Una casa está embrujada bajo la presencia de un fantasma que lanza una maldición a quienes deciden ingresar en el hogar, causándoles una violenta muerte.
Una mujer sale asustada de una casa en Japón, llama por teléfono y dice que se vuelve a Estados Unidos, que sabe que debía quedarse más tiempo pero que hay algo malo en esa casa. The Grudge es la última entrega en esta franquicia, que intenta adaptar las películas orientales. Sin éxito alguno, este esfuerzo más reciente no sólo no da miedo, sino que aburre, se enreda en la trama y no ofrece nada nuevo.
Fiona vuelve de Japón y en su casa la esperan su hija y su esposo, ambos muy emocionados de tenerla de vuelta. Lo que ninguno sabe es que con ella también vino la maldición que la asustó lo suficiente como para regresar, algo que descubrirán en forma trágica. Dos años después, una detective se muda al pueblo luego de fatídicos sucesos personales y el primer caso que le toca está relacionado con la casa que habitaba la mencionada familia. Aunque su compañero le aconseja dejarlo en manos de los federales, ella ingresa a la vivienda. Ahí empezará su calvario, porque sea lo que sea que habita ahí, parece seguirla. A pesar de que ya no es su caso, la detective Muldoon (Andrea Riseborough) sigue investigando y descubre que hubo otros hechos relacionados con dicha propiedad y, a través de flashbacks constantes, se nos revelará cada uno de ellos.
Basada enteramente en jumpscares básicos, ver The Grudge hoy en día es una verdadera pérdida de tiempo, cuando el terror tiene propuestas increíbles y innovadoras. Al ser tan obvia no asusta en ningún momento, de hecho la música nos adelanta el momento de «miedo» y le quita toda efectividad. A eso se le suma que el guion es desprolijo y que ninguno de los personajes genera simpatía alguna. Parece una producción salida de algún baúl de los recuerdos de hace 20 años, cuando algo de eso era interesante. Ya a la mitad de los flashbacks se siente como que hace una eternidad se está viendo lo mismo y uno no puede esperar a que se acabe.
El término «olvidable» se usa mucho para este tipo de películas, pero en este caso olvidarla sería algo muy positivo. En cambio, el film escrito y dirigido por Nicolas Pesce quedará como un ejemplo claro del terror malo.
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