Adán y Mía son dos estrategas que quieren enseñarles a sus respectivos amigos las reglas para ganar el juego de ligar. En un bar se conocen y, a partir de ahí, usarán sus técnicas para enamorar el uno al otro en una serie de cómicos enredos.
Para ellos, el romance ya es cosa del pasado. Mientras unos van dependiendo de la azarosa improvisación con el fin de encontrar a su media naranja, Mía (Martha Higareda) y Adán (Omar Chaparro) saben exactamente qué hacer, qué cosas decir y cuánto tiempo esperar, como si de una fórmula mágica para el amor se tratara. Y por supuesto, sus resultados basados en un aparente conocimiento total de las necesidades de su pareja -o, al menos, su cita-, les brindan la protección para la inevitable ruptura, misma que se presenta como un bache que apenas y perturba al camino. Pero Tod@s Caen, la nueva película del argentino Ariel Winograd -un ya veterano en lo que es el género de la comedia-, sabe que este orden no puede existir para siempre, aunque su manera de demostrarlo no se distingue de otras obras del tipo.
Como si fuese una suerte de Hitch con serias aspiraciones a mantenerse original en el campo de la arquitectura, Adán pasa sus días ayudando a sus amigos -entre ellos un Mauricio Barrientos que logra destacarse- a conquistar a cualquier mujer que se les tope. Por su parte Mía, una productora que busca arrancar con su propio programa de televisión, está harta de las soporíferas citas que más bien fungen como largos «pitches» del que podría ser la persona con la que pase el resto de sus días, aunque ninguna de las dos partes tiene eso en mente. Pero cuando a Mía se le presenta la oportunidad de por fin llevar a su proyecto «Todos Caen» a la pantalla chica, deberá intentar conquistar a Adán -o al menos hacer que cambie su estado de Facebook a «en una relación»- como objetivo impuesto por la directiva del canal que podría llevarla a ver realizadas sus aspiraciones.
Hay que reconocérselo, la nueva película que viene a reunir a la conocida dupla Higareda / Chaparro -la cual dejó no una sino dos entregas de las criticadas No Manches Frida-, no pretende engañar a nadie, y es quizás su sencillez la que la salva del temido sopor. Aunque en ocasiones superados por su más efectivo elenco secundario, entre los que vuelvo a resaltar a un Mauricio Barrientos que sería el Kevin James de la mencionada comedia romántica con Will Smith, la pareja protagonista procura hacer su relación verosímil, o al menos lo más que se lo permiten sus diálogos. Y es que es justamente el guion la parte que más hace arrastrar a Tod@s Caen. No es que no sea puntualmente divertida -hay segmentos bastante efectivos-, pero es que viene a proponer lo mismo que han ofrecido un sinnúmero de películas. Y cuando el mismo film establece que caer en lugares comunes es un error, el libreto escrito por la misma Higareda y Cory Brusseau no hace ningún esfuerzo para evitarlos.
Pero, quien merece su propio párrafo y resulta ser el salvador absoluto del film es Winograd, un realizador con una trayectoria de ya ocho películas que, siendo mejores o peores, su balance siempre resulta ser positivo. Y cuando anteriores películas encabezadas por los mencionados sufren directamente por el responsable detrás de cámaras, resulta como un soplo de aire fresco ver a un cineasta que aprovecha al obtuso libreto para entregar una comedia que, si bien no cambiará el preocupante rumbo que ha tomado el género -al menos en México-, se podría catalogar como merecedora de su hipotético éxito. Las imágenes que el argentino regala son para notar, y su manejo de un siempre controlado elenco permite que, junto a un ritmo que no decae con tanta facilidad, la película no se descarrile totalmente de su modesta intención: entretener.
Tratándose en México de un fin de semana donde la impactante Midsommar, la reflexiva Ad Astra o la quinta entrega del siempre sanguinario John Rambo llegan a cartelera, resulta imposible recomendar a Tod@s Caen como una cita imperdible al cine. Pero, si se busca una experiencia cómoda e innegablemente agradable, lo nuevo de Ariel Winograd puede ser una correcta opción que confirma con sus dos horas de duración que el romance sigue existiendo.
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