Crítica de The Harder They Fall: western pasatista

El largometraje de The Bullitts llegó a Netflix y cuenta con un elenco de estrellas donde se enfrentan unos contra otros en un Viejo Oeste con una pequeña pero entretenida historia.

Nat Love (Jonathan Majors) solo tiene un objetivo entre ceja y ceja: la venganza por el asesinato de sus padres cuando él tenía diez años. El tiempo pasó, pero cuando se entera que el jefe de la banda Rufus Buck (Idris Elba) escapó de prisión decide tomar las armas y encomendar a su tropa para el enfrentamiento mortal. La historia toma muy libremente algunos aspectos verídicos de la historia, donde Love no era realmente el forajido retratado en el largometraje ni tampoco se enfrentó al criminal Buck.

The Harder They Fall, el nuevo trabajo de Jeymes Samuel –también conocido artísticamente como The Bullitts– presenta una visión muy dinámica dentro del western que, si bien no viene a cambiar nada dentro del género y quedará rápidamente en el olvido por su pequeña historia donde poco importa la coyuntura, resulta en un buen entretenimiento y no hace sentir las 2.20 horas de duración al enfocarse totalmente en la acción y el humor negro de sus incorregibles personajes.

El tema es que cuando uno hace un repaso del elenco resulta pobre, por la riqueza potencial en sus nombres que quedó sin profundizar: con una impronta notable de la cultura afroamericana y la importancia de contar con reconocidas estrellas del momento para armar un equipo de lujo, parece desperdiciar por todos lados sus sobrias actuaciones al no encontrar profundidad en sus personajes, esforzándose más en su puesta en escena y caracterización del producto que en la historia en sí.

El proyecto recurre a algunos aspectos más clásicos que para el público propio del género pueden ser bienvenidos; desde un villano despiadado y frío como el que interpreta Elba –que recién sobre el final puede mostrar algo más que solo dureza- hasta un acortado elenco de figuras femeninas que se enfrentan entre sí como son el de Trudy Smith (Regina King) y Mary (Zazie Beetz), más allá de su carisma y presencia característica que vienen demostrando en cada uno de sus trabajos, y un mínimo desarrollo de Cathay Williams (Danielle Deadwyler) que tenía mucho potencial para seguir su historia pero que en esta ocasión quedó relegado. Tomando los hechos no ficcionales de estos personajes, la riqueza de la vertiente femenina y por lo que más se destacaron brillaron por su ausencia en esta historia y sus nombres son de reparto para lo que realmente quería mostrar el director.

En el elenco masculino no está la excepción, ya que Majors parece ser el único con espacio para desarrollar al personaje y sus motivaciones pero sin que lleguemos a empatizar o convertirse en el héroe de esta batalla de grupos. Lo mismo sucede con Cherokee Bil (Lakeith Stanfield), que tiene poco espacio para desenvolverse –más allá de sus capacidades actorales- y no se presenta como ese gran antagonista certero que parecía ser en un principio. Su formato de personajes despreciables y escasamente correctos tampoco llega a la altura de proyectos similares de los últimos años como True Grit o Django Unchained.

Debido al trabajo del director en el ambiente, la musicalización es un aspecto a destacar de la película, en la misma sintonía que la filmación y narrativa que presenta. De manera dinámica, la primera mitad de la película no da respiro en cuanto a su intensidad y no frena en ningún momento para que tome aire el espectador. El ejemplo más claro se puede ver en los coloridos títulos iniciales con los que presenta a las dos bandas por enfrentar, en una clara demarcación de la historia sencilla que tenemos por delante. Solo en la primera escena podemos ver cierto tiempo que se toma el realizador para darle el contexto a la película, cuando la tensión se apodera de ella y quizá sea de las partes más destacadas, con alguna vuelta de tuerca a la historia que no desentona y que puede llegar a sorprender. Poco importa el pasado del resto de los personajes o su contexto, ya que todos forman parte del escenario presente que es donde se enfoca el conflicto.

El refresco de los proyectos constantes en el género siempre le generan una sonrisa a los fanáticos de las pantallas y las sólidas actuaciones –dentro del espacio brindado en la acotada historia- permiten disfrutar mínimamente de esta nueva propuesta, que se ubica lejos de clásicos de los vaqueros y forajidos que golpeaban las puertas de madera de los bares y tenían secuencias de tiros inolvidables. Su consumo no nos dará una sonrisa resplandeciente ni nos dejará con los ojos bien abiertos de su espectacularidad, pero nos permite una mueca de aprobación.

 

 

 

 

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Ignacio Pedraza

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