Cuenta la increíble historia de un grupo de agentes internacionales y etíopes intrépidos que usaron un complejo turístico abandonado, en Sudán, como fachada para trasladar a miles de refugiados a Israel a principios de los '80.
Conducir una historia real que supera a la ficción es un recurso con el que Argo, la película en la que Ben Affleck y su equipo pretendían dirigir un film de ciencia ficción para salvar a unos rehenes, salió más que victoriosa, principalmente gracias al excelso manejo del drama y el suspense que el mencionado imprimió a su galardonada obra. No obstante, los casos no se quedan ahí. Historia hay mucha y los ángulos para abordarla son todavía más, con lo que el guionista y director israelí Gideon Raff se ha fijado en una más que disparatada e interesante. No obstante, su The Red Sea Diving Resort -risiblemente traducida como Operación Hermanos– se queda lejos de hacerle justicia a los verdaderos acontecimientos.
La película arranca cuando un humilde pueblo de judíos etíopes es atacado por un implacable grupo de mercenarios, desatando una fuga inmediata. Pero, como indica el monólogo del Kabede Bimro de Michael Kenneth Williams, no están solos. Y es que a las afueras del lugar, aguardan para asistirlos en su escape un par de agentes del Mossad, interpretados por los inspirados Chris Evans y Alessandro Nivola. ¿Hacia dónde irán? Hacia un «escondite a plena vista», como sugiere el protagonista Ari Levinson, quien devuelve a Evans a su vena más heroica después de dejar el escudo del Capitán América. Sin embargo, cuando el grupo de refugiados logra quedarse en un peligroso asentamiento, los coordinadores de la operación son llamados por los directivos de la agencia -entre ellos, un desaprovechado Ben Kingsley-, con lo que la misión queda lejos de cumplir su objetivo: llevarlos a Jerusalén.
Es entonces que el sitio que da título a la película entra en acción, junto a una alocada idea: mandar a un quinteto de agentes como responsables de un hotel para facilitar el movimiento de los refugiados. Y es a partir de ahí que Raff comienza un problemático relato con el que suele confundirse entre el tono de un entretenimiento veraniego y un genuino drama, quedándose a medias y repercutiendo seriamente en la película, pues cada escena se sostiene por el carisma de sus actores y no por el peso de la misma. No se le puede acusar de ser aburrida porque, entre las nada reveladores conversaciones del estereotípico personaje de Evans con sus colegas de misión, guarda escenas con una correcta carga de tensión, misma que el buen trabajo del reparto consigue aderezar. Se destaca principalmente Nivola, quien entrega una actuación que bien podría ser el único atisbo de drama, junto a las sórdidas secuencias de los refugiados.
Al igual, no ayuda que el libreto escrito por el mismo director se quede en un nivel superficial y se valga de tropos que las mismas biopics se han encargado de quemar. Pero, si se afronta al film con curiosidad por ver a un Evans en un registro similar al de su popular personaje -en cierto punto incluso parece que lo está citando-, o simplemente se quiere una suerte de thriller con un par de momentos explosivos y exceso de música y bañadores ochentosos, The Red Sea Diving Resort puede ser una agradable opción por un par de horas.
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