Tras descubrir que su querida matriarca padece un cáncer de pulmón terminal, su familia decide que ella no lo sepa y convocan una reunión familiar en China, a la que Billi asistirá para despedirse de su abuela.
La historia del regreso de una estadounidense -hija de inmigrantes chinos- a su tierra natal es una de esas gratas sorpresas que da el cine. Es que The Farewell (La Despedida), segunda película de Lulu Wang (Posthumous), transmite una comprensión profunda del desarraigo, de las relaciones familiares y de la tristeza que acarrea la lejanía.
Billi -una sorprendente Awkwafina– es una treintañera sin rumbo que vive en Nueva York. Por boca de sus padres se entera que su abuela, que vive en China, está fatalmente enferma. El centro de este relato es la despedida a la matriarca. Pero el «cómo» es lo que la desmarca de otras: su abuela está muriéndose, pero no lo sabe. La familia considera que, si se entera, acelerará el proceso y sufrirá sus últimos días. Por eso inventan una fiesta, el casamiento del primo de Billi, para justificar una reunión familiar. Está controversial decisión, al parecer algo habitual en China, es uno de los tantos puntos de conflicto dentro de la narración. Cómo se percibe el mundo desde la distancia y cómo se vive dentro de este, son algunas de las ideas que se pueden dilucidar de La Despedida. ¿Acaso no cuestionaríamos esa decisión de no informar a la persona que se está muriendo? Es esa complejidad de las relaciones lo que hace funcionar la historia. Como que, en ocasiones, las decisiones más difíciles tienen que ver con soportar la carga en el lugar de otros.
El recorrido emocional de Billi es fundamental. Ella es otra generación, una hija de China y Estados Unidos. Sus padres, tíos y resto de familia, se encuentran anclados en costumbres menos occidentales. Las diferencias culturales y generacionales permiten que nuestra mirada sea la de Billi, alguien que trata de comprender esa tierra que le dio vida pero a la que ya no pertenece. Esa mirada personal, cargada de angustia y melancolía, nos va llevando de recorrido por una China que crece arrasando como una máquina sin freno, caótica, un lugar profuso en neón, pero inundado de costumbres y tradiciones. Ella trata de aferrarse a los recuerdos para encontrar una defensa de su propio origen, por eso su abuela es fundamental. Su despedida implica estar a la deriva, ella es su vínculo a China.
La cámara de Lulu Wang es la que permite que podamos sumergirnos en ese universo, entiende lo que está contando y aprovecha esta historia -basada en su mundo personal- para entregar un relato enternecedor y triste pero, principalmente, lleno de amor. Por eso los pasos de comedia para descomprimir la angustia resultan certeros, creíbles; es que hay una carga emocional en cada uno de ellos. Nunca dudamos de que son una familia. La directora nos regala una hermosa visión acerca de lo difícil que es decir adiós. La nostalgia de un pasado que va perdiéndose en el espejo retrovisor y que, quizás, ya nunca volveremos a recorrer.
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