De no ser porque es dolorosamente cierta, la historia real de Louis Zamperini es demasiado fantástica como para ser verdad. El corredor olímpico devenido en soldado en la Segunda Guerra Mundial y prisionero de guerra en un campo japonés es el foco para el segundo largometraje como directora de Angelina Jolie, quien tiene tantos aciertos como desventajas en esta odisea humana.
Para comenzar, vale decir que Jolie reunió a un equipo muy sólido de colaboradores, entre los que se encuentran los hermanos Ethan y Joel Coen trabajando en el guión junto a Richard LaGravenese y William Nicholson, el director de fotografía Roger Deakins y el compositor Alexandre Desplat entre otros, pedigree necesario para llevar adelante esta historia de vida tan particular. Como eje principal en lo narrativo, la elección de la joven estrella en alza Jack O’Connell valida mucho el corazón emotivo del film, donde él interpreta con mucho tino al muchacho italoamericano que se las vio negras desde su infancia pero supo salir adelante gracias a su espíritu «inquebrantable».
La primera mitad de la extendida película -un poco más de dos horas de duración- es el tramo sólido del film de Jolie, donde se cuenta la historia de vida de Zamperini y se lo ve marchar a la guerra. Hay grandes momentos en esta primera parte, desde la impresionante secuencia aérea hasta la caída y posterior vida náufraga de Louis y sus compañeros, donde se ve muy claro de qué está hecho el muchacho, levantando la moral del grupo allí donde sólo había agua y más agua en el horizonte. Desde el guión, estas escenas comportan los momentos más placenteros de la propuesta, los más emotivos y sugerentes, donde la acción está bien milimetrada y hay un sentimiento in crescendo de los pesares de los náufragos. Una vez que la situación pasa de Guatemala a Guatepeor es donde Unbroken se torna repetitiva y recurre al golpe bajo que previamente se evitó con tanto esmero.
Al entrar al campo de prisioneros y ser recibidos por un contenido pero déspota cabo Watanabe, el Pájaro, quien desde el primer momento toma al protagonista de punto, es donde el tono del film se pone solemne y por demás repetitivo. Louis tiene que soportar una vejación tras otra, una más pesada que la otra, y parece no librarse nunca de su mala suerte. Como Watanabe, la estrella pop japonesa Miyavi tiene una buena conexión con O\’Connell, aunque como nunca se explica fehacientemente qué es lo que hace que el japones odie tanto al americano -¿será su valor y esperanza ante tanto desasosiego?- lo cierto es que el espectador la tiene fácil para odiarlo y nunca lo puede considerar un personaje tridimensional y fragmentado. El americano es bueno, el japonés es un malo malísimo.
Unbroken es una película completamente inspiracional y se torna lentísima cuando quiere llegar al corazón del espectador a toda costa, arrojando en el camino del protagonista un obstáculo tras otro para salir de la carrera airoso y con la cabeza bien alta. El relato de supervivencia funciona de maravillas hasta el rescate de los náufragos, donde el ritmo decae bastante. Por fortuna, el talento estelar de Jack O\’Connell brilla y realza lo que podría haber sido un caos fílmico total.
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