Crítica de The First Purge

Bienvenido al movimiento que comenzó como un simple experimento: La Primera Purga. Para bajar la tasa de criminalidad por debajo del 1% por el resto del año, los Nuevos Padres Fundadores de Norteamérica probaron una teoría sociológica que permitía liberar agresiones durante una noche, en una comunidad aislada.

Recuerdo pensar en la frase de John Carpenter respecto a Michael Myers y su próxima película mientras veía The First Purge. «Una vez que te alejas del rumbo original y empiezas a explicar, estás perdido», manifestó el cineasta, algo que resonaba al ver esta cuarta entrada de la saga y que se volvió más pertinente al ver un póster de la nueva Halloween colgado de la pared de uno de los protagonistas. Bien puede ser que el origen propio de esta terrorífica tradición no fuera necesario de abordar, pero después de tres entregas que condujeron a la franquicia hacia una dirección, el rumbo a seguir en caso de hacer otra era el de un desprendimiento, para dar vueltas en círculos, o el de una precuela, precisamente lo que se resolvió. El resultado es una producción sólida y directa, que se ve plagada de los mismos puntos a favor y en contra de sus antecesoras.

La galardonada Get Out viene de recordarle al mundo que el cine de terror es una gran herramienta para movilizar el pensamiento y poner bajo la lupa ciertos dramas de la sociedad, algo que The Purge ha venido haciendo desde el principio en forma mucho menos tapada. Las clases altas están a salvo durante la noche de la expiación porque tienen los recursos para protegerse, la Asociación Nacional del Rifle llena los bolsillos de los políticos dispuestos a apoyarla, las compañías de seguros lucran al poner al desvalido entre la espada y la pared. El comentario social está más presente que nunca, sin que se haga una referencia a que la Purga tiene su origen en el deseo de disminuir el crimen descontrolado, como se postulaba antes. Ahora parece ser abiertamente una alternativa extrema para mantener a flote a una economía sobrepoblada, que no puede darse el lujo de cuidar a todos. Afroamericanos y latinos son el blanco de este experimento, son las víctimas del sádico ajuste.

Reconocer que es un film anti-Donald Trump se cae de maduro. También lo era la tercera parte, The Purge: Election Year, que hacía un juego con la campaña electoral del actual presidente norteamericano. Esta precuela directamente inspiró su marketing en lo hecho por los republicanos, al punto de que pareciera proclamar «Make America Purge Again». Y no es difícil trazar un paralelo con este futuro distópico y las medidas tomadas por el Gobierno en materia de desprotección de los más vulnerables, algo que se ha tornado cada vez más realista en los últimos años. En ese sentido es que James DeMonaco, el creador de la saga y escritor de todas las entregas, toca una cuerda sensible, más allá de que su toque carezca por completo de sutilezas y se base en diálogos trillados o personajes unidimensionales, con pocos matices. Pero uno no se acerca a una película del estilo en busca de su rico subtexto, con lo que no está mal que sus críticas no sean veladas y se manifiesten a lo bruto.

Es un punto a favor que el realizador de las otras tres haya cedido las riendas a Gerard McMurray (Burning Sands), quien trata de insuflar nuevos aires al dedicar buena parte de la atención al drama de quienes deberán atravesar esta primera purga, en tanto que refuerza el elemento de terror que se fue perdiendo en pos de la más pura balacera. Esto, claro, hasta que las 12 horas para sobrevivir llegan a su punto álgido y se desata la acción más intensa, con un John McClane negro con un arsenal y la capacidad de utilizarlo. A fin de cuentas la intención era buena, pero no termina por distinguirse de lo hecho por el director anterior.

La franquicia logró romper el férreo cerco de contención de la fallida primera entrega y ha hecho mejor uso del rico concepto en el que se basa, más allá de que nunca lo termine de explotar por completo y elija regodearse en asesinatos más creativos. Aun siendo la cuarta película en una saga que gira sobre lo mismo, The First Purge logra ser algo novedosa. No solo porque muestra el origen de tan sanguinaria tradición, sino porque sus protagonistas son todos afroamericanos, con participación de algunos latinos. Eso marca una diferencia considerable respecto a las anteriores, encabezadas por blancos, dado que ahora se pone en el centro de atención a quienes resultan más vulnerables frente al experimento. El resultado es un blaxploitation de terror en el que héroes barriales deben repeler a los tiros a fanáticos de extrema derecha, con disfraces nazis o del KKK. Más claro imposible.

 

 

 

 

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Migue Fernández

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