Cinco jóvenes mutantes, retenidos contra su voluntad en una instalación secreta, luchan por escapar de sus pecados cometidos en el pasado.
Las despedidas siempre son difíciles, principalmente si están ahogadas en amargura. Y es así como se siente The New Mutants, la famosamente postergada película de los X-Men que, aunque allá en 2015 cuando se anunció no se pensaba que llevaría tal nombramiento, es la entrada final de la franquicia bajo la supervisión de la ahora llamada 20th Century Studios. Sí, ahora los populares mutantes se podrán pasear al lado de los gigantes del MCU, y es seguro que bajo el mando de Kevin Feige la propiedad recaudará más millones de los imaginables, pero es innegable que difícilmente se volverá a ver cosas tan arriesgadas como la enorme Logan de James Mangold, la siempre estimulante Legion de Noah Howley, y la que nos ocupa hoy en día.
Para ser un proyecto que se hizo esperar por tantos años -originalmente se iba a estrenar el 13 de abril de 2018-, pocos minutos le hacen falta para entrar en acción. La película arranca cuando la protagonista, Danielle Moonstar, despierta para encontrarse ante una verdadera pesadilla: su pueblo está siendo arrasado por una fuerza misteriosa que parece imparable. Huir es su primera opción, pero tras sufrir una devastadora pérdida y quedar inconsciente, Dani es trasladada a un hospital que tiene una misión muy específica, ayudar a jóvenes como ella a descubrir sus poderes y controlarlos para, algún día, llegar a formar parte de los X-Men.
Los primeros compases de la película son los mejores. El director Josh Boone es un experimentado con los dramas juveniles -bajo su haber tiene la popular The Fault in Our Stars– y es justamente a lo que mejor le saca partido, cuando el sólido reparto de jóvenes internados comienza a ser introducido. Blu Hunt, quien da vida a la protagonista, hace un estimable trabajo como el eje central de la película, aunque su personaje se siente desdibujado cuando carece de la compañía de sus más inspirados compañeros frente a cámaras, entre quienes se destacan la gran Anya Taylor-Joy como Illyana Rasputin, fácilmente la mejor actuación de la película, y Maisie Williams como Rahne Sinclair, quien junto a Hunt es el muy necesario núcleo emocional de la historia.
Junto a los mencionados, Charlie Heaton ofrece intensidad como Sam Guthrie, así como una genuina química con Henry Zaga, quien carga con el humor como el carismático Roberto da Costa. Las escenas donde son presentados y se profundiza en sus traumas personales con secuencias de espíritu surrealista -se llega a notar la mano de Peter Deming, el director de fotografía de David Lynch– son las más llamativas. Y es que en estas es cuando Josh Boone y compañía demuestran que The New Mutants, quizás antes de los agresivos reshoots del proyecto -aunque el cineasta afirma que la versión en pantalla es la suya-, pudo tener el potencial de ser un muy bienvenido drama con tintes de horror psicológico que, en el mejor de los casos, demostraría tener un interés en las historias personales de sus protagonistas como pocas producciones del cine de superhéroes.
Sin embargo, el pasar del apresurado metraje solo demuestra que tal potencial se perdió en algún punto del camino. Una vez la trama comienza a interesarse más por las intrigas dentro del hospital para jóvenes mutantes, cuya principal presencia es la Dr. Reyes de Alice Braga, los inconsistentes eventos en pantalla empiezan a desarrollarse sin mucho sentido, sin la energía inherente a las producciones del tipo, e incluso cayendo en lugares comunes que en un inicio la película parecía querer evitar. No ayuda que su segunda mitad sea una mescolanza de estilos que no define bien qué quiere ser: los momentos entre sus personajes se hacen cada vez más torpes, el horror que intenta crear es sumamente laxo, y el humor, cuando se hace presente, es de manera involuntaria.
Tal como son las cosas, no me animaría a decir que The New Mutants es un desastre en los niveles de Venom, de X-Men: Dark Phoenix, o de la Fantastic Four de Josh Trank. A diferencia de estas, las buenas ideas que tiene son las suficientes como para querer encarar toda su duración, que es de alrededor de una hora y media -algo que le pesa a la película pues su cierre se siente súbito y anticlimático-. Tampoco la recomendaría con facilidad, y aquellos entusiasmados con su primer adelanto, ese con la genial «Another Brick in the Wall», se decepcionarán al ver que aquel vendía una película muy distinta, una inclusive con secuencias que no llegaron al corte final. Pero si se desea ver por última vez a los mutantes de las historietas sin esa fórmula que llevó al MCU a donde está ahora, la opción que ofrece el duro 2020 no es una completamente desestimable.
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