20 años después de que un accidente causó la muerte del actor principal durante una obra de teatro escolar, alumnos de la misma institución tratan de revivir la producción, en un errado intento por honrar el aniversario de la tragedia. Sin embargo, descubrirán que hay cosas que es mejor dejarlas como están.
Que un estudio grande como Warner Bros. se interese por la distribución de una película de terror de bajísimo presupuesto, era una señal que llamaba bastante la atención. Que la compañía le diese una fecha de estreno tan llamativa como lo es el comienzo del mes de julio, donde tantos tanques se roban el centro de atención, hacía pensar que quizás, y sólo quizás, estuviésemos ante la The Conjuring de este año. La realidad es un golpe duro y certero que ataca en las zonas más blandas del espectador, y la desilusión no podía ser mayor: The Gallows es una decepción mayúscula, cuyo interrogante principal es cómo los productores vieron una buena idea dentro de este cúmulo desproporcional de sandeces de género.
El subgénero del metraje encontrado no pasa por su mejor momento, y eso lo indica la frustración de la platea ni bien comienza la película y se presenta una placa que advierte que lo que estamos a punto de ver es material clasificado de un departamento de policía. Parte de la magia de dicho subgénero es comprar la idea y seguirla hasta el final, y The Gallows comienza con una interesante idea, una obra de teatro que sale horriblemente mal y que agita al espectador con una simple y efectiva escena. Por desgracia, es lo mejor que tienen para ofrecer Travis Cluff y Chris Lofing, los directores y guionistas del esperpento, quienes parece nunca han visto una película de terror en sus vidas. Todas y cada una de las situaciones presentes en cámara están plagadas de las decisiones estúpidas de personajes estúpidos, un conjunto de adolescentes que no sabrían ni sumar dos más dos, guiados por una trama que no tiene sentido alguno, de principio a fin.
La pandilla de desconocidos actores puede resultar un soplo de aire si lo que se pretende es llegar a una frescura interpretativa, de creerles la situación a los pobres adolescentes en peligro. Pero The Gallows flaquea terriblemente en ese aspecto y el cuarteto entrega una calidad deplorable, donde apenas alguno consigue ciertas notas más creibles que otras. El tonto atleta que se mete al club del drama para ganarse el corazón de una chica pareciera no haber tomado una clase de actuación en su vida, su adorada parece haber tomado bastantes y sobreactúa demasiado, y el amigo que filma subsiste a fuerza de caer bien de lo idiota que es. Su novia, la rubia porrista que irradia calidez con su sonrisa, es la mejor del grupo, y aún ella es terrible.
No hay una manera sencilla de masacrar una película de terror, pero The Gallows lo logra, y todo en menos de 80 minutos. Cada susto está planteado a partir de un sonido agudo y ni siquiera en escenas inspiradas. Los detalles de una escuela inmensa apenas están aprovechados -todo para que la película salga centavos y se recauden millones- y el ritmo tambalea bastante, hasta que las revelaciones del tramo final se hacen presentes y dinamitan toda credibilidad posible que se haya planteado hasta ahora. Si pensaban que The Devil Inside del 2012 tenía un final atroz, esperen a ver el que está acá… bueno, quizás no es tan aberrante como poner el link a una página de Internet, pero se siente igualmente de insultante.
Soy bastante permisivo con el horror, es un punto débil, pero hay que trabajar muy en serio para crear una abominación como la que es The Gallows. Al no tener ni idea de lo que tienen entre manos -excepto una aplastante campaña de marketing que prometía demasiado- y ni siquiera tener un villano que prometa iconicidad instantánea, el destino del film es el olvido absoluto.
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