Crítica de Underwater / Amenaza en lo profundo

Seis científicos intentan escapar cuando un terremoto destroza su instalación submarina. La única salida posible implica caminar por el lecho marino, pero unas criaturas monstruosas acechan en la profundidad del océano.

Todos somos valientes hasta que toca nadar a 11 kilómetros de profundidad en pleno océano, cuando la Madre Tierra prepara su venganza en forma de terremoto porque el humano otra vez fue demasiado lejos.

Kristen Stewart acepta el desafío, en una película que a simple viste pareciera ser una historia más de supervivencia, pero que logra, gracias a una edición milimétrica, sumergir al espectador en esta travesía subacuática.

Underwater (Amenaza en lo profundo) no es apta para claustrofóbicos. Con una visión reducida por los cascos de oxígeno de esta tripulación de seis sobrevivientes, con Vincent Cassel (Irreversible) como capitán, sumada a la paleta tierra y sombría de las fosas oceánicas más una edición ágil en decisiones y variedad de planos, la experiencia inmersiva es a flor de piel. La fórmula de oscuridad y sonidos sorpresivos que despegan de la butaca funciona, sin hacer abuso del recurso.

«Nosotros hicimos esto», confiesa una de las tripulantes en esos momentos de honestidad crítica, cuando unos minutos más de vida son un regalo. En un contexto de crisis energética ninguna profundidad inhibe a las empresas extractoras, aún cuando el terreno resulta impredecible para los protocolos de seguridad más sofisticados.

Hay que moverse rápido, el terremoto generó mucha energía contenida. La única salvación es llegar a la estación Roebuck y pedir socorro. Del dicho al hecho hay un largo trecho, y la teoría aplicada a la realidad, y más en casos extremos, no siempre da una buena traducción. Sobre todo cuando estos náufragos ¿submarinos? tienen compañía de criaturas que no están muy contentas con su visita. Una especie de seudópodo con mandíbula que se divide de forma celular en cientos de otros va dificultando el asunto. Pero como nos enseño Steven Spielberg en Tiburón, a veces los monstruos funcionan mejor cuando sabemos que están ahí amenazantes, pero sin ser vistos. Menos es más.

Norah, el personaje de Kristen Stewart, se encarga de que el trayecto sea siempre cuesta arriba. Cargándose la película al hombro, además de unos litros de agua, es la verdadera líder y el espíritu del film. Con una cabeza rapada, decisión estética que tomó ella misma, la actriz hace una destacada labor al combinar presencia y contención a la hora de mostrar los quiebres del sentirse superada.

A su vez, logra homenajear a dos iconos del cine de ciencia ficción: Charlize Theron como Furiosa, pero sobre todo a Sigourney Weaver y su eterna Ripley, por su aspecto andrógino. «Eso fue lo que nos inspiró verdaderamente a la hora de escribir a Norah como un personaje donde su sexo no tenía nada que ver con su arco. Sentimos que era una representación muy auténtica de un personaje. Algo que forma parte del mundo en el que vivimos hoy», indicó el guionista Adam Cozad en relación a eso. Sin duda varios de los planos de Norah pasaran a las escenas cuadro del cine actual, como lo fueron sus inspiraciones.

Todo el elenco realizó un trabajo sumamente físico. Los trajes que les permiten desplazarse por el fondo oceánico, similares a los de un astronauta, pesaban 45 kilos. Correas, arneses y soportes tipo mochilas los ayudaban a distribuir el peso, pero sin embargo había que poner el lomo. «Había momentos de la historia a los que no podías llegar, si no te sentías expuesta y nerviosa como nos hacía sentir este entorno, así que eso era algo a lo que yo aspiraba. No hay forma de fingir eso», explicaba Stewart.

A su vez la construcción de la masa de agua, escenario preponderante, fue realizada con efectos visuales específicos, alternados con piletas y tres estudios de sonido. Con un despliegue técnico que se hace evidente pero sin recordarnos permanentemente los millones invertidos, este relato nos recuerda lo ínfimos que somos cuando nos alcanza el miedo. Que nuestro recuerdo puede variar desde una fotografía o un peluche. Y que por alguna extraña razón, la luz no se corta debajo del mar.

 

 

 

 

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Carla Alomar

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