Tras el trago totalmente amargo y fascinante que supuso el estreno de la excelente Hereditary hace días, temáticamente hablando la llegada a salas comerciales de The Ritual genera un double feature en donde un drama viaja a lomos de una película meramente de terror. Acá el disparador de una tragedia personal en el seno de un grupo unido de amigos llega mucho antes a su destino que la enrevesada recompensa que propone la pesadilla protagonizada por Toni Collette, pero su llegada compone un camino inverso ya que el viaje es mucho más satisfactorio que su desenlace.
A raíz de un brutal robo que los deja con uno menos en el grupo y con una carga emocional importante en el protagonista (el Luke de Rafe Spall), los cuatro amigos restantes deciden honrar la memoria del fallecido embarcándose en un viaje de senderismo que el occiso les había propuesto, para cambiar un poco esos viajes alocados que siempre hacían. El tiempo les hará saber de la manera más cruel posible que debieron haber elegido otro destino como Ibiza o Las Vegas…
Dirigida por David Bruckner (The Signal, V/H/S, Southbound) y basada en una novela del autor ingles Adam Nevill -quien en algún momento recibió laureles de parte del mismísimo Stephen King-, The Ritual propone un descenso hacia la insania mediante el uso de una atmósfera pesada, que acompaña cada decisión del grupo con un paso en falso tras otro. Es más que obvio que, desde el guión, el arco narrativo es una exploración implícita de la culpa del superviviente a través de un prisma refractario de puro horror sobrenatural explícito, donde el sugerente ambiente hostil en el que entra el cuarteto se reemplaza por una artera pero simplista amenaza arcana, que no está a la altura de la construcción de personajes precedente. La dirección y los aspectos visuales son lo mejor de la película, tanto en diseño de producción y fotografía, como en el aprovechamiento del entorno para ofrecernos una experiencia pesadillesca donde cada elemento provoca una sensación diferente en la platea.
El gran problema que posee The Ritual es que se quiebra al medio cuando decide abandonar lo que vino construyendo de muy buen talante para abordar el surrealismo absoluto. La primera parte, mezcla de perturbación, culpa y pánico por lo desconocido -que bebe correctamente de productos como The Blair Witch Project– apunta a una experiencia terrorífica, mientras que la segunda pone la carne al asador y le da una corporidad a la amenaza que realmente no requería. Quizás por necesidades comerciales, quizás para darle una resolución al viaje del personaje principal, lo cierto es que esa aparición provoca una ruptura en lo que se venía planteando con tanto éxito y para algunos resultará un movimiento fascinante, para otros que la película de tensión psicológica eligió la ruta del monstruo para satisfacer a cierto público. Por intentarlo no pierde nada, pero podría haber resultado mucho más atrayente en la exploración de los temas que retrata antes de convertirse en una persecuta con efectos digitales de buen ver, pero que sobran a la trama.
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