Crítica de The Possession Of Hannah Grace / Cadáver

Megan Reed, una atormentada trabajadora de una morgue, tendrá que descubrir la razón de los extraños sucesos desatados por un cadáver post exorcismo. Poco a poco se dará cuenta de que las cosas pueden ser más complicadas de lo que ella espera...

¿Qué sucede después del exorcismo fallido? En incontable número de películas hemos visto la historia de la persona que es poseída por un pérfido demonio que termina siendo expulsado tras un dramático y escabroso ritual de liberación, derivando en la muerte de la víctima. Pero, ¿no hay consecuencias para el cadáver? ¿Es posible que regrese a la vida? Estas dudas son las que The Possession Of Hannah Grace intenta resolver, llevándonos a la morgue donde azotarán las mismas fuerzas del infierno. Hay que aclarar que el film de Diederik Van Rooijen no es pionero en abordar este tipo de temática, ya The Autopsy Of Jane Doe –de la que tiene fuertes inspiraciones- y Unrest exploraron este tipo de horror, pero siempre habrá nuevas maneras de abordarlo.

El film abre justamente con el exorcismo que da pie a toda esta historia y donde se nos introduce a la Hannah Grace de Kirby Johnson, quien se esmera por hacer a su personaje lo más creíble posible. Tras ver que todo se está saliendo de control, su padre -interpretado por Louis Herthum– decide asfixiarla hasta causarle la muerte, pero eso solo es el inicio: un ligero movimiento de mano nos advierte sobre lo que está por venir. Es después de este breve pero intenso prólogo que entra Megan Reed, una ex policía víctima de estrés post-traumático que decide aceptar un trabajo en la morgue de un hospital. La historia arranca, se presentan las reglas del juego –las luces se encienden por movimiento, no se puede salir de las instalaciones- y, tras la llegada de la fallecida al lugar, las cosas comienzan a trastornarse.

Lo primero que destaca en la película es la sólida labor de Rooijen tras las cámaras, las mueve con pericia y nos va dejando descubrir los horrores que guarda Hannah Grace. La composición de sus planos es inspirada pero, a la hora de llegar a los sustos, se queda corta. No se puede decir que produzca miedo, pues son situaciones trilladas en el género: el movimiento de izquierda a derecha que al regresar a su posición original culmina con un grito, la broma del personaje bobalicón en un momento de tensión; están todas muy vistas y no se hace nada por darles un giro que sorprenda. En ese sentido, el breve film –no alcanza los 90 minutos- cae en un agujero del que no puede salir, pues comienza a danzar entre el suspenso y el sopor.

En parte la culpa de esto es el guion de Brian Sieve, que se encarga de distender un argumento que tampoco da para tanto. La figura protagonista de Shay Mitchell es, por obvias razones, la que mejor sale parada del somero tratamiento que permea la trama; su arco es claro, inicia llena de culpa por no actuar en una determinada situación y deberá aprender a superarlo. No obstante, el resto de los personajes no tiene la misma suerte y se quedan en herramientas, conversaciones y escenas que aportan poco o nada, un relleno que termina por aburrir. Pero esto se intenta compensar con un sólido trabajo frente a cámaras, donde la mayoría del reparto intenta dar lo mejor de sí, aunque el material base se los impida.

En un año en que han surgido notables ejercicios de tensión como A Quiet Place, en que han destacado films como Hereditary o se ha hecho justicia a clásicos del género con Halloween, es complicado recomendar The Possession Of Hannah Grace. Es arquetípica en la mayoría de sus apartados y su soporífero tratamiento de los sucesos le juega mucho en su contra, pero deja la puerta abierta a que, en el mejor de los casos, el director regrese al horror y lo haga con un mejor guion. Quizás así podamos ver un digno film con buenos sustos.

 

 

 

 

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César Cortez

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