Durante la Primera Guerra Mundial, un australiano viaja hasta Turquía, luego de la batalla de Gallipoli, para buscar a sus tres hijos que están desaparecidos.
Cada vez más se está haciendo habitual ver que actores consagrados se pasan hacia el otro lado de las cámaras para dirigir, y en ciertos casos hasta hacer la doble tarea de realizador y protagonista. Teniendo en su haber un par de cortos, el australiano Rusell Crowe le da el disparo de salida a su nueva carrera con The Water Diviner, un drama histórico que tiene su cuota de fallos y aciertos pero que en definitiva es una enriquecedora aventura digna de ver.
Si algo no le falta al debut de Crowe, es dramatismo. Abriendo con una catarata de información un tanto masticada para que el espectador se ubique en tiempo y forma en la historia, The Water Diviner comienza como muchos otros dramas históricos. Frente a la dura situación de perder a casi toda si familia por un golpe de destino furioso, el adivinador de agua del título -llamados así a los hombres que tienen un don especial para encontrar agua allí donde no hay rastro alguno de ella- emprende una travesía para localizar los restos de sus hijos, muertos en combate a una edad muy prematura. Con un presupuesto relativamente pequeño -$22 millones- y una historia clásica, Crowe dota a su hijo fílmico con una dimensión muy expansiva, una fotografía bellísima de los ambientes de Turquía y un par de encuentros armados que utilizan una buena coreografía y un poco de ayuda de efectos computarizados.
La historia es ambiciosa como pocas y se pierde un poco dentro del patriotismo al que el actor y director se entrega completamente, pintando a héroes y villanos bajo colores muy primarios, sin pinceladas sutiles ni dobles lecturas. Definitivamente Crowe no entrega a su papel de macho alfa niveles de histrionismo y drama al que nos acostumbró desde aquella eximia Gladiator, y hasta se lo puede ver cansado en muchas escenas, incluso en las más trágicas, pero todavía demuestra que sigue siendo un pilar fundamental del cine. No llegó a la lista suprema de actores de Hollywood por una cara bonita. Incluso la química al lado de la belleza de Olga Kurylenko no debería funcionar pero lo hace, aunque los separe una importante brecha de edad. Hay alguien, sin embargo, que les roba el protagonismo a Crowe y Kurylenko, y es el turco Yilmaz Erdogan personificando a un Mayor que contra todo pronóstico ayuda al padre en la dolorosa búsqueda de lo que queda de sus hijos, en una interpretación sólida y sentida.
Obviando un poco la ingenuidad histórica que propone The Water Diviner, es una interesante película con la justa medida de drama, acción y lección que propone ver a Russell Crowe bajo una nueva luz. Todavía le falta un largo trecho por recorrer, pero éste épico viaje no decepciona en absoluto.
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