Mickey Haller es un abogado criminalista que dirige su negocio desde el asiento trasero de su coche Lincoln. Entre su clientela figura gente de todo tipo, pero todo se complica cuando es contratado por un hombre adinerado, arrestado por atacar a una joven.
Basada en la novela homónima de Michael Conelly del 2005, The Lincoln Lawyer es la primera que introduce al personaje Mickey Haller. No es costumbre que en las películas de temática legal la cámara se cierna sobre la figura del abogado defensor, algo que sí ocurre en series de televisión. A estos habitualmente se los ve con ojos críticos, juzgando su elección como protectores de los acusados. Un punto a favor que tiene esta adaptación de Brad Furman es la de mostrar ese lado que suele no tener espacio fuera de la pantalla chica, el costado simpático y humano del abogado del diablo.
Y para esto hace falta un actor como Matthew McConaughey, que con su carisma, su acento sureño y su hablar como metralleta puede comprar a quien quiera. No es un hombre comprometido con su causa como el abogado de la defensa que interpretó en A time to kill, sabe que representa a gente de lo peor y esto no le quita el sueño. Esto no significa que no tenga algo de conciencia, su elección profesional no sólo le acarrea las críticas de todo aquel que lo conoce, sino que hay un temor legado por su padre. El defiende a cualquier tipo de criminal, pero vive preocupado por la posibilidad de que alguna vez el condenado sea un inocente, que estar tan acostumbrado a la culpabilidad de sus clientes le impida ver cuando uno esté realmente limpio.
En lo que es un interesante giro en la trama causado por un momento de revelación, el relato pasa a enfocarse más en el aspecto thriller de la película. Este cambio, que se basa en la introducción de un personaje fundamental al que jamás se había hecho algún tipo de referencia, rápidamente deja de hacer ruido para ensamblarse en forma correcta con lo desarrollado. Mientras que en general este tipo de cartas se guarda hasta el final, aquí no hay inconvenientes en mostrar que tienen la mano ganadora, contestando el interrogante del título en castellano a mitad de la película.
Hay algunas muy buenas interpretaciones que acompañan al protagonista, tanto de los principales como William H. Macy junto a Marisa Tomei y Ryan Phillippe, estos dos últimos efectivos en roles recurrentes, así como también de otros con papeles con menor protagonismo como Josh Lucas o Bryan Cranston, a quien finalmente le llega algo de reconocimiento.
El problema que se puede encontrar en The Lincoln Lawyer es que se termina imponiendo una mirada algo condescendiente para con su protagonista. Más allá de que se busque resaltar en el desenlace que él vivió todos estos acontecimientos sin obtener ningún tipo de aprendizaje, la realidad es que en el desarrollo en más de una oportunidad se perciben rasgos de crecimiento. A pesar de las buenas intenciones del comienzo, el ojo crítico acaba colándose en la consideración de un personaje de moral dudosa, al que se termina revalorizando como padre, colega y defensor de la Justicia.
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