Tras la muerte de su esposo e hija, Sarah Winchester se lanza a la construcción de una enorme mansión diseñada para mantener a los espíritus que la acechan a raya, 24 horas al día, siete días a la semana.
La mansión Winchester es considerada el lugar más embrujado de Estados Unidos. La edificación en constante construcción pertenecía a la familia homónima, sí, los responsables del afamado rifle. Y este film toma como punto de partida esta historia folclórica norteamericana, basada en los hechos reales acaecidos alrededor de la figura de Sarah Winchester (Helen Mirren) y los extraños sucesos en los que se vio involucrada.
Los primeros minutos, desde aquellos planos del inicio hasta las líneas de los personajes, indican que Winchester probablemente no será un relato que destaque por su originalidad. Estas sospechas se verán corroboradas cuanto más avance el metraje hacia un desenvolvimiento de lo más convencional y trillado, perteneciente a una producción menor del género de terror.
La solidez conferida desde un guión clásico lamentablemente termina yendo a pique, cuando en el tercer acto el film parece más decidido a jugar al salvataje superheroico, aunque los característicos golpes de efecto típicos del género o el misterio de los espíritus amenazantes ya de por sí poco cumplían con su objetivo.
Técnicamente no pueden argumentarse palabras contra el guionado ni la estructura, que encajan cómodamente, mas el verdadero problema radica en una dirección ingenua y desganada, llevando los estereotipos al máximo. El punto a destacar -porque siempre debe haber algo- se encuentra en una dirección de producción y arte que recrean en forma muy verosímil los primeros años del siglo XX, aún cuando se deja entrever un alusivo y perturbador uso de la imagen digital.
Quizás por nuestros pagos, Winchester pase desapercibida – considerando el acervado gusto por el terror- más que en su país de origen, no solo por su calidad sino también por la historia folk yankee a la que remite. Para un género que viene en alza, el film no agrega nada. Valorada por su realización, se trata de una producción que es mejor perderla que encontrarla.
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