Derrocado el gobierno peronista, cuatro reconocidos dirigentes se encuentran confinados en la lejana y fría Unidad 15 del penal de Río Gallegos. Ante el inminente fusilamiento al que serán destinados los presos políticos, deciden que la única opción para sobrevivir es el escape.
Corre el año 1955 y la llamada Revolución Libertadora usurpó el poder. El presidente constitucional Juan Domingo Perón es derrocado, su partido proscripto y sus dirigentes encarcelados. En ese contexto es que llegan a la Unidad XV del penal de Río Gallegos cuatro presos políticos, cada uno de una vertiente del movimiento –algunas diametralmente opuestas-. Basada en hechos reales, la película de Martín Desalvo (El padre de mis hijos) pone el foco en la vida en prisión de estos cuatro hombres bien diferentes y en su eventual comunión para lograr la fuga, que se promete cinematográfica pero lejos está de alcanzar ese status.
El escape original incluyó a seis presos, pero con criterio la película limita el número a solo cuatro. «Peronistas somos todos» dijo el General y bien en claro queda con cada uno de estos exponentes. Al partido lo comparten John William Cooke, del ala izquierda del peronismo y nombrado apoderado del movimiento por el propio Perón, con Guillermo Patricio Kelly, peronista pero desde el nacionalismo de derecha. Está Jorge Antonio, un empresario de negocios dudosos con aroma a corrupción, y Héctor Campora, de origen conservador y breve futuro presidencial, como candidato elegido por el propio líder. Por más diálogo político que mantengan entre los cuatro, la autocrítica no existe.
Es una película que busca entablar una conversación con la actualidad. El título es una referencia al establecimiento que los arriba mencionados compartieron dentro del Penal de Río Gallegos. También puede entenderse como aquello que necesitan los dirigentes para sobrevivir, el todo como algo más fuerte que la suma de las partes. Y en ese sentido es que conecta con un panorama político actual en el que el peronismo se encuentra fragmentado. La unidad hace a la fuerza y los problemas de hace más de 60 años siguen presentes. Pero en ningún momento se permite dudar respecto a qué es el peronismo, un partido en el que pueden convivir sin ningún inconveniente dirigentes de extrema izquierda y de extrema derecha. Todo en el nombre del movimiento. Eso también se conserva en el presente, pero mejor que la mirada vaya por otro lado.
Unidad XV mantiene grises que la favorecen. Incluso lo trasmite desde su paleta de colores apagados, con una muy buena fotografía de Nicolás Trovato. Se define en base a un blanco y negro bastante claro, se es peronista o se es militar, se es de los buenos o de los malos. Pero rápidamente se comprende que no todos dentro del peronismo son exactamente iguales, el título homogeniza pero no es lo que se dice un movimiento uniforme, así como también se evidencia que hay quienes entre los carcelarios que solo siguen órdenes. De hecho, el gran héroe de la historia es un guardia.
Durante la mayor parte del metraje, Unidad XV es una película política. Hay efectivos trabajos del cuarteto central que componen Rafael Spregelburd, Lautaro Delgado, Diego Gentile y Carlos Belloso, cada uno con un perfil bien marcado y secundados con buenas interpretaciones de parte de Ignacio Rogers, Mora Recalde, Germán De Silva y Adrián Fondari. Más allá de estar contenida en un mismo espacio reducido durante casi su totalidad, el film no fomenta una atmósfera de asfixia, claustrofobia o verdadero riesgo. Hay encuadres que se pretenden más complejos, con los protagonistas en los márgenes de la pantalla, con la intención de generar alguna sensación que no se termina de transmitir.
El paso al esperado thriller de fuga es brusco y repentino. Cuando ya no hay nada más que decir y queda en claro el futuro de paredón, el cambio de mentalidad es inmediato, el escape es la única alternativa y así se pone en marcha un plan acelerado, con música acorde al espíritu de huida. El bosquejo es sencillo, lo mismo que su ejecución. La promesa de una fuga espectacular no se cumple, seguramente por la velocidad con la que se propician los acontecimientos, sin que quede claro en ningún momento que en realidad pasaron dos años tras las rejas. El foco se pone, más que nada, en las diferencias que separan a estos cuatro dirigentes y en su lento camino hacia la unidad, que es lo único que los hará libres y mantendrá con vida. Y la política se interpone en lo que podría haber sido un gran escape.
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