Crítica de Transformers: Dark of the Moon / El lado oscuro de la Luna

En esta nueva película, los Autobots y los Decepticons se involucran en una peligrosa carrera espacial entre los EE.UU. y Rusia, y una vez más Sam Witwicky tiene que acudir en ayuda de sus amigos.

Uno se pregunta, ¿no hay secuelas en las que pase algo más simple?. Me explico mejor, digamos que tenemos una película exitosa en la que se juega el destino de la Tierra… para hacer una segunda parte, ¿tiene que estar en riesgo el destino de dos planetas? Bueno, Michael Bay nos enseña que sí, y siguiendo con su teoría, en una tercera realización la apuesta tiene que ser aún más alta todavía, si usted pensó que el peligro estaba en Transformers del 2007, espere a conocer el que le depara el 2011.

Para ser justos con el escritor Ehren Kruger, hay un poco más de esfuerzo en la construcción de la historia, con un guión más trabajado sobre todo en la primera parte, mezclando dosis de realismo de la carrera espacial de los ’60 con la ficción propia de los robots de Hasbro. En esa idea que se construye a partir de algunas obviedades, con todos los clichés del alunizaje posibles (técnicos de la NASA aplaudiendo, «un pequeño paso para el hombre…», incluidos), se encontrará lo mejor de la película. Esto alcanza incluso para ser superior que Transformers: Revenge of the Fallen, si es que eso significa algo teniendo en cuenta que aquella es realmente muy mala. Si a eso se suma la presencia, algo desaprovechada, de John Malkovich y del genial Ken Jeong, en dos roles desopilantes, esta tercera parte parecía que estaba para más, sin embargo finalmente se acordaron que había que vender.

Ahí aparece la mano de Bay, el mercader del digital, para ofrecerle al público lo que quiere, robots peleándose entre sí. Las explosiones, los gritos, los diálogos solemnes, las malas actuaciones, la madre insoportable, que si alguno esperaba que se fuera con Megan Fox lamentablemente no lo hizo, la excesiva e injustificada duración, la disparatada vuelta de tuerca al personaje de Patrick Dempsey, las escenas como videos musicales para MTV, la estafa del 3D y demás no importan, porque lo que uno va a buscar son robots peleándose entre sí. Es penosa la forma en que se abandona así una idea y se toma el camino de la flojera respecto al guión.

Hace algunas semanas atrás se estrenó Fast Five y siendo una quinta parte resultó ser la mejor película de la saga Rápido y Furioso. Se podría haber hecho lo fácil y dejar que los autos corran para escudarse en «es una película de autos rápidos», pero no lo hicieron, ¿por qué hay que dejar que Michael Bay lo haga?.

 

 

 

 

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Migue Fernández

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