Crítica de The Goldfinch / El Jilguero

Theo tenía 13 años cuando su madre fue asesinada en un atentado. Esta tragedia cambia el rumbo de su vida y se ve sumido en una desgarradora odisea de dolor y culpa, reinvención y redención, y también de amor.

Un huérfano, la constante búsqueda de identidad y pertenencia, y una pintura que conecta todo eso. The Goldfinch es la última película de John Crowley (Brooklyn), un drama que peca de pretencioso y que dura demasiado sin lograr involucrar al espectador en la trama.

Theo (Oakes Fegley) perdió a su madre en un ataque terrorista en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, pero allí también encontró al Jilguero, una pintura que lo acompañaría durante toda su adolescencia y el principio de su madurez. Luego de su pérdida, Theo es dejado al cuidado de los Barbour, una acaudalada familia, y mientras varios se sus miembros lo rechazaban, la madre (Nicole Kidman) lo empieza a ver como su propio hijo. The Golfinch es contada a través de saltos temporales, primero se muestra a un Theo adulto (Ansel Elgort) en un punto clave de su vida e inmediatamente se vuelve a ese día en que, con 13 años, perdió todo lo que había conocido. Uno de los problemas a los que se enfrenta este melodrama es que el protagonista de 13 años es mucho más interesante que el de 20. La trama parece perder potencia cuando muestra los dilemas del adulto.

Una película con un elenco excepcional pero que pareciera no saber qué hacer con ellos. Nicole Kidman está desperdiciada y su personaje parece acartonado, Sarah Paulson interpreta a una madrastra unidimensional y con todos los clichés posibles y Luke Wilson hace su mejor esfuerzo por ser un padre detestable, pero no llega a serlo. Sin mencionar a un Finn Wolfhard que es forzado a hacer un acento ruso que parece en chiste, lo que empuja al espectador fuera de la trama y hace que ninguna de sus escenas sean creíbles.

Sin embargo, la película tiene sus virtudes, como la maravillosa fotografía de Roger Deakins o la actuación fenomenal de Fegley. Quizás el mayor problema sea que se siente hecha a medida para la temporada de premios: tiene cada uno de los ingredientes de una ganadora del Oscar, pero sin la esencia. Pareciera que en la búsqueda de un galardón, el guion y el desarrollo de los personajes quedó en segundo plano y sólo se retuvo un esqueleto.

Logra emocionar por momentos, pero son muchos más los que aburren y las casi dos horas y media de duración no la ayudan. Una historia con potencial pero pobremente ejecutada.

 

 

 

 

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Julieta Cáceres

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