Doce personas han caminado en la Luna, pero solo un hombre ha caminado el inmenso espacio entre las dos torres del World Trade Center. Guiado por su mentor y ayudado por una improbable banda de reclutas internacionales, Petit sobrellevó grandes dificultades, traiciones, desacuerdos e incontables choques para concebir y ejecutar su plan maestro.
Siempre que me olvido lo genial director que es Robert Zemeckis, llega una nueva película suya que me hace recordarlo. Pero antes de ser ese genial realizador, es primero un excelente narrador, que hace que sus historias tengan un gusto personal e íntimo, pero que a su vez impacta desde lo visual para aderezar su relato con imágenes que se quedan grabadas tiempo después de terminado el film. The Walk no es muy diferente a la filmografía que ha entregado una y otra vez el cineasta, en donde un iluminado y por demás agradable protagonista vence todos los obstáculos que la vida le pone enfrente.
Alejado un poco ya de sus manía con la animación computarizada -léase The Polar Express, Beowulf y A Christmas Carol-, Zemeckis vuelve a trabajar con un elenco de carne y hueso, pero sin alejarse demasiado del crear un mundo a partir de efectos digitales. Es casi imposible ahora pensar en armar una película en torno a la tristemente mítica imagen de las Torres Gemelas sin digitalizarlas, y él se sale con la suya. Es uno de los mejores en el campo y en esta ocasión los usa a discreción. En su anterior proyecto, The Flight, su uso fue notable y al servicio de la historia, y en The Walk se prestan al relato una vez más.
El alma de la película es el siempre carismático Joseph Gordon-Levitt, que le presta toda su energía a representar al intrépido y audaz Phillipe Le Petit, un joven cuya meta en la vida es sorprender al mundo con acrobacias impensadas. Trabajando en las calles de París es cuando fortuitamente se cruza con la imagen de las, en ese entonces, recién nacidas Torres Gemelas, y se pone como meta caminar la distancia entre una torre y la otra. El atractivo que ejercen sobre Phillip es casi como el canto cautivador de una sirena, y pronto comenzará a reclutar cómplices para cumplir con su sueño. Mediante la narración de Le Petit trepado a la punta de la Estatua de la Libertad, Zemeckis y su cómplice Christopher Browne van tejiendo la trama como si se tratase de una aventura salida de los años \’90.
Es un toque nostálgico, que parece fuera de lugar, pero que realmente funciona a la historia. Es un detalle que rebosa sacarina a cuatro costados, pero que funciona al fin y al cabo. Gracias a la fuerza interpretativa de Gordon-Levitt, la película sale adelante, incluso cuando esos lentes de contacto azules distraen más de lo que uno pueda imaginar, y el acento francés del actor sea un poco flojo en algunas partes. Joseph es la película, y si bien el fresco elenco secundario lo delimita con firmeza, es su show. Un aplauso también al director de casting por encontrar en Charlotte Le Bon a la respuesta canadiense a Winona Ryder. El parecido es inquietante, y su hermosa presencia justifica el irregular tratamiento de su personaje.
Debido a un primer acto donde se presenta al protagonista y toda su vida hasta el momento decisivo de caminar por sobre las Torres, la historia avanza despacio y casi sin inconvenientes. Es un tramo un poco ingenuo, casi carente de drama, pero que prepara el territorio para lo que va a venir después. Todo lo que se le pueda objetar a The Walk se silencia una vez que el plan es puesto en marcha y la carrera contrarreloj comienza. Mi recomendación personal es ver el film en la pantalla más grande posible, y si es en IMAX, mucho mejor. Zemeckis toma partido del formato del monstruoso cine para generar una experiencia inmersiva que, por una vez en la vida, usa el efecto 3D casi de manera escalofriante. Cada vista al vacío, cada paso, cada ráfaga de aire se siente desde la butaca como si el espectador estuviese ahí mismo, al borde de la nada misma. Las palmas sudan, los dientes rechinan, las uñas se clavan en la butaca. Es un momento que se fue preparando durante toda la película y, cuando llega, es tremendamente satisfactorio y vale la pena el valor de la entrada sólo por esas escenas.
No voy a decir que The Walk es una vuelta en forma de Zemeckis, sino que es una nueva confirmación de que el director ama las fábulas, y sus películas tienen mucho de eso. Por más simple que pueda resultar su manera de narrar, el resultado es abrumadoramente hermoso. Para disfrutar por completo de esta experiencia recuerden: véanla en la pantalla más grande disponible, no se van a defraudar. Y lleven una bolsa de papel en el bolsillo por si necesitan respirar un poco en ella para calmarse.
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