Han pasado cinco años desde que todo era increíble y los ciudadanos enfrentan otra gran amenaza: los invasores Duplo del espacio exterior, que destruyen todo más rápido de lo que ellos pueden reconstruirlo.
The LEGO Movie fue un éxito absoluto e inesperado. Uno de esos que toman a uno por asalto, al estilo «van a hacer la película de Facebook, no saben qué inventar» y la respuesta es The Social Network, uno de los grandes clásicos cinematográficos de los últimos 20 años. La dupla de Phil Lord y Chris Miller es una que se siente cómoda con proyectos que no deberían funcionar, y con dicho film animado tocaron nuevos cielos creativos. Inventiva e irreverente, propusieron una sátira anticapitalista envuelta en una comedia para todas las edades, inteligente, colorida, explosiva y permanentemente divertida. Debería haber ganado el Oscar al que no estuvo ni siquiera nominada, y en el proceso sentó las bases para construir un universo de películas encastradas con ladrillos de plástico. Quizás dejó la vara demasiado alta para su secuela, con la que uno no puede evitar sentirse algo decepcionado por no estar al nivel de su predecesora.
The LEGO Movie 2: The Second Part es una buena película animada, el problema es que trata de replicar los pasos de una verdadera obra maestra y no le alcanza. Ya no es todo increíble en Bricksburg, ahora devenida en un páramo desolado al estilo Mad Max, en el que solo los más fuertes pueden sobrevivir. Ahí está el eterno optimista de Emmet, con una sonrisa en el rostro y una canción en el corazón, iluso respecto al cómo se ha vuelto la vida en su ciudad. Quien alguna vez fuera El Elegido para vencer al Presidente Negocios, no se adapta a los tiempos que corren. Todos, incluso Lucy, le piden que se endurezca. Solo así podrá estar listo para el regreso de los invasores, que sin duda van a volver a destruir todo a su paso.
Pero para esta secuela se perdió cierto efecto. La primera fue inventiva y brillante, capaz de tocar tópicos como el consumismo, el capitalismo o las libertades individuales en el marco de una comedia que disparaba varios gags por minuto. Fresca y dinámica, se abrió su propio camino y maravilló al hacerlo. The Second Part construye sobre lo ya hecho y hay puertas que ya se habían abierto, lo que produce una falta de impacto considerable. Ya uno sabe de la existencia de un mundo real, con lo que el giro más asombroso de la primera entrega se convierte en un recurso narrativo más, al que el guion de Lord y Miller acude en más de una ocasión para el avance de la historia –esta vez no dirigieron, eso quedó en manos de Mike Mitchell (Trolls, Shrek Forever After)-. Se vuelve a explotar una idea que se exploró en la anterior, con un resultado lógicamente menor.
Desde ya que la dupla se reserva algunas vueltas de tuerca interesantes respecto a ciertos personajes, y está presente a lo largo de toda la historia ese humor meta que tan bien manejan -con incontables referencias a la cultura popular y a la primera aventura-. Puede que no sea tan fresca como la anterior, pero sigue disfrutándose. No se puede dejar de mencionar aspectos técnicos a los que uno ya está acostumbrado y que espera que se mantengan de una entrega a la otra. Visualmente sigue siendo un lujo, tan colorida, inventiva y explosiva como siempre. El elenco de voces otra vez está a punto de la mano de Chris Pratt, Elizabeth Banks y ese gran humorista que es Will Arnett, en tanto que hay buenas incorporaciones como la de Tiffany Haddish.
Esta secuela no se olvida de los personajes que encabezaron la anterior. La historia lleva a Emmet por un lado y a sus amigos por otro, pero el guion se encarga de desarrollar bien los conflictos a los que cada uno enfrenta. También hay algunos números musicales que funcionan, unos mejor que otros, sobre todo los que están a cargo de la reina Watevra Wa’Nabi. Incluso los créditos finales son una verdadera delicia en la materia. The LEGO Movie 2: The Second Part tiene menos ideas novedosas, pero logra minar con cierto grado de éxito una veta ya explotada. Ahí vuelve a encontrar elementos para hacer reír y engrandecer el corazón, más allá de que no maraville como antes.
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