Matt Damon, Jodie Comer y Adam Driver protagonizan lo nuevo del director de Gladiator.
¿De qué va? Cuenta la historia del duelo entre Jean de Carrouges y Jacques Le Gris, dos amigos que se convirtieron en rivales. Cuando la mujer de Carrouges es acosada por Le Gris, algo que él niega, ella no se queda callada y lo acusa. El consiguiente duelo a muerte determina el destino de los tres.
Ridley Scott está en plena forma. Sí, el gran cineasta que revolucionó a la ciencia ficción en la pantalla grande y que es aclamado por sus obras de época -pocos dan un retrato tan inspirado del medievo- nunca ha dejado de trabajar. Puede que en ocasiones entregue alguno de los mejores proyectos de alto presupuesto en al año -cómo olvidar su The Martian– y, en otras oportunidades, apuesta a arriesgadas producciones con un resultado desigual; pero rara vez se puede decir que desaprovecha todo el potencial con el que trabaja. Nunca ha dejado de dirigir y no parece que lo hará pronto, por lo que resulta especial que para su nueva película, The Last Duel, cruce camino con una dupla que llevaba años sin reunirse: la de los guionistas y actores Matt Damon y Ben Affleck.
Adaptando el libro homónimo de Eric Jager, El Último Duelo no es una historia fácil de abordar. En la violenta y ciertamente despiadada Francia medieval, Marguerite de Carrouges (Jodie Comer) tiene una acusación muy seria por hacer: el viejo amigo de su esposo, el escudero Jacques Le Gris (Adam Driver), abusó de ella. La consecuencia de dicho acto es, en una época gobernada por la estupidez y donde la barbarie fungía como autora de la ley, un combate a muerte donde Jean de Carrouges (Matt Damon) enfrentará a su antes hermano de armas, para confirmar que la voluntad de algún poder superior está de su lado. La película abre enseñándonos los primeros compases de dicho duelo y, tras tocar la lanza con el escudo, se nos redirige a un primer capítulo donde la percepción de su personaje central -inicialmente el de Damon- va moldeando los detalles del evento que desencadenó todo.
La película toma la decisión de adentrarse en la mente de sus personajes con tres capítulos que narran fundamentalmente lo mismo pese a sus complementarias diferencias. Inicialmente tenemos «la verdad de acuerdo a Jean de Carrouges«, una historia de un hombre al que su gobierno hizo a un lado y que su gran habilidad en combate es lo único que tiene a favor para sobrevivir en un mundo que le arrebató lo que buscaba. Después, está la versión de Le Gris, donde el personaje de Driver se mueve por los elegantes castillos del conde Pierre de Alençon -un sorprendentemente entretenido Ben Affleck-, creando un camino que lo llevará a cometer un acto imperdonable. Y finalmente, escrita por la guionista Nicole Holofcener, llega el momento de que se le de voz al personaje de Marguerite de Carrouges y se conozca la dolorosa realidad de una mujer atrapada en un impío sistema puesto a prueba por su valiente confrontación.
En papel puede sonar repetitivo el tener que pasar por el mismo camino tres veces. Sin embargo, el guion escrito por Damon, Affleck y Holofcener sabe sortear con habilidad este obstáculo al tener una enorme atención a sus detalles. Lo que un personaje dice inteligentemente en un relato lo puede decir otro en su propia visión, mientras que quizás la tercera revela que ninguno de los dos estuvo cerca de mostrar tanta elocuencia. Además, estos caminos suelen divergir en varios puntos del trayecto y, lo vivido por cada uno de ellos en esos momentos de combate, o de lujuria, o de soledad, construye un muy potente resultado que jamás pierde el ritmo. Es un gran libreto que dialoga todo el tiempo con el espectador y saca mucho provecho de enlazar lo sucedido en algún punto del siglo XIV con lo que se vive actualmente, dándole un toque de relevancia bastante bienvenido. Es dolorosa, atrapante, íntima y, cuando llega el momento de la justa, electrizante.
Claro que un gran guion pudo haber sido diluido -o mucho peor, moderado- por algún director sin experiencia, pero por suerte ese no es Scott. A sus 82 años de edad su grandilocuencia para narrar sigue más que pulida, siendo la pieza que le falta a una gran historia para convertirse en una gran película. No es solo que el veterano cineasta encare sin miedo las secuencias más duras del relato, sino que pocos como él saben cargar de tanta emoción una serie de escenas que, en su mayoría, se desarrollan dentro de castillos donde las palabras de sus personajes son tan contundentes como el quebrar de los huesos en pleno combate. Ni hablar de su impecable diseño de producción -de su usual colaborador Arthur Max-, el emocional score musical de Harry Gregson-Williams y de la suntuosa fotografía de Dariusz Wolski en uno de sus mejores trabajos en su extensa carrera. The Last Duel es una belleza técnica que merece verse en la gran pantalla.
Claro que, los principales ganadores de la justa, son los actores y actrices frente a cámara. Matt Damon se luce dándole varias caras a su De Carrouges, de heroico caballero a vengativo esposo, y complementa a la perfección a Driver, quien una vez más confirma que es uno de los mejores actores trabajando. No es solo que su conocido carisma ya sea marca registrada -y aquí se explota para hacerlo aún más desagradable-, es que el actor de Marriage Story sabe manejar muy bien la intensidad de sus palabras y se adapta a la perfección a lo que le pide el guion, por más detestable que sea. No se puede ignorar a Affleck, que pese a dar una fuerte primera impresión por su aspecto, va creciendo en su papel de influyente y excesivo conde hasta que, finalmente, se luce como una de las piezas más solventes de la película,
Quien merece su párrafo individual es la ascendente Jodie Comer como Marguerite. La actriz ya había conquistado a la pantalla chica con Killing Eve, dominó la taquilla con su divertido personaje en Free Guy, y ahora viene a demostrar que está a la altura de una gran producción de Scott. Inicialmente observada desde el punto de vista de los hombres, Comer tiene la oportunidad de crecer junto al personaje para que, al llegar su momento de tomar el control de cómo se narra su historia, sean las sutiles diferencias en su rostro las que demuestran las verdaderas intenciones de su actuación. Descubrirla una vez más en cada escena es un regalo que eleva a la película y que prueba que, sin ella, las cosas no funcionarían igual del bien. Puede que sea su primer acercamiento a una temporada de premios que promete ser competida, pero no hay duda de que no será su último.
The Last Duel es un regalo para todo el que crea que se puede contar una gran historia con un presupuesto elevado de por medio. Su impecable producción, más que crear espectáculo -que lo hay, y se refleja en su grandioso combate final- es el envoltorio ideal para una producción de gran nivel, de esas que nos recuerdan que Scott y compañía son enormes talentos a los que hay que ver en su merecido espacio: la sala de cine. No hay duda de que se trata de un gran acierto en la carrera del mencionado cineasta, quien entrega su primera gran película de la década.
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