Crítica de The Willoughbys / Los Hermanos Willoughby

Los hermanos Willoughby están convencidos de que sin sus (egoístas) padres les iría mucho mejor. Cuando consiguen mandarlos de vacaciones, los cuatro niños se embarcan en una aventura en busca del verdadero significado de la familia.

Desde Matilda hasta Kevin McCallister, la idea de liberarse de los progenitores siempre está dando vueltas en la cultura popular. En el amplio espectro que hay entre la niña con telequinesis y el chico abandonado, hay una infinidad de historias de pequeños que quieren separarse de sus padres. The Willoughbys es una de ellas que, combinando un humor oscuro y una trama poco convencional con aventuras, logra ser una película animada más que simpática y apta para toda la familia.

Tim (Will Forte) es el mayor de los hermanos, viene de un linaje intachable de aventureros y gente importante, de renombre y sueña con tener un bigote imponente y ganarse un lugar entre los Willoughbys más famosos. Jane (Alessia Cara) es la del medio, risueña y cantora, quiere una vida llena de magia; y los gemelos Barnaby (Sean Cullen) -ambos se llaman Barnaby- son los menores, creativos y misteriosos con peinado de hongo. Estos pequeños tienen los sueños de casi cualquier niño, el problema es que sus padres no los quieren, como los de Matilda. Es por esto que los cuatro creen que estarían mucho mejor como huérfanos viviendo libremente en la vieja casa familiar, pudiendo comer en la mesa y durmiendo en camas. Por esto es que diseñan un viaje lleno de peligro para que se vayan el Señor y la Señora Willoughby (Martin Short y Jane Krakowski) y, con algo de suerte, no vuelvan nunca. Sin dudarlo ni un segundo, los adultos arman las valijas y dejan a sus hijos solos en la casa, como los padres del pobre angelito.

Basada en el libro infantil escrito por Lois Lowry y dirigida por Kris Pearn, la nueva película animada de Netflix toma elementos comunes de la narrativa de aventura pero le suma una particular y bella estética, con detalles similares al collage y una paleta de colores estridente. Desde un principio dice que no es la típica historia con final feliz, de hecho quien lo dice es el gato azul que la relata y tiene la voz de Ricky Gervais, cómico británico que se destaca por su humor negro. Si bien hacia el final renuncia a esta premisa y concluye en una manera típica para este tipo de historias, lo hace a su modo y con un mensaje enternecedor.

Una niñera divertida (Maya Rudolph), una huérfana abandonada en la puerta de la casa, el dueño de una fábrica de golosinas (Terry Crews) con un fantástico bigote azul y un traje lleno de medallas. Esta historia introduce muchas cosas que por momentos parecen desviar la trama, pero que al final terminan construyendo una sólida historia que toda la familia puede disfrutar.

 

 

 

 

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Julieta Cáceres

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