Tres psicópatas enmascarados visitan a una familia que se aloja en un parque para pasar la noche, para probar cada uno de sus límites.
Friday the 13th (1980) no fue suficiente para advertir fervientemente que las cabañas al lado de un lago no son el lugar más propicio para hacer un viaje de placer. The Strangers: Prey at Night, un símil de secuela a The Strangers (2008), dirigida por Johannes Roberts, es el nuevo estreno del género que llega a la cartelera nacional. Una familia se toma un pequeño descanso en un parque de casas rodantes para calmar los conflictos entre ellos, solo que lo único que podrán encontrar serán unos problemas aún mayores a raíz del acecho de un grupo de individuos que se cubre el rostro y dedica su tiempo a asesinar a los habitantes del lugar.
The Strangers, su premisa y desarrollo, se funda sobre los tópicos más comunes del cine de terror, las herramientas más usadas y el tratamiento de personajes menos original que uno podría imaginar. Como relato, la producción no agrega nada novedoso al género y podría verse más como algo de baja calidad. Sin embargo, seríamos injustos con el film si realizamos un juicio a partir de dichas características, porque en un análisis más profundo nos encontramos con el verdadero jugo de la obra: los códigos del horror.
El primer plano, la duración y la música en off que se oye –«Kids in America» de Kim Wilde, lanzada en 1981- van a convertirse en la primera pincelada de varias que marcarán el tono del film, esto es la intención de Roberts de visitar la década de los ’80, en cuanto a estilo y forma de filmar refiere. El director no parece remitirse a esos años por una cuestión nostálgica tan de moda, sino para lograr darle un color llamativo e interesante a un film que desde el guión parece jamás llegar a buen puerto.
Para esto es necesario conocer bien el terror de dicho período, ya sea Halloween (1978), A Nightmare on Elm Street (1984) y la antes mencionada Friday the 13th, hitos del género. Aún siendo una parte menor, las intenciones de Roberts de revisitar el código del terror posmoderno y no limitarse a una dirección sin originalidad -siempre que puedan reconocerse- logran elevar el entusiasmo en el relato por el hecho de poder apreciar estos sellos tan característicos de una época.
Si bien tanto los personajes, los diálogos, las situaciones y el planteo base se vuelven insoportables en muchos momentos, una gran forma de renovar el interés es poner la atención a esta revisión del lenguaje del terror que el director hace desde los encuadres, los tiempos, el sonido, el punto de enfoque, la intriga y los colores; actividad que puede resultar sumamente interesante y hasta suscitar una leve sonrisa.
En conclusión, aún a pesar de la intención estética del director, queda a la vista la falta de amalgama entre lo que quiere hacer y el tipo de producto que se perfila desde el guión. Probablemente The Strangers: Prey at Night, más que como film de terror, funcione como un estudio de los códigos del género.
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