Se trata de la extraordinaria historia real de una amistad inesperada durante los últimos años del destacado mandato de la Reina Victoria.
El señor biopic está de vuelta. El británico Stephen Frears (High Fidelity) tiene una larga y prestigiosa carrera por detrás, pero es en la última década donde ha encontrado un nicho para contar historias basadas en hechos reales que le sienta muy bien, como demuestran Mrs. Henderson Presents, la oscarizada The Queen, Philomena, The Program, Florence Foster Jenkins y la que nos compete en esta ocasión, Victoria & Abdul. Para ello, trae consigo a una colaboradora del tamaño de Judi Dench, con la que ya trabajó previamente en tres oportunidades, para retratar un pequeño capítulo en la vasta historia de la Reina Victoria del Reino Unido.
Dench no es extraña al personaje histórico, ya que lo interpretó en Mrs. Brown con un éxito inesperado que la llevó a estar nominada al Oscar como Mejor Actriz. 20 años después, Victoria & Abdul es considerada por muchos como una secuela no oficial de aquella biografía de 1997, con el foco puesto en la amistad especial generada entre la reina y un súbdito indio, que pasó a ser un gran confidente en los últimos años de su mandato. Los espectadores avezados en la coordinación entre uno y otro film encontrarán nexos en común, pero el de Frears tiene identidad propia como es usual en su filmografía. Lo que es más importante, resulta una película por demás emotiva y bien conducida, representando un bonito canto a la amistad y a la tolerancia, que nunca está mal que se nos recuerde de tanto en tanto.
El guionista Lee Hall pone en tela de juicio todos los cánones que marcan el espíritu inglés victoriano, la fidelidad a rajatabla a las reglas del protocolo, el manejo de la política, el humor y las costumbres netamente británicas, con pinceladas agudas y elegantes. El escritor va dejando ver la imagen más pura de la monarquía para generar un claro contraste con la esencia de la amistad platónica entre un joven y la anciana soberana. El guión refuerza los lazos sentimentales y pone en perspectiva el sentido de la vida en diferentes estratos sociales, así como lo extenuante que representa el deber real, hasta el punto de no encontrarle una justificación aparente.
No hay mejores producciones fastuosas que las británicas, y el cineasta y compañía ponen un eximio show de escenarios y diseño de producción impecables, detalle del cual no se esperaba menos. Cada minucia está elaborada para evocar un tiempo pasado y de seguro tendrá alguna que otra nominación en los apartados técnicos, de cara a la próxima ceremonia de los Premios de la Academia. Pero es en su gran ostentación donde también tiene su debilidad: el idealismo del revisionismo histórico, donde se endulza por demás la figura de Victoria, es donde puede llegar a ser cuestionable. Hay un facilismo en representarla como un ser de luz cuando la historia demuestra que había bastantes grises, pero en la fantasía real adyacente que crea la película es un detalle que podría perdonarse ante el gran esquema de las cosas.
Lo mejor de Victoria & Abdul recae en Dench. Lo que hace es extraordinario y me quedo corto, interpretando a la perfección su papel, aportando credibilidad a cada paso y llevando sobre sus hombros todo el peso de la película. Incluso aquellos que no apoyen el film, por ser una biografía más, deberán rendirse ante las evidencias de la capacidad artística de esta legendaria intérprete que, a sus 82 años, continúa dando lecciones magistrales y es capaz de eclipsar al resto del reparto. También es admirable el pulso del casi desconocido Ali Fazar, al ponerse frente a frente a la galardonada actriz, y si todo le sale bien podría ser su gran carta de presentación al mundo estelar de Hollywood.
Victoria & Abdul es un amable retrato del ocaso de una recordada figura como lo fue la Reina. De producción superlativa y cuidada, así como con una brutal actriz al frente, es de esas biografías que se contentan con narrar una historia de manera convencional en vez de hacer algo novedoso o fuera de la norma, pero a la que nunca le falta corazón.
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