Lara Croft vuelve a trompearse en sus aventuras con el reboot de la famosa franquicia de videojuegos Tomb Raider. En esta oportunidad, la joven de armas tomar es interpretada por Alicia Vikander (The Danish Girl, Ex Machina), dando lugar a una protagonista más salvaje, brutal y con muy poca profundidad de personaje. El relanzamiento da cuenta de la carencia de creatividad de la industria, así como la paupérrima calidad de sus productos en un film que, más que en un cine, debería ubicarse en un arcade, ya que se asemeja mucho más a un videojuego… tampoco uno muy bueno.
La imagen de Lara -el cuerpo, más específicamente- ha intentado adaptarse a los tiempos que corren. Sus labios y bustos no son prominentes, sus shorts cortos se han transformado en jeans y su aspecto está menos arreglado. A la vez, la joven se independiza de la herencia multimillonaria de su padre y se sumerge en las calles revulsivas de Londres, en donde se convierte casi en una marginada. Este «realismo» al que se la somete casi que termina por ser lo más disfrutable de un film que gana en acción descontrolada, pierde complejidad y comienza a caer en un pozo de inverosimilitud e imbecilidad que no encuentra fondo.
Un descenso que se inicia a partir de un guión totalmente apresurado -a cargo de Geneva Robertson-Dworet y Alastair Siddons-, que solo intenta encadenar acciones sin ninguna coherencia y menos que menos construir personajes con los que sea posible identificarse y disfrutar. El otro gran problema es el de una vertiginosa aventura sin lugar para el descanso, exceptuando muy escasos momentos, dando lugar a que no termine de funcionar su estructura siquiera como propuesta de acción.
El otro desastroso gran pilar es el aspecto visual, que delata las perversas intenciones del mercado estadounidense de entregar relatos frívolos y vacíos, que laven la cabeza de un espectador que no tiene que pensar. El abuso del CGI es tal que pueden contarse con los dedos de la manos aquellas secuencias desarrolladas en un set artesanal; CGI que por otro lado se evidencia como un videojuego, algo demasiado incluso para un film basado en una franquicia de juegos.
El carácter de la labor que pueda haber ejecutado Vikander queda completamente opacada por la deplorable obra; de igual forma que el score compuesto por Tom Holkenborg (Junkie XL), con su sonido electrónico y feroz. De la dirección de Roar Uthaug tampoco pueda decirse demasiado, tratándose de un film producido solo por la gran recaudación que vaya a hacer.
Otra más y van, Hollywood consumiéndose a sí mismo. Superhéroes, aventuras, acción, nostalgia, algunas de ellas con nulo valor cinematográfico, como es el caso de Tomb Raider. No es decir que el cine de de la industria sea basura ni que haya filmes que lo serán necesariamente, solo que hay que escarbar decididamente para encontrar algo que valga la pena.
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