Crítica de The House with a Clock in Its Walls

Un niño de 10 años que ha quedado huérfano en forma reciente descubre un mundo de pasadizos ocultos, magia y peligro en la antigua casa de su tío, la cual tiene un misterioso corazón palpitante en sus paredes.

Desde que las historias empezaron a contarse, sea en el formato que sea, las aventuras siempre tuvieron un lugar predilecto. Relatos de héroes inesperados, luchas contra el mal y viajes sorprendentes. Hay ejemplos que se remontan a miles de años. El cine supo capturar esa esencia y entregar producciones inolvidables. En este aspecto, quizás las más entrañables sean las dirigidas a un público pequeño que todavía no se complica la vida innecesariamente y cada tanto prueba si tiene poderes para mover las cosas. En estos años no salieron tantas que encajen en esta descripción, por eso The House with a Clock in Its Walls es una linda sorpresa que merece ser disfrutada por grandes y chicos.

Eli Roth sabe desplegarse en diferentes ámbitos de la producción audiovisual. Lo recordamos en Inglourious Basterds (Quentin Tarantino, 2009) interpretando al Sargento Donny Donowitz -o «The Bear Jew», para simplificar-, pero también dirigiendo Hostel (2005) o Knock Knock (2014). Ávido en el terror y en el gore, esta vez se puso detrás de la dirección de una película infantil y el resultado es sorprendente -y se dio el gusto de tener un cameo que será fundamental para el desarrollo de la trama-. Sin dejar atrás su esencia, logra crear un ambiente ATP lleno de guiños a sus orígenes. El film mezcla la fantasía y la aventura con un toque de terror. Todo en un set hermoso creado por una brillante dirección de arte.

La historia sigue a Lewis Barnavelt (Owen Vaccaro), un niño de 10 años que luego de la muerte de sus padres debe mudarse con Jonathan Barnavel (Jack Black), un tío excéntrico que no conoce y vive en una antigua casa en la que todo es extraño. La vecina y mejor amiga de Jonathan es Florence Zimmerman (Cate Blanchett), una simpática mujer que prepara galletitas con chispas de chocolate y se viste de púrpura. La vida de un huérfano recién llegado no es nada fácil, pero las cosas se pondrán más interesantes para Lewis cuando descubra que su tío y su amiga son hechiceros, lo que viene acompañado de un misterio que acecha la casa, un armario que no debe abrirse, clases de hechicería y visiones de la madre dándole indicaciones y advertencias.

La película es entretenida, atrapante. Los personajes tienen desarrollo y motivaciones creíbles, principalmente el de Blanchett. De más está decir que su trabajo es muy bueno porque siempre lo es, pero Florence tiene la backstory más importante de la trama y se irá revelando de forma muy sutil, logrando darle una profundidad no muy común en películas de este tipo. Jack Black suele interpretar el mismo personaje en todos sus trabajos pero esta vez da la talla, y si bien hay algunos momentos en los que se siente un poco fuera de tiempo –la historia transcurre en 1955-, el resultado final es el de la figura del maestro tan necesario en este tipo de historias. Además, Kyle MacLachlan también está presente interpretando a un villano propio de un director de películas de terror.

Una aventura digna de vivirse, con su toque necesario de comedia, pero también de sustos. Con personajes entrañables de todo tipo, The House with a Clock in Its Walls es de esas películas que hacen que queramos volver en el tiempo para disfrutarla cuando la inocencia no nos había abandonado. Lo bueno es que nos permite, aunque sea por un rato, volver a ser chicos. Y eso es algo que merece ser apreciado.

 

 

 

 

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Julieta Cáceres

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