Crítica de The Old Man & The Gun

La película está basada en la historia real de Forrest Tucker, un ladrón que a sus 70 años se escapa de San Quentin y realiza una serie de robos que confundieron a las autoridades y maravillaron al público.

The Old Man & The Gun no es un título muy llamativo, pero pasa a ser indispensable si tenemos en cuenta que el legendario Robert Redford la anunció como la película con la cual se aleja de la pantalla grande. Si tomamos como verdad absoluta su retiro -después de todo, nunca digas nunca a menos que la muerte te alcance-, entonces el más reciente proyecto de David Lowery (Ain’t Them Bodies Saint, Pete’s Dragon, A Ghost Story) es una más que amable manera de cerrar la cortina y despedirse con gloria de parte del ganador del Oscar.

Inspirada en la vida del célebre ladrón Forrest Tucker, The Old Man & The Gun sirve como epílogo tanto a la carrera de la estrella protagonista como a la de su personaje. Una tercera parte de un trío de ladrones en la tercera edad -los otros son Danny Glover y el músico Tom Waits-, Forrest no puede evitar hacer eso que lo llena de orgullo y felicidad: robar bancos. Pero no lo hace a la fuerza, sino que utiliza todo su carisma para hacer que el momento no sea dramático ni violento. Hasta los atracados lo recuerdan como un hombre de modales y siempre con una sonrisa. Es luego de uno de estos robos que, en plena persecución policial, conoce a Jewel, una mujer a la vera de una autopista (fantástica Sissy Spacek, que con muy poco construye un personaje totalmente tridimensional) y las chispas no se hacen esperar. Como todo delincuente que se precie de ello necesita a alguien que le pise los talones, ese papel recae en John Hunt (Casey Affleck), un detective con mujer y dos hijos, comprometido con su trabajo y que crea de su obligación una necesidad por atrapar al ladrón, pero que descubre una inesperada paradoja profesional: encerrar al malo supone dejar de perseguirlo, y esto implicaría acabar con su razón de ser como hombre de la Ley.

Uno esperaría fácilmente que esta cruza de historia policial y dramedia romántica desborde de tensión y un amorío avasallante, pero no. El film de Lowery juega en contra de las expectativas, y hasta los numerosos escapes de Tucker de diferentes prisiones se postergan hasta un montaje casi al finalizar el metraje, donde el homenaje a la persona de carne y hueso se funde con el homenaje al actor y su despedida. Asimismo, al estar presentada en un granulado aspecto de 16mm ayuda a evocar las películas de los años ’70 y ’80 y la distancia de la era digital de hoy en día, aportando un toque de personalidad extra a una película que ya tiene tanta en pantalla que no puede evitar sentirse encantadora por donde se la mire.

No esperen grandes maniobras criminales, ni planes superorganizados, sino atracos desenfadados y rebosantes de carisma. La vida criminal de Tucker y la carrera de Redford se entrecruzan entre múltiples metáforas sobre el paso del tiempo, y la inhabilidad (y nula practicidad) de abandonar una vida criminal a las puertas de los años dorados. Hay un detalle más que interesante sobre el tono calmo y pausado, mas nunca soporífero, que vale la pena destacar. Todos los personajes están cómodos en sus elecciones de vida, y ese confort y relajación se transmite a la platea. No es que sean indiferentes de lo que pasa a su alrededor, sino son personas que han hecho las paces y están en armonía con su modo de ver la vida. Es por eso que el floreciente acercamiento romántico entre los personajes de Redford y Spacek se nota con tanta naturalidad, carente de prejuicios y tan lleno de química y vitalidad. Ambos se encuentran en plena forma gracias a lo prolífico de sus carreras, y esa facilidad se deja ver.

The Old Man & The Gun es una bella carta de despedida para uno de los grandes actores que deslumbró a varias generaciones, y monta su caballo hacia el horizonte con un último personaje enternecedor, que lo deja a uno con una sonrisa de oreja a oreja, tal y como Forrest encaraba sus asaltos. El film de Lowery podrá no ser lo sesudo que uno espera de un nuevo eslabón en su filmografía, pero la facilidad y el infinito entretenimiento con el cual encaró este último momento en pantalla para Robert Redford se deja disfrutar de principio a fin.

 

 

 

 

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Lucas Rodríguez

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