Sergio Mazza (director de Graba, El Amarillo y El Gurí) otorga a su trayectoria un nuevo giro concibiendo Vergara, su más reciente obra. Si bien la paternidad como rasgo autoral ya se encontraba visible en el documental Natal (estrenado 2010), aquí la búsqueda adquiere otro matiz. El presente film se ocupa de retratar a un hombre que pierde a su pareja y a su trabajo en el ecuador de la vida y se encuentra indefectiblemente mirando la profundidad de un abismo existencial incierto.
Filmada en la ciudad de Rosario, Vergara es una película cuyo título remite de forma homónima al personaje protagonista. Marcelo es un ser un tanto apático, que parece no encontrar el lugar en su vida ni la forma de canalizar sus pasiones y deseos de progreso. Jorge Sesán (Pizza, birra, faso) es una auténtica revelación que da vida a esta especie de antihéroe parco y antisocial, retratando al típico hombre de 40 que nunca termina de madurar del todo y que se encuentra atrapado en las disquisiciones de un presente anárquico y errante.
Con el tiempo corriendo a ritmo veloz, los interrogantes que apremian a nuestro protagonista convierten su vida en un dilema existencial. El existencialismo al que remite este tipo de reflexiones es un terreno fértil para el género de la comedia dramática, en donde Vergara construye su identidad. Con una banda sonora rica en melodías de jazz, la historia procura abordar las cuentas pendientes de la vida y la necesidad de dejar descendencia como inquietudes esenciales.
Ficcionalizar acerca del deseo de paternidad es una tarea que Mazza aborda con sapiencia y también en la búsqueda denodada de dicho objetivo está la clave distintiva de la propuesta. Obviamente, por cuestiones que hacen a mandatos sociales instaurados que tienen que ver con análisis de género retrógrados. A los que el film, con tono refrescante, invita a eludir. Que en dicho deseo se encuentre presente la idea mentada de la paternidad como salvavidas, para otros huecos imposibles de llenar, también otorga otra dimensión a la reflexión.
A través de la radiografía que hace de su protagonista, de forma minuciosa y precisa, intentamos comprender el actuar y el pesar de este personaje para, en definitiva, identificarnos con él, en procura de cierta compasión con sus anhelos postergados y esta imposibilidad que busca sortear. Mediante el tono elegido y resaltando el absurdo cruel de la vida, Vergara se consolida como un exponente del cine independiente nacional que administra su minimalismo de recursos para potenciar el cauce dramático que propone.
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