A esta altura pocos desconocen la firma de Sony Pictures en materia de animación, teniéndose en cuenta el rotundo éxito de la aclamada (y oscarizada) Spider-Man: Into the Spider Verse o, en menor medida, la recientemente celebrada The Mitchells vs. The Machines, film que supo ocupar un influyente top en la N roja.
Tras esos pasos va Vivo, aunque las grandes expectativas con las que contaba esta flamante producción estaban ligadas casi de manera exclusiva a la figura de Lin-Manuel Miranda, quien supo conquistar al público con la composición musical de exitosas propuestas como Hamilton o In the Heights, títulos que también se ocupó de protagonizar. En esta oportunidad, el prestigioso artista regresa aportando su habitual talento como compositor y su voz para dar vida al entrañable kinkajú que da nombre a una película dinámica y genuina, pero, en definitiva, poco memorable.
La historia inicia con una imponente secuencia musical que presenta a Andrés Hernández (Juan de Marcos González), un longevo artista musical que irradia ritmo y felicidad cantando en una plaza de La Habana, Cuba, junto con Vivo, un simpático kinkajú -pequeño mamífero pariente de los mapaches- tan apasionado de la música como él. De hecho, Andrés y Vivo, a pesar de comprenderse mutuamente en un marco similar al de dueño/mascota, comparten idioma únicamente a la hora de cantar, momento en el que el simpático animal es tan humano como el otro.
Lo que en un inicio aparentaba inclinarse a un camino comparable con Coco, de Disney, pero explotando la interesante cultura cubana, termina convirtiéndose rápidamente en una fórmula más que convencional cuando resurge el pasado artístico de Andrés junto a Marta Sandoval -con voz de la legendaria Gloria Estefan-, una famosa cantante que terminó triunfando en Estados Unidos y que desea reencontrarse con él. De este disparador surgen poderosos sentimientos que, además de trasladar casi la totalidad de la acción fuera de la isla cubana, agregarán en la historia a Gabi (Ynairaly Simo), una niña tan intensa como adorable y de quien, en razón de un impensado y rápido giro argumental pasado el inicio del relato, no develaremos su rol en la película.
Si bien el nuevo film de Kirk DeMicco (The Croods) logra reunir todos los elementos necesarios para cautivar y emocionar a los espectadores para los que suelen estar destinadas este tipo de propuestas, nos encontramos ante una producción que reduce casi todo su potencial creativo y dramático al mero enfrentamiento de obstáculos espontáneos que impiden la llegada de los protagonistas hacia el objetivo deseado. Claro que entre medio está la tan esperada como estimulante música de Miranda y algún que otro gag efectivo, pero no hay mucho más allá de ello y la calidez que emanan sus protagonistas.
En resumen, Vivo podrá significar para gran parte del público la posibilidad de pasar un rato agradable frente a una producción que, a pesar de aproximarse a un desarrollo decididamente atractivo, termina siendo insustancial y carente de riesgo, aunque no por ello irresistiblemente entretenida, hecho que en estos tiempos no resulta para nada menor.
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