerra mundial. Este es el punto de partida para una película con suficientes puntos a favor como para ser considerada de lo mejor que la saga ofreció. No sólo la silla de director está ocupada por alguien que tuvo un paso, reciente pero paso al fin, por el cine de superhéroes, sino que en esta oportunidad hay algo que contar. Hay un grupo de guionistas detrás del proyecto con una historia lo suficientemente amplia como para llenar 132 minutos de película sin necesidad de recurrir a largas y repetitivas batallas que oculten la falta de sustancia. A esto se debe sumar las buenas actuaciones en los roles centrales de Kevin Bacon, James McAvoy y principalmente Michael Fassbender, este último con un meteórico ascenso hacia el estrellato desde hace algunos meses, así como también las escenas de combate, en una dosis justa y con efectos notables, aumentando la eficacia del film en general.
El problema de X-Men First Class es inversamente opuesto al que castigaba a la tercera película de la saga. En aquella, el despliegue de efectos, la inclusión de un sinnúmero de personajes y una lucha constante entre mutantes, resaltaba una carencia de argumento y la falta de elaboración del guión. En esta, por el contrario, es tan rica la historia, es tanto lo que se tiene para decir que se tiene que optar por qué temas tratar en profundidad y cuáles no. La infancia de sus protagonistas, la búsqueda de los otros miembros del equipo y su entrenamiento se muestran así como apuntes, un collage en clave humorística, fragmentos que si bien son importantes deben ser resumidos para priorizar otros.
Este nuevo producto de la Marvel sorprende y se posiciona como una de las mejores de la franquicia hasta el momento. Si bien X2 aún es la más lograda, con esas inolvidables escenas de Nightcrawler (aquí se recupera ese espíritu con Azazel), esta Primera Generación supera con comodidad a las últimas dos e incluso a la X-Men original, película que no ha envejecido bien. La Fox deberá estar agradecida a Matthew Vaughn… con las buenas críticas que viene cosechando y el éxito asegurado de público, es cantado que habrá mutantes para rato.
[ratingwidget_toprated type=»pages» created_in=»all_time» direction=»ltr» max_items=»10″ min_votes=»1″ order=»DESC» order_by=»avgrate»]
Lo nuevo de Michael Mann retrata al creador de la mítica escudería.
Paul Giamatti protagoniza una de las serias candidatas al Oscar.
Sydney Sweeney y Glen Powell se juntan para intentar revivir las comedias románticas.
Hollywood se prepara para celebrar a lo mejor del año pasado.