Crítica de The Imitation Game / El Código Enigma

Durante la Segunda Guerra Mundial, el matemático Alan Turing es reclutado por el gobierno británico para lograr descifrar el código secreto de la máquina alemana Enigma junto a un grupo de compañeros y colegas.

La Segunda Guerra Mundial no sólo se luchó en el campo de batalla sino también puertas adentro, mientras los servicios de inteligencia de ambos bandos transmitían mensajes a través de códigos indescifrables. Dentro del marco que presenta The Imitation Game, el foco es la increíble historia de vida del matemático Alan Turing, que logró con mucho esfuerzo minar el poderío alemán y salvar millones de vidas en el camino, para luego verse recompensado con un tratamiento deplorable por lo que se consideraba un dudoso comportamiento moral.

Recuerdo que disfruté mucho de Headhunters, el anterior film del director noruego Morten Tyldum, un thriller adrenalínico que lo colocó en la mira de varios productores. En su debut en el cine de habla inglesa, pierde un poco de ese ritmo vertiginoso que presentó en 2011 en pos de ganar una cohesividad narrativa interesante y bien construida para contar una historia que de otra manera sería bastante aburrida de presenciar. La narrativa se conforma de dos segmentos, el primero es el misterio que se encuentra un detective en 1951 luego de un asalto en el hogar de Turing, y el segundo es el salto hacia el pasado. Este se fragmentará una vez más para relatar cómo llegó Turing a formar parte de un equipo gubernamental secreto destinado a decodificar la máquina alemana Enigma y también sus primeros pasos en el terreno de la criptología en sus años de formación, con la ayuda de un compañero de colegio al que se hace muy cercano. A simple vista, parece que la película va a significar un esfuerzo por armar el rompecabezas de la vida del matemático, pero un gran trabajo de edición y una clara visión objetiva por parte de Tyldum ayudan bastante a que la transición entre una época y la siguiente sea lo más fluida posible.

Puede resultar muy fácil encasillar a Turing como si fuese un Sheldon Cooper o un Mark Zuckerberg de los años \’40, con todos sus problemas para socializar y una conducta que bordea lo antisocial, pero el puntilloso trabajo de Benedict Cumberbatch al componer al atribulado matemático es fascinante, sobre todo cuando las capas de su personaje van desapareciendo y dejan ver quién es realmente el hombre detrás de la máquina. No confiaba mucho en las aptitudes del británico, me parecía demasiado inflado por los medios y mi miedo era que repitiese características de la serie Sherlock, pero tales miedos fueron infundados, ya que Cumberbatch es el centro neurálgico del film y todos los hilos argumentales empiezan y terminan en su persona.

El tono de The Imitation Game puede parecer aburrido y chato, pero el guión del jovencísimo Graham Moore tiene varios ases bajo la manga. En la mano de Tyldum todo puede parecer medido específicamente para cosechar varias nominaciones y premios, pero la sorpresa viene del lado de un ritmo milimetrado, que estalla en lo que es el mejor momento del film, el de la exitosa decriptación. Es entonces cuando el grupo de personajes está reunido y la música incesante de Alexandre Desplat aturde y emociona al mismo tiempo, que se nota que todo lo sucedido anteriormente acaba de estallar, que todas las cartas están sobre la mesa. Y el espectador, obviamente, ya es parte de la historia.

Como cualquier film de época que se precie, Keira Knightley hace acto de presencia como Joan Clarke, compañera de aventuras de Turing. En esta ocasión, sus talentos naturales generan un buen soporte para la figura del matemático, aunque su trabajo es loable y convincente pero no lo suficiente para destacar más allá de ser una gran secundaria. Un misterio su nominación al Oscar, sabemos que talento no le falta, pero de seguro la Academia ama a la británica tanto como a Bradley Cooper que la nominan de rebote. El resto del elenco está sublime al igual que la dupla protagónica, con Matthew Goode como el ajedrecista y playboy Hugh Alexander, y el potente Charles Dance como el recalcitrante Comandante Denniston.

The Imitation Game tendrá sus pequeños problemas de tono, pero una vez que cobra envión es imparable. Cumberbatch le da vida a Alan Turing con su virtuosismo particular y junto a Tyldum reescriben una dolorosa historia de vida que finalmente tiene su punto final en el asombroso legado que dejó el matemático al mundo entero.

 

 

 

 

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Lucas Rodríguez

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