¿Qué tan mal pueden salir las cosas si sumamos una mala organización y un calor intolerable? El documental de Bill Simmons y Garret Price tiene la respuesta.
¿De qué va? Woodstock 99, un festival de música de tres días promovido para hacerse eco del idealismo de unidad y contracultura del concierto original de 1969, se convierte en disturbios, saqueos y agresiones sexuales.
Todavía en el proceso de retorno a los eventos multitudinarios pos pandemia en todo el mundo, la música se volvió una de las artes tuvo que resignificarse en el streaming, ya sea desde shows o producciones audiovisuales como otras maneras de llegar en otros formatos o géneros. A partir de eso, las plataformas no dejaron pasar la posibilidad: desde las presentaciones especiales de Taylor Swift y Billie Eilish para Disney+ hasta los contenidos especiales de Netflix como This Is Pop. Y en una línea muy similar a este último, HBO Max presentó Music Box, lo que será una serie de documentales producidos por Bill Simmons que buscarán explorar distintos aspectos de la música: recitales, artistas, biografías, entre otros. Así, la plataforma nos deja asegurado contenido musical para rato.
Como inicio de ciclo, el primer documental que Music Box presentó fue Woodstock ‘99: Peace, Love, and Rage. Dirigido por Garret Price, se presenta como un relato de casi dos horas sobre uno de los festivales más trágicos y polémicos de la historia. En el aniversario por los 30 años del festival Woodstock original -evento cúlmine de la contracultura y el hippismo en 1969-, nos encontramos con un mundo distinto, música distinta y un público distinto. ¿Qué tan mal pueden salir las cosas si le sumamos una mala organización y un calor intolerable? Posiblemente muchas.
Tal como Netflix logró llamar la atención con su documental Fyre en 2019 -en este caso el “no-festival” más ambicioso, polémico y extraño de esta última década-, la estructura de Woodstock ‘99 se maneja de una manera muy similar: una partida desde cero, donde la producción y las decisiones parecen ser acertadas, mientras luego nos empieza a llevar hacia una caída inevitable, donde todo va de mal en peor. En el medio, un adelanto de cada fecha, nuevamente presentando qué artistas y qué podrían pensarse como situaciones positivas, y terminan resultando en todo lo contrario. Así, tenemos como resultado un trabajo dinámico, que se vuelve llamativo y, como humilde opinión, el factor nostálgico de la música para la generación x y millennials puede ser algo bastante difícil de escaparle.
Obviamente, la revisión de un festival llevado a cabo hace más de 20 años permite un análisis conceptualizado desde la actualidad, sobre todo resaltando aspectos que están puestos a la orden del día, sobre las conductas violentas y machistas del público durante esos días del festival. También, como sucede con varios documentales, permite la apertura de una polémica llevada a debate: se pone en discusión la relación de las conductas del público con un género musical y, sobre todo, con una banda puntual, a la que consideran como un ejemplo de “producto generacional” de la época. Por otro lado, no deja de aprovechar el momento para revisitar Woodstock ‘69, el mítico y original, para recordar un “lado B” que no todos mencionan al momento de recordarlo. Así, se abre la cancha a una discusión bastante interesante y profunda sobre lo musical-contexto social. Lo lamento: si me sigo extendiendo sobre este tema lo consideraría una suerte de “spoiler”, por lo que van a tener que verlo para saber de lo que hablo.
Sin embargo, y más allá de todo el análisis o los conflictos que integran su desarrollo, creo que todo melómano puede encontrar una gran remasterización de los shows de ese momento y, hasta de alguna manera, lamentando que no haya más de eso. El registro mejorado de las presentaciones de grupos como KoRn, Limp Bizkit, Kid Rock, Alanis Morissette y Red Hot Chili Peppers se convierten en algo grato para cualquier fanático de la música. El punto en contra es el poco uso que se termina dando, dejando una sensación de querer ver más sobre las presentaciones.
Como resultado final, tenemos un documental dinámico que combina la música con un buen relato del “lado b” de los festivales, con algunas flaquezas pero que aún así es entretenido e interesante de ver. Si te gusta la música y sobre todo las historias que la acompañan, es un relato obligado para ver.
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