Crítica de The Vault / La Boveda

Dos hermanas se ven obligadas a robar un banco para salvar a su hermano, pero pronto se dan cuenta de que no se trata de un banco normal...

Ver The Vault sin saber nada sobre ella es la mejor opción de sobrevivir a este triste intento de híbrido que funciona de a partes, hasta que revela su verdadera identidad y todo lo armado se cae abajo. Su director Dan Bush había co-dirigido la sugerente película de terror apocalíptica The Signal hace una década, pero no queda rastro de dicha inventiva en la que aquí nos compete.

La amalgama de géneros comienza con un robo a un banco estilo familiar, donde dos hermanas cometen el delito para ayudar a su hermano que necesita con suma urgencia una cantidad ingente de dinero. Una es Leah –Francesca Eastwood, hija de Clint, con una mirada tan intensa como su padre-, una joven agradable pero a la vez fría. La otra es la ruda Vee –Taryn Manning, lejos de su Pennsatucky en Orange is the New Black-, quien no tiene tiempo para vueltas y comienza el atraco de manera violenta. Entre el staff de la institución se encuentran la ahora ignorada Q’orianka Kilcher, que alguna vez deslumbró en The New World de Terrence Malick, y el omnipresente James Franco, que aceptó el papel sin leerlo o alguien se estaba cobrando un favor, sino no se explica su presencia. Entre ellos se pasea la pelota actoral, bastante desinflada porque todos están en modo automático.

El robo es más que simple y se nutre de muchas otras películas que han quedado en la memoria al ser ampliamente superiores. El diseño de producción, anodino al por mayor, no ayuda a diferenciarla de alguna que otra destinada al domingo por la tarde. Bush imprime cierta tensión a los sucesos, mas no sustancia y estilo. Lo verdaderamente inquietante viene cuando la antigua bóveda revela un mal interior que no se dejó preveer al espectador, liberando una amenaza sobrenatural sobre su elenco y la platea en forma inesperada. A partir de ese punto es donde todo se viene cuesta abajo… pero tampoco funcionaba desde antes.

La relación entre las hermanas no se siente real, menos con su hermano mayor Michael, un vacuo Scott Haze que no demuestra atisbo de emoción o preocupación por sus familiares. No hay empatía por ellos y así se hace más difícil soportar los 90 minutos, cuando no se apoya a ningún personaje por su bienestar personal. Tampoco por los empleados del banco, por un Franco que luce desconcertado todo el tiempo o un pobremente utilizado Clifton Collins Jr., como un detective que sigue el caso desde afuera del edificio. Hay sustos aquí y allá pero siempre previsibles, aún cuando el diseño de un par de muertes sea notable. Pero nada tiene vida, nada importa, nada sorprende.

Y ese final, rayano en la pura pereza, queriendo emular al mejor M. Night Shyamalan y obteniendo solo a su peor versión, es el clavo final en The Vault, película que ocupa lugar en cartelera cuando podría estar estrenándose algo más. Típica propuesta para matar tiempo un domingo, si es que ella no te mata antes del aburrimiento.

 

 

 

 

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Lucas Rodríguez

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