Crítica de The Lone Ranger / El Llanero Solitario

El nativo americano y guerrero espiritual Tonto narra las historias -nunca antes contadas- que transformaron a John Reid, un hombre de ley, en toda una leyenda de la justicia.

¿Tan difícil es para Jerry Bruckheimer y compañía intentar crear una nueva saga sin contar con el ahora dudoso talento de Johnny Depp? La respuesta parecería ser un rotundo «no», negativa que puede resultar extraña. Claro, Pirates of the Caribbean supo ganarse a la platea a base del desopilante Jack Sparrow -hubo incluso una nominación al Oscar de por medio- pero a la legua se nota que, en esta ocasión, no es suficiente un personaje secundario para sobrellevar la historia de una figura mítica a la pantalla grande e intentar sobrevivir sólo con eso.

En una época en la cual las grandes películas de los estudios más importantes cuentan con recursos de producción para crear escenarios de acción vistosos, exhuberantes y adrenalínicos, ya no se puede decir que un film aprueba porque tiene buenos efectos. Ya no es un parámetro de medición válido, muchos pueden lograrlo y el entretenimiento a base de pochoclo necesita tener al menos una historia coherente dentro de su propio universo -no le pidamos coherencia, por ejemplo, a una Rápido y Furioso-. Ahí es donde falla la adaptación de Gore Verbinski, fresco luego de su excelente incursión en el western con la animada Rango. Aquella funcionaba porque era algo alejado de cualquier propuesta Disney, era extraña y extravagante. The Lone Ranger quiere jugar a ser una versión live action de la misma y no puede, no le alcanza.

No es un western común, pero tampoco es algo que resalte por su particularidad. Detalles raros como los conejos caníbales, el caballo espiritual que aparece donde y cuando quiere, no encajan con la seriedad de la que se jacta la historia. La mezcla de géneros se pierde en el registro de cada uno: la comedia es bien básica, con cierto tono de slapstick, pero después cierto secundario se despacha con un chiste que raya el tema de la violación y así sucesivamente. Por otro lado, la violencia está bien medida para una película de Disney, pero ¿cómo se le hace entender a un niño, ese mismo que vio la saga de piratas, la demsmesurada escena en la cual el villano le arranca el corazón a alguien y se lo come? Esa dicotomía entre querer y no poder se explica con un comentario de un colega, que ni bien termina la función se levanta y pregunta: ¿Es The Lone Ranger una película para un nene de diez años?

La pérdida no es irreparable. Con una devastadora duración de dos horas y media, marca registrada del director, aún es divertida y no pesa tanto en una sala de cine como uno podría esperar. A muchos no les importará que Depp solo se saque las trenzas de pirata y se pinte la cara, pero hay que acabar de una vez con su mentira y exigirle que aporte sus buenas artes en papeles más jugados y diferentes, que no se acabe su carrera en un personaje que ya se vio hasta el hartazgo y que no suma sino que ahora va cuesta abajo y resta. Armie Hammer, el protagonista homónimo, se ve eclipsado durante gran parte del metraje por el indio Tonto, pero su John Reid tiene mérito propio, aunque la química entre ambos nunca llegue a un punto álgido y la trama sólo se encargue de juntarlos a la fuerza para explicar detalles pertinentes.

¿Podemos terminar también con la dupla Depp-Helena Bonham Carter? Son buenos en lo suyo, pero es hora de verlos separados, incluso cuando ella, acostumbrada a féminas extrañas, es apenas un cameo en la trama y no tiene mucho peso. El aplauso se lo lleva William Fichtner con su depravado fugitivo caníbal Butch Cavendish, quien añade ese porte de malo de turno que no tiene el otro villano de la trama, quien no se revela hasta pasada la mitad del film, aunque de una manera blanda.

The Lone Ranger es larga y confusa. Por momentos es una buena comedia de acción, pero por otros es demasiado tonta y sin sentido. Quiere sorprender con sus orquestadas secuencias de acción pero se queda corta por la escasez de las mismas, y pretende llenar los huecos con subtramas imposibles, como el triángulo amoroso cuyo propósito no aporta nada. Era una de las grandes apuestas para la temporada, pero tal parece que se queda a media máquina. Funciona al momento pero no resiste un segundo visionado.

 

 

 

 

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Lucas Rodríguez

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