Crítica de Winning Time: The Rise of the Lakers Dinasty – ¿it´s showtime o magictime?

Doctor Buzz´s in the house.

En diferentes juegos electrónicos, o hasta en el deporte de fantasía, uno se divierte simulando manejar un equipo, realizar las transferencias de jugadores y controlar el día a día del club que uno quiere sea de la disciplina que sea. Basado en hechos reales, algo de eso sucedió con Jerry Buss, quien traspasó sus negocios inmobiliarios al deportivo a fines de la década del ´70, más precisamente al equipo de la NBA Los Ángeles Lakers, tan sólo en busca de hacer historia y cambiar la lógica de una competencia que se encontraba en decadencia.

Sobre esta figura tan icónica se basaron Max Borenstein y Jim Hecht para Winning Time: The Rise of the Lakers Dinasty, la nueva serie de HBO que cuenta con la producción ejecutiva –y dirección del primer episodio- de Adam McKay. Pero no sólo Buss es el nombre destacado de la misma, sino que a lo largo de los diez episodios varias figuras navegan por el mar de los Lakers, franquicia que comparte junto a los Boston Celtics el privilegio de ser los más ganadores del básquet norteamericano.

Centrándose en la temporada ´79/´80, la serie se presenta como una comedia dramática deportiva sobre los embrollos y senderos que tuvieron que atravesar el equipo amarillo y violeta durante la competencia, abordando desde la propia adquisición del “doctor” –con recelo dentro del ambiente deportivo y de su familia- hasta la elección del plantel, con el arribo del novato Earvin “Magic” Johnson Jr. a un equipo que contaba con grandes figuras pero que estaba de capa caída.

A lo largo de los capítulos podemos encontrar todas las acentuaciones y vicios propios de McKay, que el resto de los directores se alinea a la hora de la narración con la vorágine propia de sus trabajos, el uso de cámara con planos eléctricos y ediciones irregulares, sumado al rompimiento de la cuarta pared por parte de los protagonistas, quienes le hablan al público para salir del aspecto ficcional de la misma. Sin embargo, el detalle más destacado pasa por la ambientación y “estilo” de la serie, con la resolución de escenas propias de la época que a veces se asemeja a un documental, con una nitidez de la mano a la tecnología de comienzos de los ´80.

Todas estas peculiaridades que tiene la serie conviven de manera constante, y con la intención de darle dinamismo a las situaciones, muchas veces lo vuelve anárquico y caótico, con diálogos e imágenes fuera de tiempo superpuestas persistentemente. Cabe destacar que no es una rareza viniendo de su productor, debate que hubo hasta no hace mucho tiempo en Don’t Look Up y que produce una barrera entre sus fanáticos y detractores.

Párrafo aparte para el debate generado por la representación a la realidad: si bien se aclara en los créditos las “diferentes modificaciones a los hechos reales”, tanto Jerry West como Kareem Abdul-Jabbar manifestaron su enojo por las interpretaciones hacia su persona, quedando este primero en el papel de Jason Clarke como un maniático, inestable y con serios problemas de ira, siendo el ejemplo más claro de la disconformidad de los deportistas por sus figuras.

Aquellos más acérrimos a la naranja podrán pasar por un deje de decepción al presentarse el debate por la veracidad de los hechos o no, que desde un momento deja un manto de sospecha debido a la espectacularidad de los mismos pero que tampoco sería una rareza total; donde quizá la duda pasa más por la secuenciación que por el contexto en sí. Pero otro pasaje de desencanto pasa por la tecnicidad dentro del juego: no se encuentran muchos momentos donde se habla del básquet en sí, apenas algunas escenas de las dos figuras del equipo con respecto a las posiciones dentro de la cancha. Con el correr de los capítulos eso se va perdiendo, donde tiene más fuerza durante la pretemporada con el armado del plantel. Como justificativo de la serie, éste no es documental como otro fenómeno que fue The Last Dance, sino que responde al mundo de la ficción.

Tanto Borenstein como Hecht buscan abordar de manera completa cómo se construyó el armado de uno de los equipos más exitosos de la historia del deporte, teniendo en cuenta un pasado reciente que no era de lo más destacado y las necesidades y exigencias que había. A la vez, atracar sobre las interacciones y recelos que podía haber en el plantel y los dirigentes dentro de la franquicia, como así los diferentes aspectos personales que tenía cada uno de ellos, entre problemas familiares y profesionales. ¿Parece un montón? Bueno, a lo largo de los diez episodios también se siente y, sumado a las características narrativas que le propiciaron es inevitable no sentirse abrumado.

Entre los puntos a destacar como positivos, la exhibición del novato “Magic” Johnson parece sobresalir, ya que es el punto principal para contar todo este universo –donde se roba completamente el primer episodio- sumado al carisma de Quincy Isaiah en su interpretación, quien no tiene problemas en ponerse al hombre ciertos pasajes de la trama. Y más allá de sus quejas –donde quizá no sea fiel con su personalidad-, gracias a Solomon Hughes queda clara la importancia del segundo jugador con más partidos disputados en la liga. Esto sumado al retrato sobre la rivalidad entre el equipo protagonista y los Celtics, representado de manera sólida entre la disputa de Johnson con Larry Bird –en la piel de Sean Patrick Small-, que ya venía desde el plano universitario y el draft lo llevó a las grandes ligas. La visita del conjunto de Los Ángeles al TD Garden es uno de los momentos más destacados.

En el plano de las personificaciones también lo colocamos en lo más alto. ¿Qué decir de John C. Reilly? Si bien no fue la primera opción –la salida de Michael Shannon le dio la posibilidad- y que provocó la pelea entre Ferrell-McKay, el actor demuestra diferentes capas dentro de lo complejo de su personaje, jugando con la cámara como pocos saben hacerlo y generando empatía con alguien que no necesariamente debía haber. También hay muy buenas interpretaciones por parte de Gaby Hoffmann y Hadley Robinson, pero sus personajes son proporcionalmente inversos respecto a influencia dentro de la historia; la primera descendente y la segunda ascendentemente, pero trayendo un aspecto moral en la vorágine de la coyuntura.

Con segunda temporada confirmada, el abordaje sobre una década que tuvo la rivalidad entre los dos equipos más ganadores y una de las más famosas entre dos deportistas -Magic Vs. Bird- será todo un desafío y veremos hasta dónde se puede tratar tantos temas en un abanico tan amplio. Sin embargo, Winning Time: The Rise of the Lakers Dinasty entretiene y da un vistazo a un suceso tan importante en la historia de la naranja, fortalecido por grandes actuaciones y un formato que te inserta en la época.

Ignacio Pedraza

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